Acontecimiento motivador

La fuerza de la pequeñez

. Foto: Cedoc Perfil

Diciembre trajo muchas emociones. El triunfo de la Selección tiene aristas. Una de ellas es que los niños y las niñas aman a los jugadores. Los “muchachos” son hombres de 20 a 35 años; varios son padres. Algunos tienen “cara de nene”, como Messi, Julián, el Dibu, Enzo. En un país donde muchos “pibes” no gozan de lo necesario para vivir dignamente, los futbolistas dieron alegría. Los que no vivían en 1978 ni en 1986 vieron por primera vez la copa, ahora en manos de Messi. No somos cándidos ni idealizamos. Los futbolistas tienen virtudes y defectos, y pertenecen a la maquinaria del fútbol global. La lógica de la simplicidad los ayuda a no agrandarse y la humildad engrandece.

Al regresar a sus clubes y barrios, los jugadores, líderes inspiradores, se hicieron oradores más creíbles que los máximos dirigentes del país. El discurso de Julián en Calchín es ejemplar porque alentó a crecer trabajando apoyado en su propio testimonio. En cambio, los que se creen superiores juegan al simulacro. No son fiables. Convierten la fase agonal de la lucha por el poder en una grieta permanente para su beneficio. Algún día caerán, como todos los poderosos. La política no es la dimensión más profunda. La gente común valora el afecto, la religión, la música, la educación, el juego. En mesas de Nochebuena se comentaba que en los festejos no hubo banderas ni cantos partidarios.

La sencillez de los campeones tiene una fuerza conmovedora. Muchas familias se reunían a ver los partidos. Ante el talento individual y el sentido de equipo, hasta los más duros soltaban lágrimas. El torneo era más que fútbol porque esta sociedad herida y frustrada necesitaba un acontecimiento motivador y vinculante. El triunfo esforzado, sufrido y gozado simboliza lo que el poeta francés Charles Péguy llamó “la pequeña esperanza”. Cuando se levanta a un niño y se lo hace saltar, se verifica que los padres mueven a los hijos y los chicos arrastran a los grandes. Los adultos trabajan para que sus hijos tengan un futuro mejor y son impulsados por la fuerza que reciben de ellos. Así surge el realismo de la esperanza, que supera la bipolaridad entre el optimismo y el pesimismo.

La Navidad celebra el nacimiento de un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre para animales en la periferia del Imperio Romano. Se esperaba un suceso magnífico, aconteció un hecho común. El grande se hizo pequeño. La lógica de una ilustración estrecha, ya expresada por algunos pensadores griegos y romanos, consideró que eso era indigno de Dios y rechazó al cristianismo como religión de débiles. No descubrió la paradoja del amor por la que Dios se achica y se hace bebé, hombre, pobre, trabajador, itinerante, maestro, y termina siendo crucificado. La fe cristiana proclama la humildad de un Dios que, por bondad, asumió la fragilidad y enseñó su poder transformador.

El mundo no es un hogar amable para los chicos que sufren pobrezas, abusos y violencias. No obstante, niños golpeados por la guerra en Ucrania prepararon regalos para soldados de trinchera. En nuestro país, el 50,1% de la población tiene menos de 30 años. La pobreza en niños de 0 a 17 años es del 61% y en jóvenes de 17 a 29, del 43,8%. Es una injusticia que clama al cielo. No obstante, muchos chicos se pusieron la camiseta argentina y salieron a festejar con sus padres o abuelos. Se dieron las manifestaciones populares más grandes de nuestra historia. Como antecedente está la Misa de Juan Pablo II en la avenida 9 de Julio el Domingo de Ramos de 1987, opacada por la posterior sedición carapintada. Tengo una foto aérea que toma la multitud hasta Constitución.

Todo bebé causa dolor y alegría. Jesús llora con los que lloran y ríe con los que ríen. Por el niño de Belén Dios sigue viviendo en la condición humana, nos comparte su vida y es fuente de fiesta. En el Romance del nacimiento, san Juan de la Cruz lo escribió con la belleza de la lengua castellana.

“Pero Dios en el pesebre / allí lloraba y gemía / que eran joyas que la esposa / al desposorio traía.

Y la Madre estaba en pasmo / de que tal trueque veía: / el llanto del hombre en Dios, / y en el hombre la alegría, / lo cual del uno y del otro / tan ajeno ser solía”.

*Decano de la Facultad de Teología de la UCA.