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La lente en el territorio

A mediados de la década del noventa, el fotógrafo suizo Gian Paolo Minelli llegó a Buenos Aires con su cámara activa y una intención manifiesta: retratar en la intimidad a los más destacados intérpretes del efervescente arte argentino de entonces: Marcelo Pombo, Jorge Gumier Maier, Marcia Schwartz, entre otros. El registro visual –a la vez testimonial– de aquella mítica escena artística se exhibe ahora en Fundación Larivière con la muestra titulada “Archivo 1995. Buenos Aires”, con curaduría de Laura Buccellato, y nutrida con más de treinta fotografías, muchas de ellas inéditas.

Foto: cedoc

30 años, 30 artistas podría ser el título de un álbum homenaje a ese tiempo transcurrido en relación con las figuras de una época. 30 años, 30 artistas es una simplificación, en este caso, de la exhaustiva muestra de fotografías de Gian Paolo Minelli, titulada, más precisamente, Archivo 1995. Buenos Aires, encuentro con treinta artistas, con curaduría de Laura Buccellato.

El aniversario es múltiple: por un lado, la temporalidad de ese corpus que se conformó en el verano de mediados de los años 90, a instancias de una anfitriona sin igual como fue Laura Buccellato para Gian Paolo Minelli, un joven fotógrafo suizo-italiano que estaba en la etapa formativa, “con menos preguntas, alguien que iba de lo desconocido a lo conocido”. Por el otro, es fundacional, en el sentido de que cifra el vínculo de Minelli con Buenos Aires y también su nueva relación con la fotografía: “Hasta ese momento yo era un fotógrafo que trabajaba en publicidad, con arquitectos, aunque tenía otros intereses, como por ejemplo el jazz. Había hecho fotos de Chic Corea, Caetano, Herbie Hancock, músicos que participaron en el Festival de Jazz de Lugano (Suiza)”.

Había llegado a Buenos Aires por primera vez en 1993 y el puñado de días que se quedó fue poco, antes de hacer un viaje por Latinoamérica. Tentado por una ciudad que le encantó, pero corto de tiempo, volvió dos años después con una beca: “Ahí empieza este proyecto, que coincide con mi estancia desde diciembre hasta abril, donde me encuentro con Laura (Buccellato), que me da una lista de cincuenta nombres de artistas y la tarea de conocerlos para poder fotografiarlos”.

Cuenta, entre risas, que iba al ICI (Instituto de Cooperación Iberoamericana) y tenía la pila de libros y catálogos, debidamente seleccionados por Buccellato, para saber quiénes eran Pablo Suárez, Marta Minujín, Marcelo Pombo, Miguel Harte, Marcia Schvartz, Fabio Kacero, Sebastián Gordin, Jorge Gumier Maier, Pablo Siquier, Margarita Paksa, Luis Benedit, Clorindo Testa, Juan Carlos Distéfano, Alfredo Prior, Nicolás García Uriburu, Heredia, Iommi, Kenneth Kemble, Patricia Landen, Raúl Lozza, Luis Felipe Noé, Daniel Ontiveros, Gustavo Romano, Rosanna Fuertes, Macció, Norberto Gómez, Luis Wells.

El corpus imaginado por Laura Buccellato en ese momento es central porque establece el canon de los artistas contemporáneos y prefigura el porvenir. Entre un conocimiento basal y acertada intuición, la crítica e historiadora del arte, que hoy es asesora de la Fundación Andreani, mapea el territorio de mediados de los años 90 y lo lanza al futuro a través de la mirada del fotógrafo bisoño. Palabra que en su etimología lo dice todo, ya que viene del italiano bisogno, cuyo significado es “necesidad” y así se asimila al que requiere de ella por principiante para iniciarse en el aprendizaje. 

De esta manera, lo explica ella misma en el texto curatorial de la muestra: “Transita su forma de explorar y comprender esta otra realidad –que le es afín y ajena a la vez– a través de un momento de los 90, al indagar documentalmente con sus encuentros testimoniales a los artistas elegidos, de diversas generaciones, que le son contemporáneos. Los visita y observa dentro de un contexto urbano, donde el artista es sujeto y, al mismo tiempo, vehículo para internarse en un lugar desconocido y familiar al mismo tiempo, en una trascendente intimidad que se percibe o intuye en su deambular citadino”.

Por su parte, Minelli recuerda lo fundamental que fue estudiar a los artistas, esa impronta que le marcó Buccellato con mano férrea: “Pablo Suárez ya estaba en los comienzos de su enfermedad, de hecho las primeras fotos las hice en el Hospital Argerich. Después de operado, lo visité en su taller, sacamos una serie de fotos y me dijo que tenía fiebre, que se iba a dar un baño. Como yo había estudiado su obra, gracias a Laura, y me había pasado todo enero leyendo, conocía la relación de sus obras con el baño, el espejo, y le propuse sacar otras fotos. Ya había guardado la cámara, la volví a cargar y en esa serie se divirtió mucho; jugaba a que se escondía debajo del agua. Fue muy generoso”. La foto de pie del autor de Narciso plebeyo muestra una gran cicatriz. Al respecto, el artista y coordinador de la residencia Casa Suiza de La Boca expone que cuando vio “la fotografía de Richard Avedon a Andy Warhol se me vino a la mente y le pedí si podía sacarle unas en las que se viera el vientre con esa marca”. 

