La semana pasada, el primer ministro de Finlandia, Juha Sipila, tomó la decisión más popular de su mandato de cuatro años: renunciar.
Una encuesta del periódico más grande del país, Helsingin Sanomat, mostró que seis de cada diez finlandeses respaldaron su elección. Eso es casi el doble del índice de aprobación más alto del gabinete, 36 por ciento, alcanzado poco después de asumir el cargo en 2015.
Muchas de las políticas del gobierno han sido muy divisivas: recortes presupuestarios, un pacto laboral para impulsar la competitividad que hizo que las personas trabajaran más por menos, penalizando así a las personas desempleadas que no demuestran que están buscando activamente mejorar su situación, y abriendo el mercado de los taxis para aumentar competencia. La resistencia a su reforma fallida en materia de salud y asistencia social fue generalizada, también dentro de los partidos gobernantes.
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La encuesta Kantar TNS, publicada el martes, tuvo 1.084 respuestas a través de un panel de Internet y un margen de error de aproximadamente 3 puntos porcentuales. El gobierno continúa desempeñando un papel de cuidador hasta que se forme una nueva coalición después de una elección general el 14 de abril.
