Furor en Buenos Aires

“Lo que yo tengo con Argentina es una historia de amor que no se acaba”: Shakira encendió Vélez con un reencuentro inolvidable

La estrella colombiana abrió en Vélez su serie de cinco shows en Argentina con un concierto arrollador y emotivo. Un repaso de dos horas y media por su vida musical, su vínculo con el país y una noche que se sintió histórica.

Shakira deslumbró en el primero de sus tres conciertos en Vélez. Foto: Fenix Entertainment

La noche del 8 de diciembre no fue una más en Liniers. El barrio amaneció transformado: banderas, pelucas violetas, caderines árabes, glitter pegado a las veredas y grupos de fans ensayando coreografías como si se prepararan para una competencia internacional. Hacía horas que miles esperaban el reencuentro, algunos después de acampar durante la noche anterior. Era evidente incluso antes de entrar al Estadio José Amalfitani: Shakira no convoca público; convoca devoción.

A las 21.30, cuando se apagaron las luces y comenzó a sonar “La Huesera”, el estadio explotó. La caminata inicial —esa misma que ya es ícono del tour— encendió de inmediato a la multitud. Apenas tomó el micrófono, lanzó las palabras que emocionó a más de uno: “¡Estoy aquí, Argentina!”Y entonces sí, el estadio entero sintió que comenzaba un reencuentro largamente esperado.

Antes de avanzar con el repertorio, Shakira se tomó un momento para conectar con su público: “¿Por qué será que cuando vuelvo a Argentina yo siento que estoy en casa? Serán los tantos años que venimos queriéndonos, acompañándonos…”, dijo ante sus fans emocionados. Y siguió: “Lo que yo tengo con Argentina es una historia de amor… que no se acaba y que continúa. Gracias por esperarme, gracias por estar aquí. ¡Definitivamente no hay mejor reencuentro que el de una lobita con su manada argentina!”

De ahí en adelante, la noche se volvió una montaña rusa perfecta: emotiva, catártica, íntima y feroz por momentos.

Durante dos horas y media, Shakira desató un show que recorrió todas sus eras: la dulzura de “Antología”, el pulso global de “Hips Don’t Lie”, la épica latina de “La Tortura” y la vibración explosiva de “TQG”. La lista fue una celebración continua en la que convivieron sus inicios noventosos (“Estoy aquí”, “Ojos así”, “Pies descalzos”), los himnos que definieron a una generación (“Suerte”, “Waka Waka”), la trilogía emocional de su último álbum y los hits que dominaron rankings internacionales.

En “Estoy”, el pogo se armó solo: fuegos artificiales, saltos sincronizados y un coro de miles que convirtió al estadio en un solo cuerpo. Más tarde, con Acróstico y Don’t Bother, Shakira se volvió íntima y vulnerada por un instante, antes de renacer —como ya es marca registrada— con la energía salvaje de “Te Felicito”, “Chantaje” y “Hips Don’t Lie”.

Un mensaje para las lobas

En el tramo más reflexivo del show, habló sin rodeos sobre el amor, las rupturas y la reconstrucción: “Nos levantamos más sabias, más fuertes, más triple M. Las mujeres solas somos vulnerables, pero juntas somos invencibles”, dijo antes de interpretar “Don’t Bother” y "Soltera", y reforzar su declaración de principios: “El amor al otro es bonito, pero yo creo que es más bonito el amor propio”.

La escena siguiente fue símbolo puro: sobre una enorme “S”, Shakira bailó pole dance con libertad total, dueña del espacio y de la noche. 

Antes de “Soltera”, Shakira se tomó unos minutos para presentar a su banda, su familia profesional, como la definió ante el público. Recordó con emoción que tres de ellos la acompañan desde hace 25 años: Brendan Buckley, el baterista que marcó el pulso de sus giras más recordadas; Albert Menéndez, pianista y tecladista cubano cuya sensibilidad viene moldeando el universo sonoro de la artista desde hace más de dos décadas; y Tim Mitchell, su histórico guitarrista y director musical, un pilar artístico que la acompaña desde los inicios de su proyección global.

