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Educar para decidir

Futuro. ¿Qué podemos hacer para apoyarlos en su desarrollo? Foto: shutterstock

La incertidumbre sobre el bienestar de nuestros hijos, a menudo genera en nosotros una profunda ansiedad y temor. Nos preocupamos constantemente por su futuro, cuestionándonos si estamos haciendo lo suficiente para guiarlos en un mundo lleno de desafíos y riesgos.

En este contexto, surge una pregunta fundamental: ¿qué podemos hacer para apoyarlos en su desarrollo? Esta inquietud nos lleva a reflexionar sobre el momento adecuado para preparar a nuestros pequeños en la toma de decisiones, tanto en su vida cotidiana como en el ámbito escolar.

La presión social y las expectativas que enfrentan, sumadas a la influencia omnipresente de las redes sociales, hacen que nuestra labor como cuidadores sea más crucial que nunca. En un entorno donde el miedo a lo desconocido y la ansiedad por el futuro pueden ser abrumadores, es esencial comprender cómo dotar a nuestros hijos de las herramientas necesarias para navegar con confianza por la vida.

Por ello, es imprescindible cuestionarnos: ¿desde qué momento debemos comenzar esta formación? ¿Cuáles son esas decisiones importantes que deben aprender a tomar?

No se trata únicamente de elecciones trascendentales, como decidir qué carrera estudiar o qué oficio abrazar. También existen decisiones cotidianas que, a menudo, pasan desapercibidas, ocultas para la mirada de los padres o de las familias. Como adultos responsables y cuidadores, nuestra labor es ayudar a nuestros hijos a discernir y elegir en función de sus deseos y necesidades.

Esta habilidad debe desarrollarse desde pequeños, para que, en momentos o situaciones desafiantes, puedan tomar decisiones adecuadas. Por ejemplo, en una reunión o en una “previa”, deben ser capaces de elegir no consumir alcohol o designar un conductor responsable para manejar al volver a casa. En redes sociales, verificar quién intenta contactarlos y tener la posibilidad real de consultar con un adulto si hay dudas sobre la seguridad de ese contacto.

Un aspecto clave para fomentar la confianza de nuestros hijos es demostrarles que creemos en sus capacidades, siempre adaptándonos a su edad. Darles responsabilidades en el hogar y aceptar sus errores es fundamental. Al mostrarles que errar es humano y compartir nuestras propias equivocaciones, les enseñamos la importancia de la humildad y del reconocimiento del error, habilitándolos para reconocer sus propias equivocaciones.

También debemos recordar que la confianza se construye a lo largo de los años; demora en constituirse, pero una sola mentira la puede destruir. Por eso, es vital ser cuidadosos en nuestra forma de educar, recordando que somos modelos a seguir y que ellos hacen lo que ven mucho más que lo que escuchan.

De este modo, es necesario mantener los límites de manera firme, para poder ser coherentes en nuestras decisiones educativas y formativas. Reflexionar sobre la severidad del límite en relación con la falta cometida nos ayudará a establecer una disciplina justa. Como decía el papa Francisco: “Límites pocos, pero firmes”.

La coherencia es la base de la pedagogía de la confianza que permite a los hijos tomar decisiones responsables y libres desde una edad temprana, confiando en sus propias familias. Esta educación los ayuda a autoprotegerse cuando la supervisión adulta no está presente.

Además, si cometen errores, deben sentir que pueden acudir a sus cuidadores –madres, padres, familia en general– en busca de ayuda y comprensión. Este enfoque es esencial para formar personas capaces de proyectarse hacia una vida plena y con sentido, y así alcanzar el bienestar tan deseado.

*Investigadora y profesora de la Maestría en Intervención de Poblaciones Vulnerables del Instituto de Ciencias para la Familia de Universidad Austral.