Leandro Illia comparó la visión geopolítica de Milei con la de su padre
El hijo del expresidente Arturo Illia, repasa el legado político y humano de su padre, reflexiona sobre el rumbo del radicalismo y traza paralelos con la actualidad argentina. “No se puede dirigir un país desde un escenario de música”, señaló, al analizar la improvisación en la política.
“Mi padre iba casi todas las semanas a la Academia Nacional de Medicina, cuando estaban Leloir, Houssay y Favaloro”, señaló Leandro Illia al recordar a Arturo, el médico y presidente que, dice, “no se podía improvisar” en el ejercicio del poder. En Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190), entre anécdotas y definiciones, repasa el legado de un radicalismo que “perdió su brújula esencial” y que, desde Gualeguaychú, “se derechizó y se alejó de su gente”.
Leandro Illia es docente, abogado y un dirigente histórico de la Unión Cívica Radical, conocido principalmente por ser el hijo menor del expresidente argentino Arturo Humberto Illia. Fue asesor del bloque radical en la Cámara de Diputados. Durante la presidencia de Raúl Alfonsín fue designado interventor de la Caja de Asignaciones Familiares para el Personal de la Industria, y posteriormente asumió la presidencia de la entidad con respaldo de la UIA y la CGT en 1989.Volvió a desempeñarse como asesor del bloque radical, esta vez en el Senado de la Nación. Más tarde fue designado mandatario judicial del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires hasta el año 2020.
Contame, si vos tuvieras que contarle quién fue tu padre a la nueva generación que no lo conoció, ¿cómo resumirías quién era él?
Sintéticamente, en el libro lo cuento, y el motivo fundamental del libro "Arturo Illia, mi padre" es que las nuevas generaciones, las actuales y las futuras, puedan entender cuál fue el proceso histórico que le tocó asumir a mi padre. Fundamentalmente, dos aspectos de su gestión. Primero, que cumplió con todo lo que prometió. Todo lo que prometió, todo se cumplió. Y, en segundo lugar, el soporte moral y ético fue su conducta. Él siempre decía que hay que enseñar con la conducta, con la conducta y con la conducta.
No se puede improvisar en política, decía él también. Y bueno, esto es un hecho histórico que me tocó vivir a mí, y trato de trasladarlo a través de mi memoria y de mi testimonio, en el cual escuché y viví todos esos acontecimientos que además me interesaban políticamente. Así que, bueno, está un poco en vivo, diríamos, con actores muy importantes de esa época, y un poco detrás de la puerta, que es lo que cuento: varias decisiones muy importantes para el país que se tomaron tanto en la Casa de Gobierno como en la Quinta de Olivos.
¿Qué hubiera hecho don Arturo?
¿Qué prometió?
Primero la regulación de los contratos de petróleo, que fue su decisión trascendente. Segundo, la Ley de Medicamentos. Tercero, tener una política internacional totalmente independiente. Es decir, de bilateral, que era en ese momento Estados Unidos y la Unión Soviética, él rompió con el convenio con China, y fue el primer gobierno latinoamericano que hace un convenio. Si bien Perón había establecido algo en principio, nunca mandó nada, hasta que lo hace don Arturo.
Mi padre ya en su concepto internacional, tenía en mente Asia en el año 62, cuando es electo gobernador de Córdoba. Me acuerdo de una entrevista que le daba Valtierra. Íbamos en el coche, nos llevaban a Cruz del Eje, mi pueblo, y Valtierra le hizo una pregunta sobre política internacional. Mi padre le dice: “Mire, el continente del futuro es Asia para América Latina. No solo para Argentina, para América Latina”. Y es así: él ya tenía ese concepto desde el año 62, cuando asume en el 63. ¿Qué es lo primero que plasma él? Estaba el secretario de Agricultura, que era Wade Kugler, que se iba a un congreso mundial en la FAO, en México. Entonces le dice: “Si usted lo ve a Josué de Castro, que era el presidente de la FAO, dígale que lo invito al país”. Bueno, Kugler va, lo encuentra y lo invita. Y efectivamente, Josué de Castro se portó muy bien con el país y viene.
Esa noche lo recibo yo en Olivos, porque mi padre estaba haciéndose atender en Córdoba. Así que estábamos Kugler, Josué de Castro, yo, que tenía 19 años, y mi padre. Empieza la conversación a través del protocolo. Ni siquiera el decano estaba; estaba afuera. Entonces mi padre le dice: “Mire, Argentina tiene mucho interés en poder comercializar con China”. ¿Por qué? Porque mi padre sabía que Josué de Castro había sido asesor de la reforma agraria china durante 10 años. Entonces le dice: “Yo tengo mucho interés, Argentina tiene mucho interés, y algunos países me han hecho saber que también tienen interés en comercializar con China. ¿Usted podría, de alguna manera, prestar en el buen sentido del término una interconexión con China?? Porque no teníamos nada: no teníamos embajador, no teníamos relaciones, no teníamos absolutamente nada.
