Hambruna, muerte y esperanza: Gaza en primera persona
Después de perder a su hijo en un bombardeo y sobrevivir a la hambruna en Gaza, el periodista palestino Kayed Hammad reconstruye desde España el testimonio de una vida bajo asedio.
El periodista, traductor e intérprete palestino Kayed Hammad vivió dos décadas en Gaza trabajando como fixer para medios internacionales. Sobrevivió a la hambruna, perdió a su hijo mayor en un bombardeo y debió mudarse 17 veces en menos de dos años antes de lograr salir con su familia. Hoy, desde España, cuenta su historia en exclusiva para PERFIL.
La cárcel más grande al aire libre
Martín Picón: Usted dijo que Gaza era la cárcel más grande al aire libre. ¿Cómo era vivir allí bajo asedio?
Kayed Hammad: Los israelíes nos contaban las calorías para darnos lo indispensable y que no muriéramos. El agua no era potable, era apenas agua. Para sobrevivir llegamos a comer pienso para animales, incluso alimento para perros. La harina venía mezclada con arena, casi incomible, pero había que tragarla igual. Muchas veces ni siquiera había sal. Repetíamos siempre lo mismo: pan duro, arroz, y de nuevo arroz. Mis hijos buscaban leña y hasta plástico para encender el fuego. El humo era tan espeso que dejaba los ojos llorosos, la ropa impregnada, y la cocina se transformaba en un lugar de sufrimiento. Cocinar así era un acto de resistencia y también de vergüenza: mostrarle al mundo esos platos en fotos era doloroso, pero necesario.
MP: ¿Cómo surgió el proyecto Menú de Gaza?
KH: Un periodista amigo, Mikel Ayestaran, me preguntaba cada día si habíamos comido. Un día me pidió una foto de nuestro plato. Así nació la idea: mostrar un plato al día. Lo que parecía una semana se convirtió en 500 recetas. El proyecto comenzó en Instagram en febrero de 2024. Mi esposa Amal cocinaba lo que encontrábamos, mi hija Dalia hacía las fotos, y mi hijo Monjed buscaba leña. Ese testimonio cotidiano se convirtió en un archivo de hambre y resistencia. Al principio nos daba pudor mostrar un pan seco, una sopa aguada, pero después entendimos que era la única forma de contar la verdad.
Arroz con arroz
MP: ¿Y por qué eligieron cerrar con “arroz con arroz”?
KH: Porque ya no quedaba nada más. El arroz representa la hambruna. Lo hemos comido tantas veces que mi familia ya no lo soporta. Pero también era una forma de mostrar que, incluso con nada, seguimos vivos. La receta número 500, arroz con arroz, se transformó en un símbolo: la repetición como denuncia y como constancia. Ese plato vacío de esperanza fue también una bandera: aquí seguimos, aunque sea con lo mínimo.
MP: Su hijo Omar murió en un bombardeo. ¿Qué recuerda de ese momento?
KH: Omar tenía 24 años. Salió a buscar una medicina para un herido y cuando volvía, una bomba cayó en el camino. Murieron él, un enfermero y varios civiles. Lo más doloroso fue que su cuerpo recién lo pudimos recuperar una semana después. Enterrar a un hijo no tiene palabras. Lo llevamos en el corazón de su madre, de sus hermanos y en el mío. Recorrer 8 kilómetros para buscar medicinas y volver con la muerte lo resume todo. Esa semana de espera para recuperar su cuerpo fue interminable: cada día íbamos al hospital, preguntábamos, y cada día volvíamos con las manos vacías.
Empezar de cero
MP: Usted mencionó que en menos de dos años se mudaron 17 veces. ¿Cómo se vive así?
KH: Es como cargar la vida en bolsas de plástico. Cada mudanza significaba empezar de nuevo con nada: improvisar cocina, buscar agua, adaptarse. Era como jugar a esconderse de la muerte. Recogíamos las pocas pertenencias en bolsas, siempre apurados, sin saber si volveríamos a ver esa casa. Dormíamos en el suelo, en colchones prestados, sin ventanas, con miedo a que la siguiente bomba cayera allí. Lo peor era ver el miedo en los ojos de mis hijos cada vez que decíamos: “Nos vamos otra vez”. En cada mudanza dejábamos atrás vecinos, amigos, recuerdos, y volvíamos a empezar de cero. Era un círculo infinito de pérdidas.
