Tras la derrota electoral

La autocrítica de Alejandro Vanoli sobre la economía K

El economista, último presidente del Banco Central durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, reconoció limitaciones de la política económica del kirchnerismo y dijo: “No alcanza con decir ‘no a Milei’”.

Alejandro Vanoli sobre la salida del cepo: “Es un plan B que se impuso por la pérdida diaria de reservas” Foto: Cedoc Perfil

Alejandro Vanoli, ex presidente del Banco Central entre 2014 y 2015, analizó la economía kirchnerista y al rumbo actual del peronismo. En diálogo con Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190), sostuvo que “el peronismo ha quedado algo viejo, muy atado a fórmulas” y que necesita una renovación de liderazgos y propuestas para volver a conectar con los sectores medios y jóvenes.

Alejandro Vanoli es licenciado en Economía de la Universidad de Buenos Aires. Ocupó importantes cargos en la Comisión Nacional de Valores, destacándose como presidente del organismo en el año 2009. También fue presidente del Banco Central de la República Argentina entre los años 2014 y 2015. Además, fue director ejecutivo de ANSES. Actualmente se desempeña como director de Síntesis.  

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Andrés Malamud, el politólogo y académico que vive en Lisboa, Portugal, dijo en una netrevista en Cenital que, en el pasado, el desarrollo siempre se dio de la mano de los Estados Unidos. Corea del Sur, por ejemplo, se desarrolló con el apoyo de Estados Unidos después de su guerra, como Japón y Europa con el Plan Marshall. Alguien podría decir lo mismo de China. Ahora Argentina estaría “bendecida”, porque Estados Unidos pareciera haber elegido a nuestro país como una de esas fuentes de desarrollo. ¿Cuál es tu visión de lo que está pasando y lo que va a pasar?

Creo que no tenemos que caer en los extremos. El país, hasta el domingo pasado, tenía una serie de problemas que siguen existiendo. Es verdad que la billetera de Donald Trump permitió no solo sostener al gobierno de Javier Milei, sino también que gane las elecciones. Por supuesto, no fue el único factor, pero sí uno central. Pareciera ser que, en el corto plazo, quizás por algunos meses o un tiempo, puede haber un ingreso de capitales financieros que sostengan la estabilidad cambiaria y de precios. En esos procesos había tres o cuatro cosas que creo que hoy están totalmente ausentes. Tanto Corea del Sur como Japón, países estratégicos que recibieron la ayuda de Estados Unidos, en primer lugar tuvieron acceso al mercado estadounidense y pudieron desarrollar políticas proteccionistas. Yo no veo eso en el gobierno de Milei, y me parece más grave todavía cuando el mundo está volviéndose proteccionista.

En segundo lugar, no veo un gobierno en Argentina que tenga una estrategia de desarrollo. Me temo que lo que hay es una mirada según la cual exportando productos primarios podemos tener viabilidad. Pero cualquier proceso de desarrollo se nutre de una estrategia más variada, que implica desarrollar el agro, la industria y los servicios, no meramente una economía de enclave que venda productos sin elaboración. Entonces, no veo ni un gobierno con una estrategia de desarrollo que dé los incentivos correctos para un crecimiento sostenido, ni una clase empresaria que los tenga o los aproveche. Me parece que tiene que ver con décadas en las que no hemos podido generar un proceso estable de crecimiento económico e inclusión social.

Cuando se le planteaba eso a Malamud, él respondía que hay una visión de desarrollo en este Gobierno, pero que no es un desarrollo industrial de la segunda ola, como la de una inversión de 25.000 millones de dólares de OpenAI para construir un supercentro de datos en la Patagonia. Dijo que eso demuestra que el desarrollo económico del futuro viene de las nuevas tecnologías, no de las viejas. ¿Te parece que puede haber una economía de la tecnología que sustituya a lo que fue la economía industrial hace 50 o 70 años?

Yo no lo veo. Incluso el anuncio de OpenAI fue parcialmente relativizado por la propia empresa. Con lo cual, tenemos que mirar más las realidades que los anuncios. En segundo lugar, tendría cuidado. Todo está muy ligado a la relación Milei-Trump. No sé cuán sostenible puede ser eso con un presidente como Trump, que no tiene reelección, y con Milei. Generalmente, los procesos de confianza y de inversión llevan tiempo e inversión. Muy probablemente muchos inversores, no financieros, sino reales, digan: “Veamos qué pasa en 2027”.