Además de las fotografías en los talleres, con estos mismos artistas hizo una suerte de ronda nocturna. “Son fotografías realizadas con cámara de placa, 10,6 cm x 12 cm, con exposiciones de 2 a 3 minutos, un momento muy intenso, una performance del artista que se queda quieto delante de mi cámara durante el tiempo técnico necesario para que su imagen quede plasmada en el negativo”, explica Minelli. Algo así como una foto performance, según Buccellato: “El lenguaje de la fotografía de Gian Paolo y el del artista se entrelazan, aunque mantienen su identidad en esa particular simbiosis, lo que queda evidenciado en sus magníficas ambientaciones nocturnas y diurnas”.

Para las nocturnas, sobre todo, hubo que elegir las locaciones. Después de andar horas y horas con Grippo en su auto, se acordó de esos enormes comedores de los obreros que estaban en Puerto Madero que, en ese tiempo, era un lugar periférico dentro de la ciudad. “Fuimos y encontramos el cartel que decía ‘Apto para todo público’ y de pronto surgió la relación con su obra, con la mesa de los obreros, a la que se sienta la familia a comer”. Por su parte, Bony estaba trabajando con las obras que hace los disparos en los vidrios y “hacía poco que había ocurrido el atentado a la AMIA, de hecho la calle Pasteur estaba cercada y no se podía pasar. Logramos unos permisos por media hora y fue un momento muy emotivo y muy tenso, estaba la policía y Bony posaba con esa frase ‘Justicia y memoria’ y los nombres de los fallecidos”.

Tiempo y paciencia para lograr una buena foto nocturna no se dieron la cita con Marta Minujín: “Encontré un lugar con bastante luz para que solo estuviera quieta un minuto pero a los diez segundos me dijo ‘no, Minelli, yo no puedo, yo no puedo’, y esa foto no salió”.

Sin embargo, todos dijeron sí a la propuesta: “Nunca nadie me preguntó para qué. De este modo entré en relación con una parte importante del sistema del arte de Buenos Aires. Me hice amigos, aprendí a hablar castellano. Con Bedel, Grippo y Bony hablábamos en italiano, porque conocían la lengua y para mí era un alivio. Con Bony, además, trabajamos juntos en 1995. Primero él fue a Milán, donde yo estaba, e hice las fotos de la acción que presentó fuera de programa: la performance Il limite, el viaje de una góndola por el gran canal transportando a una madre amamantando a su hijo recién nacido y un gran féretro de madera. Con esta obra se autoincluyó en la XLVI Bienal de Venecia de 1995”. 

“Me gané otra beca y fui a Roma. Para hacerlo tuve que levantar campamento en Suiza, dejar algunos trabajos, casa y cosas. Con ese impulso, cuando terminó la beca, un fondo para residencias de artistas entre 1998 y 1999, llegué a Buenos Aires y me quedé”, confiesa Minelli que quizá no fue el mejor momento del país. Algunos de los contactos que tenía se estaban yendo, mucho había cambiado, pero lo que para algunos es crisis, otros pueden ver una oportunidad.

De Lugano I a Lugano II es el juego de palabras que se impone. De Chiasso, la comuna suiza del cantón del Tesino cercano a la frontera con Italia, su lugar de nacimiento cerca de la Lugano suiza, a conocer el proyecto de Villa Lugano, el complejo de viviendas populares, una parte postergada de Buenos Aires en 2000, al tiempo de la vertiginosa caída libre de la sociedad. “Empecé a documentarla flanereando. Buenos Aires es tan grande para un suizo como yo. Así conocí Villa Soldati y Lugano, su historia”. Fue fundada el 29 de noviembre de 1908 por José Soldati, un inmigrante suizo que también fue uno de los primeros empresarios en impulsar barrios obreros en Buenos Aires. El barrio se desarrolló en terrenos bajos e inundables, lo que dificultó su crecimiento inicial. Cuando Minelli llega allí, poco quedaba del pujante barrio obrero imaginado por su coterráneo. Había pasado el vaciadero municipal y la década del 70 con fracaso del Conjunto Urbano Soldati. La crisis de 2000 vino a rubricar la decadencia y las necesidades: “Empecé dando clases de fotografía en el Centro Cultural Castagnino, en Villa Lugano, en 2001, conocí a Luciano Garramuño, que es un gran amigo. Formé parte del inicio de la toma del obrador que eran los depósitos de arte del Teatro Colón”. Hoy ese predio, donde antiguamente funcionaba esto, se ha transformado, con el correr de los años y el trabajo de los vecinos, en la Asociación Civil Galpón Cultural Piedrabuenarte.

Por último, en la exposición está la técnica, el trabajo con la imagen, el recuerdo, la inteligencia, el encuadre, la charla y el juego. Todo eso redunda en una vibración emocional que no solo atesora a los que ya no están y se deslumbra con los hallazgos, sino que configura una vivencia sensible, llena de afecto que le gana a la nostalgia. “Ruego que esta foto no quede archivada, sería su muerte. Ni que sea enmarcada con madera, sería su cautiverio. Quiero que la vean siempre con afecto”. La cita como un rezo de Oscar Bony refrenda que algunas plegarias fueron atendidas.

 

Ficha  de la muestra

Archivo 1995 - Gian Paolo Minelli

Curadora Laura Buccellato

Hasta el 28 de septiembre

De jueves a domingo de 12 a 19

Fundación Larivière Fotografía Latinoamericana. Sala 2

Caboto 564, Buenos Aires.