Para mucha gente debe sonar muy gracioso escuchar a la Unión Europea acusar a Silicon Valley de ser un cementerio para la innovación, pero es allí donde estamos en 2019. Los reguladores golpean a empresas como Google de Alphabet y Facebook con una serie de multas antimonopolio e investigaciones sobre privacidad de datos.
El propósito, según el mayor regulador de datos de Bruselas, es garantizar que las nuevas startups no sean arrasadas (o devoradas) por las grandes tecnológicas, lo que en definitiva beneficiaría a los consumidores al brindarles más opciones.
Abordar esta llamada "zona peligrosa", en la cual las compañías tecnológicas principiantes son adquiridas o copiadas y desaparecen por culpa de aquellas de bolsillos profundos, es una meta fundamental del supervisor europeo de protección de datos, Giovanni Buttarelli, apodado "Señor RGPD" por el Reglamento General de Protección de Datos. Cuando lo conocí hace poco en Bruselas, Buttarelli mencionó las barreras de entrada para una startup: primero debe superar a empresas como Amazon, Facebook y otras a la hora de encontrar talentos de ingeniería, luego vender su producto a través de una tienda de aplicaciones que probablemente pertenezca a Google o Apple y finalmente competir con grandes compañías con redes establecidas y enormes sumas en efectivo. Incluso si supera todos estos obstáculos sigue siendo vulnerable a ser desplazada.
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Hay una conexión entre este dominio de las grandes tecnológicas demostrado por la caída del financiamiento de capital de riesgo para las empresas emergentes, como escribió mi colega Noah Smith, y el daño a los consumidores. La visión de la UE es que el precio "gratuito" de las redes sociales y las aplicaciones no es un bien público si es respaldado por un modelo de negocios que absorbe datos de usuarios sin su consentimiento. Si las ganancias obtenidas así se usan para bloquear a la competencia, hay menos probabilidad de una alternativa de mercado. Google y Facebook niegan este punto de vista e insisten en que un rival disruptivo podría destronarlas en cualquier momento, pero los reguladores se cansaron de esperarlo.
La receta para arreglar las cosas, a juicio de Buttarelli, se divide en tres partes. Quiere más competencia mediante el cumplimiento de las normas antimonopolio, más protección de datos a través del RGPD y más justicia y transparencia para los clientes de parte de los mismos gigantes tecnológicos.
Ninguna de estas cosas destruiría a Facebook o Google. El RGPD habría tenido un impacto negativo estimado de 2 a 3 por ciento en los ingresos totales por anuncios de las compañías, según Justin Post, analista de Bank of America. El monto total de las multas antimonopolio impuestas por la UE contra Google es de unos 6.700 millones de euros (US$7.500 millones), mientras que las ventas anuales de la compañía ascienden a más de US$100.000 millones. Aún así, Eric Leandri, cofundador del motor de búsqueda francés Qwant, asegura estar confiado en que las multas recientes contra Google por infracciones a la competencia y la privacidad de datos, contra las cuales la empresa presentó apelaciones, habrán de tener un impacto enorme.
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Los defensores de la fe en Silicon Valley se quejarán sobre cambios en el objetivo de la misión de Bruselas. Es verdad que los reguladores deben ser cuidadosos de no enturbiar las aguas con normativas inconsistentes o poco claras. El dictamen alemán reciente sobre competencia en contra de Facebook aduce la privacidad de datos como principal argumento, pero sin una decisión previa sobre infracción al RGPD. Eso es un problema potencial porque es difícil separar la necesidad de hacer cumplir las normas de privacidad de los usuarios de la necesidad de resguardar la competencia. De hecho ambas cosas podrían algún día estar en conflicto, plantea Ariel Ezrachi, especialista en competencia de la Universidad de Oxford. Imagine el derecho a mantener la privacidad de sus datos en el marco de una ley junto con la necesidad de compartir sus datos en un mercado competitivo en virtud de otra.
Otra cosa no considerada en el plan de Buttarelli es de dónde proviene la inversión. No sorprendió que el gigante sueco del streaming musical Spotify decidiera transar sus acciones en la bolsa de Nueva York el año pasado.
Si Europa no logra unificar sus fragmentados mercados de capital, en especial después del brexit, los frutos del trabajo de Buttarelli terminarán en Estados Unidos de todas maneras.
*Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.