Educación

Crisis en las aulas y reforma educativa libertaria: qué cambios propone

La investigadora del CONICET Marina Larrondo cuestionó los puntos centrales del borrador de la reforma educativa impulsada por el Gobierno y advirtió: "Los chicos no están aprendiendo".

Apenas el 10% de los jóvenes llegaron al último año de la secundaria en el tiempo previsto. Casi un 40% menos que hace 6 años. Foto: CEDOC / Perfil

Marina Larrondo, investigadora del CONICET y doctora en Ciencias Sociales, criticó los fundamentos de la propuesta de reforma educativa del Gobierno nacional y aseguró que los problemas de aprendizaje, la sobrecarga docente y la crisis de la escuela secundaria no se resuelven con una nueva ley nacional. "El Estado nacional, en su rol de coordinador, tendría que estar haciendo ahora es un diagnóstico y un análisis sobre estos problemas, y no proponiendo una nueva ley", sostuvo en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190).

Marina Larrondo es doctora en Ciencias Sociales por el IDES y la Universidad Nacional de General Sarmiento, magíster en Educación por la Universidad de San Andrés y licenciada y profesora en Sociología por la Universidad de Buenos Aires. Se desempeña como investigadora adjunta del CONICET en el Centro de Investigaciones Sociales de IDES. Integra el grupo de estudios en Políticas y Juventudes del Instituto de Investigaciones Gino Germani en la UBA y el grupo de trabajo de CLACSO, Juventudes e Infancias. Es docente regular de la asignatura Práctica de la Enseñanza del Profesorado de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Ha publicado libros y artículos científicos y de divulgación sobre juventudes, activismo político y problemáticas de la escuela media.  

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¿Te conmovió ayer cuando en los Martín Fierro cuando "CONICET"?

Sí, mucho. Es un momento que es muy difícil para nosotros. Además de nuestro puesto laboral, ahora la última novedad es que se corta el financiamiento para nuestra investigación, y eso es devastador. Realmente no sabemos cómo vamos a seguir las ciencias sociales. Además están especialmente cuestionadas, pero es para todos el peligro de no poder continuar con nuestro trabajo.

Pero las ciencias sociales más en particular, ¿no?

Las ciencias sociales, sí, por la interrupción del financiamiento es para todas las disciplinas. Las ciencias sociales adicionalmente tienen un desprestigio constante, una cuestión de hacer esta propaganda permanente de que no sirve, de que son inútiles, de que no hay un retorno a la sociedad. Y este es el adicional que tenemos, pero el corte del financiamiento es para todos, desde quienes investigan nanotecnología y quienes investigan tratamientos o nuevos avances para el cáncer, hasta los arqueólogos, los paleontólogos, los sociólogos, como es mi caso, que trabajamos en temas de juventud y educación. Es bastante devastadora la situación pensando cómo vamos a seguir en los dos planos, tratar de darle continuidad a nuestro trabajo, es difícil sin recursos, y pensar cómo vamos a hablarle a la sociedad y al mundo de la política para dar respuesta a esto.

Entremos entonces en tu tema de especialidad, que tiene que ver con la reforma educativa. Me gustaría escuchar tu opinión general sobre ella.

Podemos hablar desde muchos lugares. A mí lo que más me preocupa es la educación básica, primaria y secundaria, que es lo que más sé, y dentro de la educación básica, la escuela media. Yo trabajé un poco en temas de política educativa y tengo muy presente el momento en el que se hizo la reforma. Mi pregunta es el contexto en el que se da este texto que plantea cuestiones, muchas son grandes novedades que, si se implementan, realmente son un gran cambio. Gran cambio no quiere decir que sirva para mejorar, y acá voy a mi lectura.

Esto es un borrador que se lanzó, no se sabe. Yo no sé cuál es el diagnóstico en el que se basan para proponer que la solución a los problemas que atraviesa la escuela argentina hoy, que son muchísimos. Nunca vi un anudamiento de problemas así que se resuelvan con una nueva ley y con una nueva norma nacional, y con una nueva ley que además plantea estas características. Justamente yo tengo mi costado de trabajo de pedagoga, soy especialista en formas de enseñar a los chicos, pero soy investigadora del CONICET. Cuando uno plantea un diagnóstico y plantea soluciones para ese diagnóstico, tiene que tener muy claro la causa y el efecto. ¿Por qué esta solución para este problema?

