El Movistar Arena se iluminó para recibir a una de las bandas más convocantes de los últimos años. Formados en La Plata y con seis discos que consolidaron un sonido que cruza rock, candombe, pop y reggae, Cruzando el Charco llegó a esta fecha en un punto alto de madurez artística. La despedida de Esencia —el álbum que impulsó una gira por 12 países, más de 80 shows y nuevas audiencias— funcionó como cierre de un año bisagra en su trayectoria y como revisión del camino que los llevó a ocupar un lugar central en la escena argentina.
“Tocamos por todos lados y hoy estar acá con ustedes es maravilloso. Muchísimas gracias”, dijo Francisco Lago apenas pisó el escenario, frente a un recinto colmado que lo ovacionó desde el primer acorde.

La puesta fue tan contundente como su año. Pantallas inmensas, colores vibrantes, efectos de fuego y un juego de luces que acompañó cada clímax construyeron el marco para una noche que combinó precisión técnica y emociones.
Coreadas por miles de voces, fueron llegando “Cada error”, “La última carta”, “Lo nuestro tiene magia”, “Cambiando de color” y “Encontrar”. También sonaron versiones encendidas de clásicos argentinos como “A mil” y “Volver a nacer”, que desataron saltos colectivos y un sonido más crudo, cercano al ADN rockero de la banda.

En medio de los festejos, Cruzando el Charco estrenó en vivo “Harto”, su último single. Una señal de rumbo, un puente hacia lo que viene. La banda lo presentó como el inicio de “una nueva etapa”, y el público acompañó como si fuera ya un hit instalado.
La lista de invitados convirtió el recital en una celebración compartida. Benjamín Amadeo subió para “Hoy”; Nahuel Pennisi aportó dulzura en “Sin final” y “El trato”; Beto Olguín encendió “33”; y Juan Subirá, anunciado por Lago como “el primero que creyó en nosotros”, disparó la fiesta con “Dueños del ritmo” y “Mi partida”. “¿Estamos para bailar?”, lanzó Subirá, y la respuesta del Arena fue un estallido de aplausos.

El momento más emotivo fue la aparición de Chano Charpentier para una versión nostálgica de “Nada nace”. La ovación fue inmediata: de pie, con el corazón en la garganta. Lago lo presentó así: “Disfruten, esto es algo hermoso para nosotros”. Chano llega en un momento de reactivación artística, mientras retoma el vivo y trabaja en nuevo material junto a su banda, Tan Biónica.


La sorpresa de la noche fue la aparición de Bait, el joven neuquino que se volvió viral rapeando en subtes y trenes. Lago explicó: “Es un groso, lo admiro mucho y se los quería presentar. Lo conocí en el subte”. Bait improvisó sobre “Cambiando de color” y la multitud lo adoptó al instante.
El bloque acústico: arpa, armonías y un Arena en silencio

En un tramo íntimo del show, Sonia Álvarez sumó su arpa para una versión estremecedora de “Roto”, seguida por “Coleccionando cicatrices”. Luego, Pennisi regresó para un tercer momento acústico con “Sin final”, que dejó al estadio en un silencio devoto. La despedida fue un estallido: “Soy”, “Puede ser”, “Para muchos más” y “Terminales” cerraron una noche en la que el Arena volvió a vibrar.
Molotov en el Movistar Arena: clásicos, pogo y un show feroz para celebrar 30 años de rock
Esencia fue el proyecto que redefinió a Cruzando el Charco: desde su grabación en Buenos Aires —registrada también en “Esencia en Vivo”— hasta una gira continental que los llevó por Argentina, Uruguay, España, México, Colombia, Perú, Paraguay, Chile y más.
Formada por Francisco Lago (voz), Nahuel Piscitelli (guitarra), Juan Matías Mnechon (bajo), Ignacio Marchesotti (percusión), Matías Perroni (batería), Damián “Ticky” Rodriguez (teclados) y Maximiliano Abal (guitarra), la banda navega con naturalidad entre el rock pop, la cumbia, el candombe y el reggae. Seis discos después, confirman que su identidad siempre vuelve al mismo lugar: la canción.
La despedida de Esencia en el Movistar Arena no fue solo el final de una etapa. Fue, sobre todo, una declaración: Cruzando el Charco no solo cruza fronteras; cruza generaciones, géneros y geografías. Y ya es, definitivamente, de la gente.
ML