Un presupuesto para la IA parece un mundo lejano
El del 2026 no contempla un mañana auspicioso porque “es un plan concebido con la lógica de un mundo pre-IA”, dice el autor. “Lo más alarmante no es lo que omite, sino lo que quita: el artículo 30 propone derogar la Ley de Financiamiento del Sistema de Ciencia y Tecnología”.
Septiembre de 2045. En el Instituto de Biología Computacional de Puerto Madryn, el modelo de IA “Ballena Azul” completa la secuenciación genómica de la merluza negra. En horas, identifica marcadores genéticos para acelerar su crecimiento, posicionando a Argentina como líder mundial en acuicultura. Mientras tanto en Mendoza, drones optimizan los viñedos con datos agronómicos. El campo y el mar argentinos ya no dependen de la suerte, sino de la anticipación algorítmica.
Este futuro es un ejercicio de diseño riguroso. Imaginar un mañana ambicioso nos obliga a crear las oportunidades hoy. Acá es donde la visión choca con la realidad: el Proyecto de Presupuesto 2026 es el diseño de un sendero que se aleja de ese futuro posible. No contiene las semillas de 2045, sino la decisión de administrar la escasez en vez de invertir en la abundancia. Es un plan concebido con la lógica de un mundo pre-IA.
Un presupuesto que mira por el retrovisor
El Presupuesto 2026 habla el lenguaje de la contabilidad, no el de la estrategia. Busca un superávit financiero, una meta crucial para la estabilidad. Estabilidad también es invertir hoy en las tecnologías e innovaciones que mañana ayudarán a pagar las cuentas.
Lo más alarmante no es lo que omite, sino lo que quita: el artículo 30 propone derogar la Ley de Financiamiento del Sistema de Ciencia y Tecnología. Mientras en el mundo se planifican inversiones por billones de USD en ciencia y particularmente en IA, Argentina da pasos en el sentido contrario.
Expertos alientan la inversión en biotecnológica para favorecer el desarrollo económico y social
Las cifras lo confirman. Frente a los $106 billones para Servicios Sociales y $14 billones para Deuda Pública, las partidas para la modernidad son marginales. El cupo para la Economía del Conocimiento es de $310 mil millones (0,2% del gasto total), el cupo para incentivar la biotecnología moderna y la nanotecnología representa apenas el 0,014% del monto total asignado a la Deuda Pública. El presupuesto para las universidades nacionales, de $4,7 billones, parece más un costo de mantenimiento que una inversión estratégica.
El presupuesto que necesitaríamos: un plan para la era de la IA
Imaginemos un presupuesto alternativo, uno diseñado para abrir futuros en lugar de solo cerrar cuentas. Se centraría en cuatro pilares:
- Fondo de Impulso a Startups de IA: Crear un fondo para financiar la iniciativa privada. Como destaca Y Combinator, gracias a las nuevas herramientas de IA, startups con equipos muy pequeños pueden crear empresas de miles de millones de dólares con mínimo capital. Este fondo sería la semilla para los próximos unicornios argentinos.
- Infraestructura para la Economía de Datos: Facilitar la creación de un nodo global de supercómputo y data centers, atrayendo capital privado con recursos estratégicos como tierras, minerales y energía. En lugar de exportar gas, podremos exportar capacidad de procesamiento, consumiendo la energía de Vaca Muerta localmente y con un valor agregado infinitamente mayor.
- Reconversión del Capital Humano: Invertir en la adaptación masiva de la fuerza laboral. Y Combinator señala que la revolución de la IA no solo necesita programadores, sino una legión de oficios cualificados como electricistas, técnicos, soldadores. Se podrían financiar "escuelas vocacionales" que usen tutores de IA y realidad aumentada para formar a miles de personas en semanas, no años.
- Misiones Nacionales Impulsadas por IA: Definir misiones estratégicas donde la IA resuelva problemas estructurales del país. Cada peso gastado tendría un objetivo transformador: usar IA para optimizar la red energética, combatir la sequía con mapas hídricos precisos o personalizar la educación a gran escala con tutores para cada alumno.
Argentina está en una encrucijada. Poseemos el talento codiciado globalmente y los recursos estratégicos —energía, tierras, minerales, capital humano— para ser un actor mundial en el desarrollo de IA y también de la infraestructura que la sostiene. No tenemos porqué quedarnos afuera.
Sin embargo, un presupuesto que omite la fuerza disruptiva más importante del siglo nos condena a ser meros consumidores. Afortunadamente, el plan no está cerrado. El Gobierno puede llevar esta discusión al Congreso y transformar un plan de gastos en un manifiesto de futuro.
Quizás sea tiempo de que el Estado incorpore un "Futurista en Residencia", un espacio abierto de personas dedicadas a navegar la complejidad del mañana para informar las decisiones de hoy. Los equipos que pensaban el futuro en gestiones anteriores o el equipo que dio vida a BOTI en la Ciudad de Buenos Aires son el ejemplo; esa visión estratégica es una política de Estado que no debería descontinuarse.
La carrera por la IA, la biotecnología y la nanotecnología definirá la prosperidad de las naciones en las próximas décadas. No invertir no es un ahorro, es el costo más alto. El presupuesto 2026 es la declaración más honesta de nuestras prioridades como nación. Aún puede ser la declaración de prioridades que elija construir ese futuro abundante en lugar de, una vez más, dejarlo pasar.
En tiempos donde la IA aumenta nuestra productividad de forma exponencial, es tiempo de que todos analicemos el presupuesto de nuestra nación para entenderlo.
* Emprendedor y miembro de Asamblea del Futuro
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