crítica

Como una nube de bondad

La única ideología de Myles parecería ser no tenerlas. Dejar que cuanto sucedía a su alrededor prescindiera de valoraciones y se exonerara de prejuicios.

Foto: cedoc

“Mi mamá me hizo amar a las mujeres.” Una de las irónicas sentencias que se concentran en estas memorias en las que, si no como género, al menos como ejercicio de escritura, la autora Eileen Myles revela sus controversias interiores, el contenido de su vida y los temas centrales de una obra macerada en alcohol y droga y otros desenfrenos. 

Myles sigue entre Nueva York y Marfa, Texas, entre la ciudad de las ciudades y el áspero paisaje texano con sus achaparradas matas y su mineral soledad. Mencionar Chelsea Girls es mucho más que citar a esa rareza urbana que sigue siendo el Hotel Chelsea, residencia en progresiva decadencia de artistas venerados como Jackson Pollock, Frida Kahlo, Bob Dylan, Leonard Cohen, Janis Joplin, Patti Smith, Andy Warhol, Sid Vicious, Arthur C. Clarke, Mark Twain, Jack Kerouac, Dylan Thomas. Y Eileen Myles. 

Una existencia errática y trashumante la de Myles. La apurada narración marca el ritmo de una juventud y una madurez violentas, hechas de incorrección política, exentas de convenciones morales. La única ideología de Myles parecería ser no tenerlas. Dejar que cuanto sucedía a su alrededor prescindiera de valoraciones y se exonerara de prejuicios. Luego el alcoholismo como lacra y maldición familiar. Se percibe el hastío que le causa tal evidencia, que asimismo, no la avergüenza y acaso no tendría por qué. Alude sin piedad a sí misma: “Yo era como una nube de bondad que flotaba y se movía lento, y esperaba ser reconocida. No entendía por qué la vida se me hacía tan insignificante. Siempre sentada en el sillón o tomando whisky ajeno en mi departamento, hasta que se me ocurría decir: Salgamos ahora…” No exhortaba a su compañera de entonces, sino que la incitación iba dirigida a sí misma. Ese “salgamos ahora” era como el impulso que requería su pedido de ser examinada, también de examinarse, de ir hacia el fondo de sí misma. Salir del alcohol, de las drogas, de la vacuidad, del absoluto anonimato. Ser alguien, pero ¿quién? 

Lo relevante de Eileen Myles no es su vida, sino su obra. En paralelo hay una historia digna de mención. Junto a esa lista apenas enunciativa de talentosos músicos, poetas, cineastas, convivió un hombre que durante quince años ocupó una de las baratas habitaciones sin pagar alquiler: Jim Georgiou. Éste pasó de hospedarse en el hotel hasta ser desalojado y pasar a vivir en la calle, justo frente a aquél. Un homeless (lo sigue siendo) que hizo honor a la creatividad y el talento, al rescatar las puertas de las habitaciones desechadas para su remodelación. Un rapto de inspiración astral: se hizo de las puertas, rastreó por el número a sus antiguos ocupantes, buscó un marchand, le propuso una muestra, se hizo de una considerable cantidad de dólares, puesto que la exposición fue un éxito. Tras esas puertas durmieron, crearon, se drogaron y bebieron un heterogéneo grupo que marcó el rumbo cultural de una época. En cuanto a Eileen Myles, como ella dice, leamos sus poemas, “ya que no se puede forzar una historia que no quiere ser contada”.

 

Chelsea Girls

Autora: Eileen Myles

Género: memoria

Otras obras del autor: Yo no; Yo soy tu presidenta; A mí no

Editorial: Las Afueras, $ 25.900

Traducción: Flor Braier