Claroscuros de la economía argentina por Roberto Feletti
El economista y exsecretario de Comercio Interior advirtió sobre la caída de la actividad productiva en el país y la necesidad de políticas coordinadas. Según explicó, “si las divisas hubieran quedado en el Banco Central, no tendríamos estas presiones y la tasa de interés sería mucho más baja”.
El economista y exsecretario de Comercio Interior en la gestión de Alberto Fernández, Roberto Feletti, ofreció un análisis crítico y preocupante sobre la situación económica actual de Argentina en el programa de Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190). Advirtió que la caída de la actividad productiva persiste y señaló que “si las divisas hubieran quedado en el Banco Central, no tendríamos estas presiones y la tasa de interés sería mucho más baja”.
El economista y político argentino Roberto Feletti posee una amplia trayectoria en la gestión pública y en distintos espacios del peronismo. Se desempeñó como secretario de Política Económica (2011-2013) y viceministro de Economía durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, junto a Amado Boudou. Asumió más tarde como secretario de Comercio Interior, entre octubre de 2021 y mayo de 2022, en la administración de Alberto Fernández, donde impulsó programas de control de precios, orientados a contener la inflación y garantizar el acceso a productos básicos.
En la apertura del programa mencionábamos dos posibles factores de reactivación. Por un lado, una baja en la tasa de interés una vez que el tembladeral se estabilice: así como su aumento redujo la actividad económica, una disminución podría impulsarla. Por otro, las reformas que impulsa el Gobierno, como la reforma laboral. También señalábamos que el mercado, en parte, ya hizo su propia reforma, con salarios en niveles históricamente bajos. El único punto pendiente sería la eliminación de los costos de los juicios laborales, algo que podría incentivar nuevas contrataciones de forma gradual. ¿Identifica algún otro factor que pueda reactivar la economía argentina?
A ver, el país tiene hoy dos vectores de competitividad. Uno es la energía —lo hemos hablado muchas veces—; pasó de ser un factor de retracción a convertirse en un factor de impulso. El segundo es el salario: efectivamente —y no lo celebro—, tenemos uno de los salarios mínimos, vitales y móviles más bajos de Latinoamérica. Somos la mitad del salario mínimo de Uruguay o de Chile, y alrededor de dos tercios del de Brasil. En resumen: dos vectores, mano de obra y energía. Además, los precios internacionales de los productos que exporta el país se mantienen firmes debido a la crisis hegemónica y las tensiones globales, lo que le permite tener precios y costos acordes.
El problema grave es que el modelo actual se sostiene en una tasa de interés alta, que funciona como el precio que se paga para que los tenedores de pesos no los abandonen y no vayan al dólar. Esto surge de los desequilibrios de un programa económico que tuvo, sin embargo, la oferta de divisas para resolverlos. Yo no me canso de repetirlo.
No es que la crisis cambiaria sea de este gobierno. En abril, el dólar estaba por debajo de los 1.150 pesos. El Gobierno recibió 12.000 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional (FMI), otros 2.000 millones más adelante y 7.000 millones de las cerealeras por una liquidación anticipada con baja de retenciones. Aun así, estamos en esta situación, apoyándonos en esos dos vectores de competitividad y en los precios internacionales.
Creo que una política con un programa financiero sustentable en relación con la deuda sería clave. No sé cuáles son los acuerdos, porque en realidad nadie lo sabe con precisión: no hubo un anuncio conjunto de los dos presidentes aclarando los términos. Si efectivamente existe un paquete de ayuda para ordenar el programa financiero de deuda, la baja del riesgo país debería derivar en una baja de la tasa de interés. Y el Gobierno deberá definir qué tipo de equilibrio fiscal busca. Por un lado, necesita ordenar el frente externo: no puede sostener esta apertura importadora sin afectar la balanza de pagos; por otro, debe diseñar un programa fiscal distinto, que recupere la inversión como motor del consumo.