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Entonces él se ofrece voluntariamente: “Sí, sí, estoy dispuesto, a través de la FAO, voy a intervenir con mucho gusto”. Entonces mi papá le pregunta dos cosas. Le dice: “Primero, ¿China está en condiciones de pagar algún tipo de exportación que le hagamos de materias primas?”. No había el yuyito en esa época, no estaba la soja. Entonces, ¿sabés lo que le contestó Josué de Castro? Le dice: “Mire, presidente, a China no le vendan 100, 200 o 1000 toneladas de lo que sea. Véndanle al país, que se lo va a pagar a través de su agente financiero, que es el Banco de Londres de Hong Kong, al contado, en libras esterlinas”. Y así fue. Además, en el convenio que se hizo, China se hacía cargo de todo el flete, del costo, del seguro.
Su padre rompió el contrato de las empresas petroleras, que en su gran mayoría eran norteamericanas o inglesas. Quiero marcar el alineamiento: dijo “no” a Estados Unidos, “sí” al multilateralismo, “sí” a China. ¿Cuánto le resuena de eso, 60 o 70 años después?
Bueno, la visión que tuvo. Y no era únicamente con China: era con India también. Habló dos o tres veces con el primer ministro indio, porque también tenía interés, y con África. África también era un continente que entraba en la negociación, en la amplia percepción geoestratégica.
Y cuando hace la comparación con Milei, ¿qué se encuentra?
¿Qué le voy a decir? Mi padre decía una cosa muy importante: no se puede improvisar. Y lo otro es la defensa irrestricta de la soberanía nacional. Por eso los contratos. No hay relaciones carnales, no hay relaciones dependientes de un país. Mire, yo estuve en China hace cinco años, y realmente China comercia con todo el mundo. Todos los países del mundo comercian con todo el mundo. Y otra cosa muy importante, que es lo que quiero enseñar en el libro y que me interesa que las generaciones jóvenes conozcan: no se puede improvisar en política. En política usted puede hacer cualquier cosa, menos improvisar. Y acá se está improvisando mucho. Con eso le digo un aspecto fundamental.
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Interesante, porque por ejemplo, se pone el acento, en el caso de su padre, en que las generaciones más jóvenes se quedan con una línea de la biografía: su condición de médico. Entonces, la pregunta sobre los componentes humanistas. Ahora, su padre había sido primero gobernador de Córdoba. Entonces, había una experiencia absolutamente de la administración pública. Pero además, en ese ser en sí, del médico que lo llevó siempre dentro, y de hecho volvió a ejercer su profesión, hubo una experiencia política, un cursus honorum, que es lo que usted marca, si no entiendo mal, en el caso de Milei: la inexperiencia en la administración de lo público. ¿Y qué le pasa a usted cuando las generaciones jóvenes no le dan ningún valor a la no improvisación? Consideran que la improvisación es, al contrario, una virtud.
Claro. No se puede dirigir un país desde un escenario de música. Está muy claro esto. Además, le cuento una sola cosa. Mi padre iba casi todas las semanas a la Academia Nacional de Medicina, cuando estaba Favaloro. Le voy a contar una anécdota de Favaloro, que es muy importante y la estoy contando en el libro. Favaloro, un día lo invita al Hospital de Clínicas. No lo conocía mucho, solo de la Academia Nacional de Medicina. Le dice: “Bueno, vamos, lo llevo yo”. Yo tenía un Fiat 600, que era lo único que tenía, no tenía ni casa. Nunca tuve casa acá, hasta ahora.
El día del golpe, mi padre tuvo que ir a la casa del hermano porque no tenía casa en Buenos Aires, ni siquiera un ambiente. Y yo tuve que ir a la casa de una tía mía porque no tenía dónde estar. Le dije, cuando bajábamos esa escalera, esa noche del golpe: “¿Dónde voy yo?”. Y me dijo: “Vos vas a la casa de tu tía, de Mego y Tito”. Bueno, no importa. Favaloro lo invita, lo llevo yo. Estamos con Favaloro, paseamos por varios pabellones viendo a los enfermos. Entonces, Favaloro le dice: “Está al día, presidente, yo lo voy a invitar que venga de nuevo, así vemos otra recorrida, otras cosas que no hemos visto todas”. Bueno, como al mes y medio, una cosa así, cuando papá estaba en Buenos Aires, vamos nuevamente a ver a Favaloro.
Estamos ahí, y me dice: “Tenemos que ir de acá a una cuadra, a Fechoría, el restaurante Fechoría, famoso”. Le dice: “Porque ahí le voy a enseñar una cosa, doctor”. “Bueno, presidente.” Llegamos al restaurante, y el dueño le dice: “Presidente, lo están esperando”. Abre la puerta y había 50 médicos parados, aplaudiéndolo a don Arturo. O sea, Favaloro le había organizado eso. Y él habló con cada uno de los médicos, porque saludaba a todo el mundo. Así que, para él, la ciencia y la técnica eran fundamentales. Bueno, Leloir dijo dos días antes, que estuvo comiendo con él, que fue una época de oro para las letras argentinas, el gobierno de Arturo Illia.
