crítica

Modos de contar una vida

Hija biográfica está hecha de ficciones, de las que los personajes se crean (el ensayo de Leonor y su amiga Camila de conocer a su madre biológica), pero también de aquellas que provee el cine a partir de las memorias maternas emperador romano hecho esclavo de su propia voz.

Foto: cedoc

Romina Paula se ha convertido a esta altura en una escritora de cierto renombre en la literatura argentina. Ahora bien, ese renombre no debería confundirse con la cantidad de ejemplares vendidos, ni con el deseo vanidoso de ver los libros expuestos en las vidrieras de las grandes librerías, ni con el fetichismo del autor (males crecientes de esta época, que alienta cada vez más a hablar de los autores y cada vez menos de los textos). Se trata de otra cosa: de practicar una literatura sutil, de baja intensidad, de situaciones por lo general pequeñas e íntimas, donde aparece el artificio del lenguaje y sus posibilidades de experimentación formal. Hija biográfica es una de esas novelas que, como sucedía con ¿Vos me querés a mí? (2005), Agosto (2009) y Acá todavía (2016), se crean a sí mismas su público lector.

La autora sitúa su texto en un pequeño pueblo de las sierras cordobesas llamado Los Hornillos. Allí vive Leonor (Leo), la protagonista, una chica que está en la transición de la niñez a la adolescencia, junto con Leticia, su madre adoptiva, y su pequeña hermana Jacinta. La novela construye la voz de Leo a partir de un tono de oralidad que combina por momentos el monólogo interior con la narración, en la que a su vez se cruzan sus experiencias con anécdotas fragmentarias de la vida de su madre. Es, a su modo, una historia de iniciación, pero aquí los aprendizajes nunca son directos ni lineales (la joven dirá, por ejemplo: “Increíble todo lo que me falta saber”), sino ambiguos y sinuosos, y el lenguaje registra esas vacilaciones y tanteos (“No diría que me asusté cuando me vino la sangre […] Lo que nadie me había dicho, y es lo que no me dejó dormir la primera noche, fue lo del dolor. ¿Qué es ese dolor nuevo en el cuerpo? Uno muy nuevo y punzante”). Luego, respecto de sus primeras experiencias escolares dirá: “La educación y la coherencia no son cosas que vayan tan de la mano, eso sí que es algo que se aprende muy al empezar”.

La cuestión biográfica atraviesa la trama, y es allí donde la novela indaga en los modos de contar una vida, de registrarla y de darle sentido, tal como sucede ya desde el principio con el epígrafe de Opus Gelber, la biografía de Bruno Gelber, de Leila Guerriero. Hija biográfica está hecha de ficciones, de las que los personajes se crean (el ensayo de Leonor y su amiga Camila de conocer a su madre biológica), pero también de aquellas que provee el cine a partir de las memorias maternas (El viaje de Chihiro, Zelig, Las vírgenes suicidas, Sacrificio). A su vez, como el cine, la novela recurre al montaje, tanto en la disposición de los capítulos, que no plantean necesariamente una sucesión temporal, como en el intento de (re)construir una vida en una fotografía recortada: “Mi familia de cuidado se las apañó para sumar un par de fotos a mi álbum. Lo habrán hecho para que no se me armara un bache. En casi todas se me ve en brazos que no tienen cara. Brazos, torsos y la parte superior de piernas que me alzan, me tienen”.

 

Hija biográfica

Autora:  Romina Paula  

Género: novela

Otra obra de la autora: ¿Vos me querés a mí?; Agosto; Acá todavía; Otra cosa es permanecer; Archivos de Word;  

Editorial: Entropía, $ 28.000