En la escuela secundaria hay muchos problemas: los chicos no están aprendiendo. Hay una crisis muy grande en la relación familia-escuela, vemos todos los días conflictos, las familias que entran en las escuelas, los docentes tienen muchos problemas para sostener su autoridad. Eso es otro problema. Los temas del rezago, de la falta de asistencia, de la dificultad para sostener la regularidad escolar, mucho ausentismo. Rezago quiere decir cuando no terminan o no van avanzando en el ciclo escolar en tiempo y forma. Hay una crisis tremenda, dicho por los propios chicos, de la salud mental adolescente en todas sus variantes. También el problema que están teniendo los docentes a la hora de enseñar con el tema de la inteligencia artificial, los celulares, las distracciones, que son problemas que también están en la familia, las familias que tienen que trabajar.

Entonces, todo ese cúmulo de problemas, que son los problemas que están detrás, en mi diagnóstico, para que los chicos no aprendan, ¿por qué se solucionarían con una nueva ley nacional? Esa respuesta, que para mí es la clave, ese salto explicativo de diagnóstico no está. Yo sigo un poco quiénes adhieren a estas ideas del Gobierno, que son la autonomía escolar y todo lo que plantea la ley. Yo ya lo he estudiado, todos los que venimos del campo educativo hemos estudiado qué es la autonomía escolar, sabemos los casos en los que se basa, pero que ese enfoque sobre la educación pueda llegar a funcionar para resolver estos problemas, la verdad es que no sabemos en qué supuestos se basan, en que estas son las soluciones adecuadas para estos problemas que tenemos.

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La pérdida de la autoridad no es solamente un problema de los profesores y de los maestros, es un problema de autoridad mundial. La desatención continua que plantean las nuevas plataformas y los nuevos dispositivos es otro elemento mundial. Cuando analizamos estos problemas que tenemos en la educación argentina, primaria y secundaria, ¿en comparación con otros países? Es decir, ¿en otros países pasa lo mismo o en nuestro caso hay un agravante por lo que habría que buscar una causa adicional y concurrente con esta que se da en todo el mundo?

Sí, son problemas globales. Lo que pasa es que la posibilidad que vos tenés para encararlos se diferencia mucho, en primer lugar, en cómo está la sociedad civil en términos de cómo la gente puede sostener a sus familias, qué recursos cuenta la escuela para hacer frente a esto. En la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, hay una estrategia de limitar muchísimo el uso de celulares. Resolver no quiere decir que se va a resolver, quiere decir encarar, probar, ensayar, en educación no hay recetas tipo me tomo un medicamento y curo el problema. Pero para hacer ese tipo de cosas no es necesario cambiar la ley nacional de educación.

Entonces, no tengo respuesta de que, si bien son problemas a nivel global, cada país, de acuerdo a sus normativas y a sus posibilidades reales de plantear políticas, es incomparable, porque los países tienen distintas formas de organización y el financiamiento es distinto. Entonces, esos andamiajes institucionales y esos instrumentos dependen mucho del sistema educativo, de cómo esté organizado, pero difícilmente se modifiquen o se mejoren porque cambie la ley marco nacional.

Lo que podríamos decir es que hay una serie de problemáticas mundiales que afectan a la educación mundial y hay otras que son específicamente de este país, y las que son específicas de este país pareciera que tienen que ver con la economía.

Sí, con la crisis económica, con los recursos concretos, humanos y económicos con los que cuentan las escuelas para afrontarlos. Y también es cierto, con algunas normativas que se han hecho a nivel jurisdiccional o algunas tendencias pedagógicas que, según lo que los docentes manifiestan, no estarían funcionando, o al menos estarían trayendo problemas.

Yo hablo a partir de recoger testimonios de docentes. Los docentes de la escuela secundaria mencionan que la cuestión de evitar la repitencia y de reemplazar los exámenes por instancias intensificadoras o compensatorias no estaría dando buenos resultados en términos de la capacidad que tienen para atender la demanda de aprendizaje de los jóvenes que no están aprendiendo. Ese es un problema.

El otro gran problema que los docentes manifiestan es que muchas veces, debido a un enfoque que está bien, que es inclusivo, están llamados a atender a muchas particularidades que tienen que ver con la inclusión de jóvenes con problemas vinculados a discapacidades o a dificultades de aprendizaje y que no tienen los recursos suficientes para afrontar esos problemas.