Eso permitiría una baja en la tasa de interés y una salida más ordenada. Hoy contamos con condiciones de competitividad internacional inéditas, basadas en tres pilares: mano de obra barata, energía y precios externos favorables.
El dólar, inevitablemente, aumentó cerca del 35% en los últimos meses, aunque el impacto inflacionario fue limitado. Pero esa “estabilidad” se logró a costa de una fuerte recesión: con tasas que superan el 90% para el consumo con tarjeta y más del 100% para las pymes, la economía real paga un costo altísimo.
Si el tipo de cambio siguiera ajustándose —por ejemplo, hasta los $1750— y solo una parte de esa devaluación se trasladara a precios, podría mejorar la competitividad externa. De hecho, un dólar tan bajo como el de meses atrás había agravado los problemas de importación y restado competitividad a la industria. Pero una devaluación forzada por el mercado también puede destruir ingresos y profundizar la recesión. El desafío histórico del peronismo fue mantener un tipo de cambio lo bastante alto para sostener la industria, pero no tanto como para pulverizar los salarios.
Hoy el escenario es distinto: el crecimiento se apoya en una renta financiera extraordinaria. La especulación con tasas altas y dólar estable impidió la acumulación de reservas en el Banco Central. Aunque los bancos no atraviesan su mejor momento, quienes logran moverse con precisión entre activos en pesos y tipo de cambio acumulan ganancias rápidas. Pero esa lógica coyuntural no construye desarrollo. Ahora, si hoy salís con una devaluación abrupta sin un programa económico detrás, que implique administración del comercio exterior y compensación de ingresos —sobre todo para los sectores más humildes—, vas a tener una situación realmente grave. Efectivamente, equilibrarías el sector externo, porque se importaría muy poco. Una devaluación provoca una caída de las importaciones.
¿Y qué pasa con el sector industrial? ¿Qué pasa con los insumos? No hablo de la importación de bienes finales. Me parece que lo que tiene que ir es a un tipo de cambio competitivo, pero apoyado en lo que estamos diciendo: hoy Argentina tiene oportunidades que antes no tenía en términos de energía.
Nunca voy a estar alentando una devaluación pura y dura. Sería brutal decir: “Bueno, esto lo corregimos con un salto cambiario”. Sí, claro, seguramente será un tipo de equilibrio, incluso en lo fiscal. ¿Cómo corregís que el ministro de Economía pasó 10 o 15 días en Washington y, como exviceministro, vos sabés que las misiones no eran de 15 días, y se supone que logra ayuda para cerrar un programa financiero, bajar el riesgo país e ir a un equilibrio externo más ordenado? Una cosa es salir de la convertibilidad con 30.000 millones de dólares de reserva, y otra, con 10.000.
Ahora, ¿creés que este Gobierno y este presidente van a implementar un programa de salida ordenada que permita bajar la tasa de interés y ordenar las variables económicas? Tengo serias dudas.
Después de las elecciones, es probable que el sistema de bandas quede obsoleto, sin un dólar fijo. Podría implementarse una modificación del sistema cambiario con cierta durabilidad, lo que ayudaría a reducir la tasa de interés. Sin embargo, si esta modificación es la única medida, no sería suficiente para resolver los problemas económicos.
La economía argentina atraviesa su tercer trimestre consecutivo de caída. ¿Qué herramientas podría utilizar el Gobierno para revertir esta situación?
El superávit comercial fue de US$ 921 millones en septiembre con gran aumento de importaciones
La principal sería la baja de la tasa de interés, aunque por sí sola no alcanza. Un acuerdo con Estados Unidos que aporte divisas permitiría reforzar reservas, ordenar el sector externo y ajustar la política fiscal, generando un margen más cómodo. Con ese apoyo, se podría reducir el superávit de dólares destinado al pago de deuda mediante el swap. Si esas divisas hubieran permanecido en el Banco, las presiones serían menores y la tasa de interés, mucho más baja.
MV / EM