Luego presentó a las incorporaciones que renovaron esta gira: Donald Alford II, el nuevo bajista, e Ihosvani Conyedo, violinista y pianista cubano que compartió escenarios con Omara Portuondo, Rubén Blades y Pablo Milanés, y que en esta etapa aportó un brillo especial a los arreglos más íntimos.

"A mi gran amigo": el homenaje a Cerati 

El momento más emotivo llegó con “Día Especial”. Las imágenes de Gustavo Cerati dominaron la pantalla mientras Shakira lo miraba con admiración. Hubo lágrimas y abrazos entre el público. El estadio entero coreó: “Cerati, Cerati, Cerati”. Por unos segundos, Shakira cedió protagonismo para homenajear a su "gran amigo", como ella dijo. 

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En el bloque central llegó un tríptico directo al corazón: Antología, Día de Enero —que no había sonado en el Campo Argentino de Polo— y Pies Descalzos.

Antes de empezar, Shakira anticipó el regalo que el público esperaba: “Aquí está, lo prometido es deuda. Sé que lo estaban esperando”, dijo para presentar una de las canciones más personales de su repertorio: “Día de Enero”, la balada que escribió para Antonio de la Rúa. El estadio se volvió un karaoke emocional. Hubo gritos, llantos, risas. Para muchos, la banda sonora de su vida condensada en minutos.

La puesta visual fue un espectáculo en sí misma: la pantalla principal —una superficie en 8K, hipnótica— mutaba de pecera gigante a desierto, de lava líquida a metal precioso, acompasando la narrativa de cada canción como si se tratara de un universo que se regeneraba en tiempo real. En “Suerte”, Shakira bailó con dagas rodeada de lenguas de fuego, un homenaje explícito a sus raíces; en “Waka Waka”, el estadio se convirtió en una fiesta mundialista que trasladó a todos al 2010; y en “Loba”, invitó al público a liberar su propio aullido: el grito de “¡Auuu!” sacudió a Vélez de punta a punta.

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Uno de los recursos más celebrados de la noche llegó con los “Diez mandamientos de la loba”, textos que aparecieron en pantalla antes del tramo final: “Bailarás y cantarás para sanar”, “protegerás y cuidarás a tu manada por encima de todo”, “una loba no compite con las de su especie, las lobas se ayudan y se protegen”.

El último mandamiento, celebrado con gritos, coronó el guiño más directo de la noche: “Una loba no codiciará los bienes ajenos... ¡claramente!” La ironía, dirigida a su exmarido Gerard Piqué y a su pareja Clara Chía. 

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Cuando llegó “BZRP Music Sessions #53”, el estadio estalló por completo. Un cierre que explotó en baile, gritos y liberación colectiva. Shakira bajó a las vallas, se abrazó con sus fans, cantó rodeada de celulares y pulseras brillantes que iluminaban el camino como luciérnagas urbanas, recorrió los pasillos con una energía que pocas figuras de su talla mantienen a esa altura del show y volvió al escenario envuelta en una lluvia de shakidólares, los billetes ficticios con su rostro que volaron como confeti dorado. Fue el broche perfecto de un concierto pensado al detalle, donde nada quedó librado al azar: ni la narrativa, ni la puesta visual, ni la forma de agradecer cuerpo a cuerpo a quienes la acompañaron en su reinvención.

Así terminó la primera de sus tres noches en Vélez: con fuegos artificiales, con una Shakira plena, luminosa, dueña absoluta del escenariocon y un estadio que no quería dejar de cantar. La Loba volvió a dejar en claro que su vínculo con el público argentino es una historia de amor que se renueva cada vez que vuelve a pisar este país.

La celebración continuará este 9 y 11 de diciembre en Vélez, para luego seguir rumbo al Estadio Kempes de Córdoba, donde se presentará el 14 y 15 de diciembre. Un recorrido que ya promete repetir la emoción de anoche, capaz de conmover a generaciones enteras. Un reencuentro inolvidable: una noche en la que la música, la memoria y la energía colectiva hicieron vibrar a Buenos Aires como solo Shakira puede lograrlo.

DCQ