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Ahí hay una cuestión de orden cultural y filosófica. En el pasado se era más severo y, si la persona no aprendía, se la aplazaba; y si se la aplazaba, repetía; y si repetía y no continuaba mejorando, no terminaba el colegio secundario. En los últimos años hay una tendencia a ayudar a que las personas terminen aunque no aprendan del todo, como una actitud filosófica que va más allá de lo pedagógico. Obviamente, eso trasciende a los profesores, es una demanda social macro que va más allá de la educación.

Sí, hay que matizar mucho eso porque la escuela secundaria desde el año 2006 es obligatoria. Entonces, no es tan fácil decir: “Bueno, volvamos a la vieja escuela secundaria donde si aprendías, aprendías, y si no te aplazabas y arreglate vos”. Es necesario diseñar formas de apoyo para el aprendizaje, para estudiantes que antes no ingresaban y que ahora es un derecho de ellos estar y permanecer.

Lo que sí es un problema es el modo en cómo esto se está vehiculizando. En un contexto cada vez más crítico social hace que las formas que la escuela siempre ha tenido para enseñar, para evaluar y para hacer aprobar o no aprobar, estalle por el aire. Porque para diseñar buenos dispositivos de apoyo, para que puedan ayudar a quienes realmente tienen dificultades, se hace falta recursos, hace falta una visión. Uno podría decir esto a los docentes que inclusive acompañaron estas reformas, que dicen que hay demasiado, entre comillas, progresismo, en el sentido de que más que las mil oportunidades faltan incentivos para que los que aprueban sientan que están consiguiendo algo distinto.

Podemos estar horas discutiendo porque hay muchísimas formas de atender a estas demandas de aprendizaje y de apoyo, son discusiones estrictamente pedagógicas y didácticas, y que además están limitadas por los recursos. Si yo tengo una cantidad de recursos que alcancen para contratar la cantidad de docentes que necesito, seguramente esto va a ser distinto. Entonces, se le pidió a la escuela un conjunto de cosas que no está pudiendo cumplir porque no tiene los recursos humanos ni materiales para hacerlo.

Pero estas cuestiones, en mi perspectiva, no tienen su origen ni su solución en los cambios que plantea esta ley. De hecho, los cambios que plantea esta ley incluso podrían profundizarlos, porque además no se habla de la aprobación, no se habla de las características de los estudiantes. Puede ser que se me escape algo, pero no habla de la participación de los jóvenes. Sabemos los que trabajamos en esto que una de las formas más efectivas de mejorar la relación de los jóvenes con la escuela es que estén en la escuela y que participen en cosas. Acá no menciona nada de todo eso. La participación siempre pasa por los padres. Hay un borramiento que la otra ley sí lo contempla, hay un borramiento de las subjetividades juveniles.

No se menciona la valorización de la ciencia, la valorización del arte, solo se habla de contenidos mínimos. Entonces hay un desfasaje, en mi perspectiva. Tengo muchos colegas que trabajan en autonomía escolar y creo que nadie lo dijo, pero hay un diagnóstico solapado. Esto bajo la hipótesis de una lectura de buena fe del Gobierno, de querer realmente mejorar las cosas. Estoy entendiendo que para esta perspectiva la autonomía escolar podría solucionar estos problemas. Digamos que una mayor participación de los padres, no sé bien qué padres ni cómo, podría mejorar esto. Yo no encuentro el vínculo, ese puente causal que diga que si las escuelas son más autónomas los problemas que acabo de mencionar van a tener un mejor tratamiento. La verdad que no lo veo. Ese es mi diagnóstico compartido. Están los informes de UNICEF, de Argentinos por la Educación y hay muchas discusiones en relación a los métodos de alfabetización, a cómo es la mejor manera de incluir, de favorecer que los jóvenes terminen, de mejorar.

Para mí hay otra cuestión que es central, que es la salud mental adolescente, que los propios chicos mencionan sentirse mal, como una rémora también de la pandemia. Me parece que lo que se tiene que estar discutiendo es todas estas cosas que estoy diciendo. El Estado nacional, en su rol de coordinador, de promotor de políticas, tendría que estar haciendo ahora es un diagnóstico y un análisis sobre estos problemas, y no proponiendo una nueva ley. Si el objetivo es consagrar ideológicamente la libertad absoluta de enseñanza de las familias y de elegir la educación de los hijos, bajo el supuesto de que la prioridad absoluta en educación es que la familia diga lo que quiere que sus hijos aprendan, buenísimo. Esta ley es para eso. ¿Es para solucionar los problemas que hoy tiene la escuela? No, no lo veo. No sé si está claro.

 

TV/ff