opinión

Mentiras reales

En política, los candidatos prometen más de lo que van a hacer. Pero a veces ese “más” es lisa y llanamente una mentira.

El logo de Editorial Perfil Foto: Cedoc Perfil

En torno a la mentira en política. Podría decirse que se juega bajo la forma de la promesa electoral. Las campañas electorales en este sistema que, por pereza intelectual, llamamos “democracia” se estructuran como la venta de productos –llamados candidatos– no muy diferentes a como se ofrecen las mayonesas, los autos o los viajes turísticos, es decir, con estrategias de marca, posicionamientos y packaging. Los productos siempre ofrecen más que lo que dan y esto los sabemos bien (sabemos que la “nueva fórmula” de champú no es tal). En política, los candidatos prometen también más de lo que van a hacer. Pero a veces ese “más” es lisa y llanamente una mentira. Es lo opuesto a lo que se dice. Ese fue el caso de Menem, quien prometió “revolución productiva” y “salariazo” y realizó, en cambio, un terrible plan económico neoliberal. No obstante, pese a todo, ese tipo de inversión discursiva pertenece, en un grado extremo, a una línea que podríamos llamar “mentira política tradicional”. Se dice una cosa y se hace otra. La historia de las campañas electorales es la historia de ese hiato.

Pero ahora está ocurriendo algo nuevo, un hecho sobre el que vale la pena reparar y pensar críticamente. Las propagandas (en todas partes: en los subtes y las calles, en la televisión y en folletos que llegan con la factura del ABL) del Gobierno de la Ciudad encabezado por el primo de Macri, ya no prometen algo que tal vez no hagan, ya no dicen algo que tal vez no cumplirán, sino que informan como verdad algo que no existe. Dan existencia a algo que no está. Transcribo el folleto del ABL: de un lado, un joven sonriente, en un andén del subte, con la frase “Nueva línea F”. En el dorso, la frase “subíte al futuro”, un mapa con el recorrido de la línea F, y la frase “Más opciones de viaje, para conectar el sur, el centro, el norte y el oeste de la Ciudad”. Esa campaña la vemos, como decía, abarrotando obscenamente las calles y las pantallas. Cualquier desprevenido puede pensar que el gobierno del primo de Macri está publicitando una nueva línea de subte recién inaugurada. Nunca dice que es un supuesto proyecto a futuro, sino que expresa que “esas más opciones de viaje” ya están funcionando, como si fuera una obra realizada por su gobierno. Pero no. La línea F no existe. No hay tampoco ningún trabajo en curso para su construcción. Y ni siquiera fue licitada. No hay nada. Nada. Nada. La mentira del primo de Macri ya no reside en decir una cosa y hacer otra, sino en presentar lo virtual como real. Una obra que no existe, como si ya existiera. Lo mismo ocurre con la propagada del túnel vehicular y anillo peatonal sobre Figueroa Alcorta hacia Aeroparque y el Río de la Plata. Los avisos publicitarios muestran la obra. Pero la obra no existe (ni está comenzada, etc.). Es solo una imagen de inteligencia artificial presentada como real. La mentira del gobierno del primo de Macri, al dar por existente algo que no existe, apunta directamente a modificar el estatuto mismo de lo real. Al otorgar primacía a lo virtual frente a la experiencia cotidiana (nuestra experiencia cotidiana nos informa que no podemos viajar en la línea F, ni tomar ese puente, porque no existen) estas propagandas (que son también las propagandas de la época de las redes) cambian, de un modo peligroso y grave, la tensión entre verdad y política.