MP: ¿Qué sucede cuando alguien llega herido a un hospital en Gaza?
KH: Los médicos no tenían nada. Me dijeron: ‘Lo siento mucho, no puedo darte ni una aspirina’. Operaban sin anestesia, sin morfina, sin calmantes. La gente gritaba, la carne humana se pudría por falta de medicamentos. El olor era insoportable, una mezcla de sangre y carne quemada. Los médicos lloraban junto a los pacientes porque sabían que no podían hacer nada. Yo pensé que morir era mejor opción que quedar herido sin ayuda. Estar herido en Gaza era una condena. Lo repetí muchas veces: es peor estar herido que morir, porque no hay esperanza de atención.
MP: ¿Cómo fue el recorrido para salir finalmente de Gaza?
KH: Fue un milagro. Durante veinte años trabajé con periodistas españoles y latinoamericanos. Ellos escribieron cartas al Ministerio de Exteriores. Un día me avisaron que iba a salir. Subimos a un bus de la Cruz Roja, once horas de viaje con las cortinas cerradas. Cada tanto se escuchaban disparos y sabíamos que había francotiradores apuntando. Nadie podía hablar, solo mirábamos al suelo. Los controles militares eran interminables: bajarse, mostrar papeles, esperar, volver a subir. Al llegar nos dieron comida caliente. Para mis hijos, que nunca habían visto el mar, fue como despertar en otro planeta. Ese viaje fue el fin de una etapa y el comienzo de otra.
Menú de Gaza
MP: ¿Siente culpa por haber logrado salir cuando tantos quedaron atrás?
KH: Sí, convivo con esa culpa. Salí por mis hijos, no podía negarles una vida segura. Pero mi corazón sigue en Gaza. Dejamos hermanos, sobrinos, dos millones de personas atrapadas. Me siento responsable de quienes quedaron allí. Cuando como un plato en paz, pienso en los que siguen contando las calorías que reciben para no morir. Esa culpa me acompaña siempre: aunque respire aire limpio, aunque mis hijos duerman seguros, yo sigo soñando con Gaza cada noche.
MP: Hoy ese testimonio también se transformó en un libro. ¿Qué significa Menú de Gaza para usted?
KH: Es un testimonio de dignidad. Quinientas recetas que cuentan cómo sobrevivimos a la escasez y al hambre. El libro es bilingüe, tiene más de 340 imágenes y más de 450 páginas impresas en papel muy fino. Fue posible gracias a 2.500 mecenas que aportaron más de 100.000 euros. Para nosotros es la prueba de que seguimos vivos. Recibió el Premio Ortega y Gasset y un premio de fotoperiodismo por su constancia en mostrar la vida bajo asedio. Para mí, cada página es un recuerdo de dolor y también de resistencia: el mundo puede ver lo que era nuestra mesa vacía y nuestra dignidad llena.
MP: ¿Qué piensa hoy, después de tanto dolor, sobre el rencor y la venganza?
KH: El rencor no lleva a nada. Nosotros lo que pedimos es libertad, vivir como cualquier ser humano en el mundo. No pedimos nada especial. Queremos estar en nuestra tierra, libres y seguros. La venganza no construye nada, la humanidad sí. Yo no enseño a mis hijos a odiar; les enseño a recordar y a esperar la justicia. Esa es la diferencia entre venganza y humanidad.
Sobre el periodista Kayed Hammad
Kayed Hammad (Gaza, fecha no pública) es periodista, traductor e intérprete. Durante más de veinte años trabajó como fixer para medios internacionales en la Franja de Gaza. En 2025, junto a su familia, protagonizó el proyecto Menú de Gaza, que retrató en 500 platos la vida bajo asedio. El trabajo recibió el Premio Ortega y Gasset y el Premio Zampa de Fotoperiodismo. Tras 17 mudanzas y la muerte de su hijo mayor, fue evacuado a España, donde hoy reside.
MU
También te puede interesar
-
Macron le dijo a Trump que recibirá el Nobel de la Paz "solo" si resuelve el conflicto en Gaza
-
Emmanuel Macron declaró que Francia reconoce al Estado de Palestina y afirmó: "Nada justifica la guerra actual en Gaza"
-
La ONU aporta las pruebas del genocidio que comete Israel en Gaza
-
El ejército israelí intensificó la ofensiva y confirmó la entrada de tanques en Gaza