Molotov hizo temblar el Movistar Arena con un concierto que combinó celebración, memoria y una vigencia política que atraviesa generaciones. En el marco de la gira mundial “TXXXR 30 Aniversario”, la banda mexicana repasó tres décadas de carrera con un setlist que volvió a exponer su ADN: sátira afilada, crítica social, humor negro y una intensidad sobre el escenario que no pierde filo.
Poco después de las 21, la banda abrió con “Amateur (Rock Me Amadeus)”, un arranque eléctrico que encendió luces láser, levantó al público de sus butacas y marcó el pulso de la noche. Desde ese primer acorde, quedó claro que Molotov regresó a Buenos Aires con la misma intensidad que la hizo un referente del rock en español.

Luego llegaron “Chinga Tu Madre”, “Pendejo” y “Chanwich a la chichona”, una seguidilla que puso de relieve el puente entre sus orígenes y su presente. Las primeras banderas empezaron a flamear, los pogos se multiplicaron y el aire se cargó de una energía común, imposible de frenar.
Entre tema y tema, el grupo avanzó con clásicos filosos de los primeros discos —“Parásito”, “Rastaman-dita”, “Que no te haga bobo Jacobo”— que resonaron con fuerza en un contexto regional marcado por tensiones políticas y un discurso migratorio cada vez más hostil. Canciones nacidas en los ‘90 que hoy vuelven a leerse como himnos incómodos y, por eso mismo, necesarios.
La banda —Micky Huidobro, Tito Fuentes, Randy Ebright y Paco Ayala, con el regreso de Jay de la Cueva— se movió con una química aceitada, alternando instrumentos, roles y chistes internos. Jay aportó dinamismo y una teatralidad natural que elevó el ritmo del concierto: regaló púas, intercambió instrumentos sin respiro, se tiró al público y mantuvo un ida y vuelta constante que potenció el despliegue visual de la banda.


El corazón del concierto llegó con “Frijolero” y “Gimme tha Power”, coreadas a todo pulmón, sostenidas por un coro masivo que muchas veces tapó los parlantes. Es ahí donde Molotov vuelve a demostrar por qué sus canciones trascienden épocas: son piezas que registran tensiones sociales y las devuelven convertidas en grito compartido.
La banda sostuvo el ritmo con una seguidilla que incluyó “Marciano I y II”, en sus versiones cumbia y punk; “Dance and Dense Denso”; y “Quítate que te ma’sturbas”, que volvieron a encender el pogo en los laterales del arena. El show se apoyó en un juego de luces potente, con láseres y estrobos marcando cada cambio de clima.

Para los bises, Molotov apeló a su costado más lúdico y referencial: “Demoler”, el homenaje a Los Saicos, y “Rap, Soda y Bohemia”, su guiño recurrente a Queen. El cierre fue una ráfaga final: “Más vale cholo”, “Mátate Teté”, “Puto” y “¿Comprendes Mendes?”, que dejó a la multitud envuelta en un coro de despedida.
Tito, un regreso atravesado por historias personales
La presencia de Tito Fuentes tuvo un peso particular: el músico volvió a los escenarios tras atravesar un año marcado por once cirugías reconstructivas, un coma inducido y un proceso profundo de rehabilitación física y emocional. En octubre, él mismo compartió una imagen y un texto donde expuso las cicatrices visibles e invisibles que dejó ese período. No fue un relato épico, sino uno de vulnerabilidad: la salud mental, la presión profesional y el duelo por la muerte de sus padres como detonantes de su crisis.

Sin mencionarlo en el escenario, Tito tocó con una entrega clara y una sobriedad que el público registró. Para muchos fans, su presencia ya era una forma de celebración.
Molotov, 30 años después

Molotov no sólo festejó un aniversario. Confirmó que, con 30 años encima, sigue siendo una banda que encuentra nuevas formas de canalizar rebeldía, provocación y denuncia sin perder identidad. Entre banderas, saltos y alegría, Buenos Aires les respondió como siempre: con los brazos abiertos y los puños en alto.
El grupo seguirá la gira con fechas en La Plata, Rosario y Uruguay, donde continuará repasando este repertorio que ya funciona como archivo cultural de una región que se reescribe a cada crisis.
DCQ