Además,  Trump está realizando una gira por Asia en este momento y antes de su encuentro con China estuvo reunido con la primera ministra de Japón. Allí celebró que Toyota, una de las principales firmas automotrices japonesas, va a invertir en Estados Unidos. O sea, el sector automotriz sigue siendo clave. Me parece importante avanzar en todo lo que tiene que ver con la inversión en conocimiento, pero tiene que haber un tejido productivo integrado. Esto es clave en términos de empleos de calidad.

¿Qué crítica le hacés al peronismo respecto al resultado de las elecciones, que tienen como sustrato una crítica a la economía del peronismo? Independientemente de si la cara es Cristina Kirchner o Axel Kicillof, la crítica es que la economía que ustedes plantearon fracasó y por eso no los votaron, al menos un porcentaje significativo de la población.  

Yo creo que el peronismo se debe todavía una autocrítica profunda, no solo sobre lo que fue el gobierno del Frente de Todos, sino también de todo el proceso anterior, desde 2003, con sus logros, pero también con sus limitaciones, errores e insuficiencias. El peronismo hoy, lamentablemente, no está expresando una propuesta atractiva para ciertos sectores medios, para los jóvenes, para las provincias de la Pampa Húmeda. En los últimos 15 años, después del conflicto con el campo, hubo una pérdida de votos, salvo en 2011 y parcialmente en 2019.

No veo hoy una propuesta clara y alternativa. No alcanza con decir “no a Milei” o “no nos gusta este modelo”. Hay muchas cosas por dirimir: una conducción, nuevos liderazgos y propuestas concretas. Sigue habiendo un estado deliberativo, el mismo internismo y los loteos que se vieron en las listas de candidatos. Eso genera rechazo en la sociedad. Ojalá haya una discusión de proyectos, y quizás una interna o unas PASO que realmente ordenen, con alguien que pueda conducir y encarnar una propuesta clara y coherente, no como en 2019, donde se eligieron candidatos y después se vio qué hacer.

Pero independientemente de quién sea el candidato, ¿no debería haber una actualización de las concepciones económicas?

Lo que tiene validez es la mirada humanista, una visión de desarrollo, un proceso de distribución del ingreso, defensa del empleo y del mercado interno. Esas cosas son indiscutibles. Ahora, todo lo que tiene que ver con los instrumentos y la forma de implementar debe discutirse. En ese sentido, tengo la visión de que el peronismo ha quedado algo viejo, muy atado a fórmulas, y que incluso ya no logra empatizar con ciertas demandas nuevas y demandas jóvenes.

 Por ejemplo, creo que sin duda los instrumentos se aplican según las necesidades del contexto. Aún gobiernos muy conservadores o de derecha han tenido que ser intervencionistas. Pero me parece que anclarse en propuestas permanentes basadas en restricciones cambiarias o en prohibiciones de importaciones, no tiene sentido. Hoy hay una parte importante de la sociedad que quiere tener productos importados, acceder a dólares, viajar. Entonces, tiene que haber un equilibrio.

Recuerdo una obra seminal de Diamand, El péndulo argentino, sobre los momentos en que había políticas populistas, donde se exacerbaba el consumo y la gente vivía mejor, pero que luego caían por la restricción externa; y gobiernos que confiaban en el endeudamiento y la fuga de capitales, que también terminaban con una restricción externa, paradojalmente. Me parece que hace falta una síntesis, un proceso de desarrollo sostenible que tenga equilibrios, que no sea ni el proteccionismo absoluto con incentivos incorrectos, ni tampoco el libre mercado total.

Entonces, el peronismo tiene que encontrar una forma de tener un discurso para un 20% de la sociedad que es fluctuante. Veo un país donde hay un 40% de ideas ortodoxas o liberales, conservadoras o antiperonistas; un tercio peronista; después un porcentaje menor, 7 u 8%, de izquierda u otras formaciones; y un 20% fluctuante. Ese sector permitió que ganaran Mauricio Macri, Javier Milei y también Alberto o Cristina Fernández. Es a ese sector, quizás no muy politizado, con aspiraciones, al que hay que llegarle con un discurso claro. Y creo que los dirigentes, lo primero que tienen que hacer, es escuchar y ver esas demandas, y a partir de eso construir nuevas músicas.

