La vida anterior
Nacido el mismo día que el rock argentino, se trata de un personaje que supo alojarse en utopías colectivas y privadas. Cierta candidez, cierta astucia, como define la voz narrativa. Pero, ¿fueron sueños? ¿O fueron pesadillas?
Estructurada en once rounds que funcionan como capítulos, y un último round, el doce, “La joven promesa”, que es una carta dirigida al protagonista por una joven alumna, la novela Qué hago con la noche, de Gustavo Álvarez Núñez, recientemente publicada por Tusquets, es a la vez archivo y una suerte de respuesta. La pregunta del título (que es también el título de un tema de “Las Escuchas”) carece de signos interrogativos: se podría pensar, entonces, que el contorno entonacional sería el de una afirmación. ¿Pero de qué clase, con qué matices de sentido? Así establece el pacto de lectura esta novela singular, de narración precisa, sostenida, de sintaxis apenas fragmentada, con repeticiones calculadas.
Novela, entonces, también como acontecimiento de lenguaje. Gervasio Meschengieser, el protagonista, es un hombre de casi sesenta años que no ha alcanzado ningún sueño. Fue una joven promesa académica, recorrió el mundo como agente de prensa de bandas de rock hasta que se hartó, su pareja se deshace. La novela parece emparentada con otra gran novela, Stoner, del estadounidense John Williams, en la que, hacia el final, aparece una pregunta inolvidable para ese profesor de vida anodina (como toda vida) al que hemos acompañado: ¿qué esperabas? De alguna manera, por generación, Gervasio Menschengieser sí esperaba.
Nacido el mismo día que el rock argentino, se trata de un personaje que supo alojarse en utopías colectivas y privadas. Cierta candidez, cierta astucia, como define la voz narrativa. Pero, ¿fueron sueños? ¿O fueron pesadillas? Vive en una ciudad, Buenos Aires, a la que a nadie le interesa la historia del otro ni de dónde viene. En esa deshistorización bascula este personaje sin nostalgia.
Es notable el modo en que Gustavo Álvarez Núñez construye, a lo largo de una novela de complejo entramado, un protagonista no solo descarnado, sino sin absolutamente ningún tipo de idealización, hacia el pasado o hacia el futuro. No se trata tampoco de un nihilismo puro y duro: en esta novela, las categorías históricas (las estéticas, también) se encuentran adelgazadas. Gustavo Álvarez Núñez sortea riesgos, entonces, al darle voz a una vida común, con un pasado que pertenece a una generación emblemática que sabe cuál es la respuesta, pero no sabe cuál es la pregunta.
Es en este sentido que la novela funciona como una suerte de respuesta: expone el archivo, el ideario del rock, la vida anterior, nunca responde plenamente a esa pregunta que tampoco se formula de modo abierto (¿tal vez sea la misma de la novela de John Williams?, ¿qué esperabas?), sino que puntúa la narración con una constelación de interrogantes: ¿se puede lograr la paz con uno mismo?, ¿qué le hubiese gustado ser?, ¿en qué se parece uno a todo lo que detesta?, ¿acaso haya tantas formas de consuelo como canciones?, que una, lectora, agradece porque operan no solo como clave de lectura, no solo como esos hilos invisibles que sostienen a las excelentes novelas de modo profundo, sino que resuenan en la propia vida, la vida de toda una generación.
Qué hago con la noche
Autor: Gustavo Álvarez Núñez
Género: novela
Otras obras del autor: Vidas epifánicas; Swet home, Panamericana; El sillón y la cama; Hip Hop. Más que calle; Leucofobia; Bailemos; Éramos tan modernos
Editorial: Tusquets, $ 14.200
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