Cuando dejamos de vacunarnos, las enfermedades vuelven

En los últimos tiempos estamos frente a una señal que preocupa: cada vez menos personas cumplen con los esquemas de vacunación, tanto en niños y niñas como en adolescentes, adultos y personas mayores.

Crece la preocupación en América por los brotes de sarampión. Foto: REPERFILAR

Durante muchos años, la vacunación fue una de las políticas de salud pública más efectivas y consensuadas de la Argentina. Gracias a ella, logramos prevenir enfermedades graves, reducir internaciones y evitar muertes.

Sin embargo, en los últimos tiempos estamos frente a una señal que preocupa: cada vez menos personas cumplen con los esquemas de vacunación, tanto en niños y niñas como en adolescentes, adultos y personas mayores. Las coberturas contra las enfermedades vienen descendiendo y eso nos expone a un riesgo que no debemos subestimar.

Las vacunas son herramientas seguras, eficaces y probadas, que activan las defensas del organismo y fortalecen el sistema inmunológico. Muchas contienen virus o bacterias atenuadas que entrenan al cuerpo para responder frente a enfermedades que pueden ser graves o incluso mortales.

 

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¿Por qué entonces se está vacunando menos? Las causas son múltiples. La desinformación, que circula con facilidad y sin controles, juega un rol central. También los efectos pospandemia, que alteraron hábitos de cuidado y debilitaron estrategias territoriales de prevención. A esto se suma una menor percepción del riesgo: cuando una enfermedad deja de verse, se la empieza a minimizar.

Pero la realidad es contundente: hoy hay muertes por enfermedades que estaban controladas. Y eso debería interpelarnos como sociedad.

En este contexto, vuelve a ponerse en agenda la importancia de la vacunación antigripal. Mientras en algunos países circula una cepa de gripe que no estuvo contemplada en sus vacunas, en Argentina la vacuna antigripal anual sí protege frente a la cepa H3N2 que hoy preocupa a nivel internacional. Por eso, la recomendación es clara: vacunarse todos los años y hacerlo a tiempo, especialmente las personas con mayor riesgo, para evitar complicaciones, internaciones y muertes.

Un ejemplo claro de las consecuencias de la baja cobertura es la vacuna triple bacteriana, incluida en el Calendario Nacional de Vacunación, que protege contra la difteria, el tétanos y la tos convulsa. Hoy estamos viendo nuevamente casos graves e incluso muertes por tos convulsa, una enfermedad evitable. No se trata solo de vacunarse una vez, sino de completar los esquemas y aplicar los refuerzos correspondientes en tiempo y forma.

 

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También es importante recordar que la vacunación en Argentina es obligatoria por ley. Existe un marco legal que protege el derecho a la salud de niños, niñas y adolescentes, porque las vacunas no son solo una decisión individual: son una política pública que cuida a toda la comunidad. Cuando baja la vacunación, las enfermedades regresan.

En este entramado, los farmacéuticos cumplimos un rol sanitario fundamental. Además de ser el primer punto de consulta para muchas personas, las farmacias son centros de vacunación, lo que permite acercar esta política pública a los barrios, reducir barreras de acceso y fortalecer las estrategias de prevención. Allí, los farmacéuticos, como profesionales de la salud, vacunamos, asesoramos, informamos, acompañamos y promovemos la importancia de completar los esquemas de vacunación, despejando dudas y generando confianza.

Vacunarse no es una decisión aislada. Es un acto de responsabilidad, de cuidado y de solidaridad. Protege a quien se vacuna, pero también a quienes lo rodean. Defender la vacunación es defender la salud pública, la prevención y el derecho a vivir en una comunidad más segura.

Las vacunas salvan vidas. Hoy, más que nunca, es necesario recordarlo.

 

*  Presidenta de la Confederación Farmacéutica Argentina y del Colegio de Farmacéuticos de la Provincia de Buenos Aires

cp