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Vos marcás un problema entre fines y medios: el fin claramente es el humanismo y la felicidad del pueblo. Como una ética utilitarista, sería la mayor cantidad de felicidad para la mayor cantidad de gente posible. El problema son los medios, como los instrumentos que usó el peronismo: emitir, tener déficit fiscal, no endeudarse. No hay instrumentos nuevos, el tema es cómo se combinan. Entonces, la crítica o autocrítica sería al mal uso de determinados instrumentos, porque los instrumentos son los que están. Deberían reconocer que no se debe emitir de manera descontrolada y generar inflación con demanda agregada.

Creo que hay restricciones y que hay que alejarse de los dogmatismos. Es tan malo decir “no importa el equilibrio fiscal” o “no importa emitir sin control”, como generar políticas rígidas, como fue la convertibilidad. En última instancia, los países deben poder usar los instrumentos según el contexto. El tema es cómo y cuándo.

También te agregaría una dimensión temporal. Por ejemplo, cuando se salió de la crisis del 2003, establecer subsidios relativamente indiscriminados a la energía fue un buen instrumento. Haberlo prolongado en el tiempo de manera indiscriminada generó una presión fiscal y, además, por la falta de racionalización del consumo, una restricción externa. No es que los subsidios sean malos o buenos: el tema es a quiénes se aplican, por cuánto tiempo y con qué objetivo. Ese grado de fineza es central.

Creo que muchas veces el peronismo, y también el no peronismo, se enamoraron de los instrumentos, como Carlos Menem, Domingo Cavallo o Fernando De la Rúa de la convertibilidad. El kirchnerismo, de los controles. Yo, siendo presidente del Banco Central, dije que no se podía desendeudar tan rápido. ¿Por qué? Porque se estaban perdiendo reservas, caían los precios de los commodities y estaba el conflicto con los holdouts de Griesa. Entonces, una política que fue virtuosa en un momento dejó de serlo después. Haberla continuado generó tensiones que se volvieron en contra del propio programa económico.

Puedo entender que se continúe abusando de los subsidios porque eso produce felicidad en el pueblo y votos. Pero continuar con el desendeudamiento, ¿a qué obedeció? ¿A una creencia ideológica, a un acto de soberanía, a la idea de que deuda y dependencia van juntas, o a una mirada casi metafísica que asocia la deuda con algo diabólico, ligado a Estados Unidos?

No tengo una respuesta cerrada, pero me parece que Cristina encarnó esa decisión. Creo que se trató de una cuestión de inercia: si algo sale bien, se mantiene. Por ejemplo, en su primer gobierno, el país estuvo muy cerca de arreglar con el Club de París, no en 2014 cuando se concretó, sino en 2007-2008, incluso con los fondos. Néstor Kirchner, en ese momento, leyó correctamente que se venía una crisis financiera internacional y cambió la agenda económica: de una más moderada y ortodoxa a una agenda más keynesiana, defensiva.

Hasta el Fondo Monetario Internacional (FMI), Estados Unidos y Europa adoptaron políticas keynesianas, pero en la Argentina se extendió sin los ajustes necesarios. No haber corregido cuestiones como la política energética o la del desendeudamiento llevó a tensiones crecientes. Por ejemplo, la estatización de YPF llegó tarde y de una forma que quizás podría haberse hecho de otra manera, con resultados externos diferentes que hubieran dado más aire al gobierno y llegar en condiciones cambiaras no tan complejas.

¿Hay en la esencia cultural del peronismo una idea de que endeudarse es someterse a Estados Unidos?

Creo que habría que volver a Juan Domingo Perón. Es ora época, pero hablo del pragmatismo. Cuando entendió que había que ajustar, lo hizo; cuando comprendió que debía acercarse a Estados Unidos y permitir inversiones extranjeras, también lo hizo. Endeudarse no es malo si se hace para obras de infraestructura o proyectos que generen recursos para repagarla. El problema es endeudarse para financiar déficit o consumo.

Hoy, ni con deuda ni sin deuda se invierte lo suficiente, y eso genera un “default productivo”. Generalmente, los defaults financieros vienen después de los defaults económicos. Incluso las empresas transnacionales están pidiendo que el Estado tenga presencia, que impulse obras e infraestructura. Por eso, sacralizar el equilibrio fiscal sin una visión de desarrollo tampoco es sostenible. No habrá inversión ni crecimiento sin infraestructura, y tampoco estabilidad social sin atender al “default social”, que también es muy preocupante.

TV / EM