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No me gustaría no tomar a su padre también como un significante del radicalismo, de los valores del radicalismo, de lo que el radicalismo representó en la política argentina. Y así como le pedí la comparación con Milei, le pido la comparación con el radicalismo actual.
No, sí, sin duda. Creo que el radicalismo realmente se viene equivocando hace muchos años. Se profundiza esto en la Convención de Gualeguaychú, diríamos. Y, obviamente, los hombres que se hacen cargo del partido están totalmente desorientados y han perdido la brújula esencial del carácter humanístico, filosófico, ontológico.
¿La bisagra es esa convención de Gualeguaychú?
Sí, de alguna manera, esa es la bisagra. Diríamos, para marcar un hito. Creo que ahí empieza la derechización del partido y la desaparición del radicalismo como protagonismo político esencial en la historia argentina.
¿Subsumirse en el PRO? ¿Quién es responsable ahí? Yo lo entrevisté muchas veces a Ernesto Sanz por este tema, y le preguntaba a Ernesto, y él me decía: “Mire, a mí me van a juzgar por la cantidad de nuevos gobernadores e intendentes que tenga el radicalismo. El radicalismo estaba muy golpeado después de la crisis de De la Rúa. Y si usted quiere, por debajo del radar del PRO, el radicalismo recuperó varias gobernaciones, decenas de intendencias que no tenía antes de la Convención de Gualeguaychú”. En un sentido, es verdad. Al mismo tiempo, son como sectores feudales: cada uno de ellos es un cacique de su lugar, pero el radicalismo, en su conjunto, no logra articular algo nacional. No sé cómo ve usted esta disyuntiva.
No. No la comparto con Gualeguaychú. Yo después fui convencional nacional del partido. No lo compartí ahí, porque realmente fue una equivocación histórica. Nosotros no podíamos sino rescatar el radicalismo. Tenemos una esencia nacional, una caracterización. Somos un partido de abajo hacia arriba. Representamos la civilidad argentina. Somos un partido de amplitud, de pluralidad. No somos de arriba para abajo, no somos autoritarios ni corporativos: somos democráticos.
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Entonces, cuando usted ve a un gobernador como Cornejo, por ejemplo...
Sí, yo creo que está totalmente desnaturalizado del radicalismo. Ese no es mi radicalismo. No me siento, de ninguna manera, identificado ni con Cornejo ni con muchos que, en esa época, tuvieron una gran responsabilidad histórica. Lo que realmente me llama la atención es que no hicieron mea culpa Al radicalismo le falta una gran autocrítica. Y, aparte, se ha aislado de su gente. Fíjese que hay gente que dice que es radical y, sin embargo, dice que el partido no existe. Digo: ¿cómo no existe? “Y, sí, vos sos radical”. “Sí, pero no existe a nivel nacional”. Se ganó a nivel provincial, pero se perdió a nivel nacional.
¿Y cómo sigue?
Esta es nuestra lucha. Yo estoy inmerso en eso, sin ningún tipo de cargo. No me interesa. Somos muchos y por eso también escribí este libro, con esta visión, para que las actuales y futuras generaciones conozcan lo que fue el gobierno. Ahí yo sutilmente delineo no solo la línea programática del radicalismo, sino que nosotros no somos ni ultraliberales ni populistas. Jamás fuimos populistas. Lo delineo a través de la planificación que mi padre hizo en el Plan Nacional de Desarrollo, porque la planificación no es ni antiprivatista ni estatista. Planifica cualquiera. Hoy China planifica a 50 años.
Hoy hay esto que se llama peronismo cordobés que de alguna manera logra esta continuidad de casi un cuarto de siglo. Porque, en realidad, el peronismo cordobés es radical.
Mire, hay una respuesta para eso, que la escribe César Tcach, sociólogo y politólogo cordobés, dice lo siguiente: “El peronismo es la continuidad del conservadurismo en la Argentina”. Esa es la síntesis que hace en el libro.
Pero no se vaya del peronismo cordobés, porque el peronismo cordobés parece distinto del resto del peronismo, y ha demostrado algo socialdemócrata: una convivencia entre Estado y mercado en proporción, que produce desarrollo y cierto grado de justicia social dentro del contexto de las limitaciones generales. ¿Aprendieron mucho de su padre?
Creo que sí. Creo que han aprendido del radicalismo, de papá, de Sabattini, de Amadeo del Castillo. Fíjese que las obras más importantes de infraestructura de Córdoba se hicieron durante el radicalismo del 36 al 43. Y luego, Schiaretti las reproduce, al menos en parte, en otra dimensión y en otra época.
¿Usted diría que, en realidad, Schiaretti de alguna manera se inspira en su padre?
Creo que sí. Yo le agradecí mucho porque él estuvo cuando yo doné la casa de mi padre, que había sido regalada por el pueblo de Cruz del Eje. Yo la doné, y Schiaretti estuvo. Lo había invitado el intendente, y siempre se lo agradecí. Creo que es un hombre importante para la política argentina, sin duda.
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