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G-20

La cena de Trump y Xi Jinping podría aliviar la tensión comercial entre EE.UU. y China

La cumbre de líderes puede ser una buena ocasión para que los presidentes eviten profundizar el conflicto internacional.

U.S. President Donald Trump's Second Day In Beijing
U.S. President Donald Trump's Second Day In Beijing | Bloomberg

Hace un año, Xi Jinping pensó que había descifrado a Donald Trump. El presidente chino acababa de recibir a su par estadounidense en Pekín en una cumbre llena de fanfarria. A pesar de cierta tensión durante la visita, Xi parecía haber evitado que Trump desatara una destructiva guerra comercial entre las dos economías más grandes del mundo.

Ahora, los dos líderes se preparan para su primera reunión cara a cara en más de doce meses, un encuentro de gran importancia, que podría ser su última y mejor oportunidad de evitar que una ya costosa disputa comercial se convierta en una nueva y más amplia guerra fría.

Sin embargo, Xi y Trump participarán el sábado en su cena en Buenos Aires con objetivos muy diferentes en mente, lo que empañará las perspectivas de una gran negociación que podría aliviar las preocupaciones de los inversionistas.

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El resultado de la cena entre Donald Trump y Xi Jinping será analizado de cerca por inversionistas y empresas que buscan indicios de si el próximo paso será la distensión o una escalada mayor.

Para el mandatario chino, la reunión es clave para preservar la relación de cuatro décadas de China con Estados Unidos. Apunta a evitar que el conflicto económico provocado por los aranceles de Trump se expanda a otras áreas sensibles como Taiwán, una línea roja para China, y a rutas marítimas clave en el Mar de China Meridional. Su presencia se verá empañada por la desaceleración de la economía, el frágil mercado de valores y la condena internacional del trato que China da a los musulmanes uigures en la región occidental de Xinjiang.

"Los chinos están buscando un piso para esta reunión", dijo Dennis Wilder, exdirector senior para Asia en el Consejo de Seguridad Nacional bajo el presidente George W. Bush. “Xi tiene que encontrar una manera de detener la hemorragia; está tratando de evitar que la caída empeore”.

Para Trump y sus asesores, la cena ofrece un espacio ideal para transmitir reclamos de larga data de EE.UU. sobre el comercio, en particular las quejas sobre el robo de propiedad intelectual y la transferencia forzada de tecnología. Antes del G-20, Trump y otras autoridades estadounidenses proyectaron optimismo sobre un acuerdo, incluso cuando establecieron términos que a Xi le resultaría difícil acomodar a corto plazo.

El enfrentamiento ha significado una caída del 6% del yuan, lo que genera especulaciones de que China ha debilitado deliberadamente su moneda, provocando la ira de Trump.

Funcionarios de ambas partes han trabajado durante semanas en definir una posible tregua temporal, en la que EE.UU. retrasaría aún más el aumento de los aranceles sobre China a cambio de concesiones, según informaron personas cercanas a las negociaciones.

Los dos líderes también tendrían que acordar un marco de trabajo para futuras conversaciones, afirmaron los funcionarios estadounidenses, incluido el secretario de Comercio, Wilbur Ross.

Respuesta al auge de China

Las apuestas van más allá del comercio y reflejan un desafío estratégico más amplio para el orden global. EE.UU. está lidiando con la creciente influencia global de Pekín, mientras que China quiere ser reconocida como una gran potencia y limitar las décadas de dominio militar estadounidense en el Pacífico.

El resultado de la cena será analizado de cerca por inversionistas y empresas que buscan indicios de si el próximo paso será la distensión o una escalada mayor. Un aumento en las tensiones pesaría aún más en los mercados financieros, ya afectados por el potencial impacto de la guerra comercial en el crecimiento económico.

A medida que se intensifican los temores de una desaceleración del crecimiento global, el dólar ha subido más del 6% ciento desde mediados de marzo, impulsado por una combinación del ajuste de la Reserva Federal y la huida de los inversionistas hacia activos más seguros. El enfrentamiento ha significado una caída del 6% del yuan, que se negocia a nivel nacional frente al dólar durante este año, lo que genera especulaciones de que China ha debilitado deliberadamente su moneda, provocando la ira de Trump.

Trump ha dicho que está listo para imponer más aranceles si no hay avances en las conversaciones. Esta semana, volvió a mostrar su determinación y el 26 de noviembre declaró ante el Wall Street Journal que estaría dispuesto a ampliar los gravámenes para cubrir todos los productos chinos, incluso si eso elevaba los precios de las computadoras portátiles y los teléfonos móviles populares entre los consumidores estadounidenses, incluyendo el iPhone.

Sin embargo, Trump ha equilibrado esas amenazas con expresiones de confianza de que él y Xi llegarán a un acuerdo luego de haber superado el punto muerto en las conversaciones entre EE.UU. y China con una llamada telefónica del 1° de noviembre.

"Estamos muy cerca de hacer algo con China, pero no sé si quiero hacerlo", afirmó Trump a los periodistas, el jueves por la mañana cuando partía hacia Argentina. "Les diré que creo que China quiere llegar a un acuerdo".

Los funcionarios chinos consideran que es poco probable que haya una gran negociación. En cambio, China quiere que la reunión sirva como una señal de que la cooperación entre las dos potencias aún es posible y establecer una base para futuras negociaciones, afirmó un funcionario. Los negociadores de Pekín no creen que todas las diferencias de ambos países puedan resolverse cuando los líderes se reúnan, dijo el funcionario, quien habló bajo condición de anonimato.