La semana pasada, en una pugna relacionada con la tienda de aplicaciones de Apple, Spotify retrató a la primera como un bravucón que evita que la gente disfrute de la música que le gusta. Por su parte, Apple se retrató como protector de la creación de empleos del hombre común y a Spotify como una lacra.
Ambas compañías están fanfarroneando, buscando intereses propios disfrazados de valores moralistas y se equivocan en algunos hechos. No hay héroes en esta historia.
Por años, Spotify y otras compañías han dicho que no es justo que cuando venden productos digitales para usarlos en sus aplicaciones de iPhone y iPad, como una suscripción para escuchar música, un libro electrónico o un arma virtual en un videojuego, deben apegarse a las absurdas (a veces) normas de Apple, usar su sistema de pago y ceder hasta el 30 por ciento de cada compra.
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A Spotify nunca le ha gustado eso y las relaciones empeoraron luego de que en 2015 Apple pusiera en marcha su propio servicio musical. Spotify optó, como lo hizo Netflix hace poco, por no vender suscripciones pagadas en sus aplicaciones móviles de Apple. En lugar de eso, vende suscripciones en su sitio web, en donde no debe entregar parte de sus ingresos a Apple. Seguramente Spotify se pierde algunos posibles suscriptores confundidos al no poder comprar una suscripción en la aplicación.
Spotify se ha metido ocasionalmente en conflictos públicos por la App Store, pero lo de la semana pasada fue más allá. Anunció que presentó una queja formal ante los reguladores europeos. La empresa envió a su máximo ejecutivo y principal asesor judicial a una ronda de apariciones en los medios y además creó un video (adorable) en YouTube y material en línea para ganarse el apoyo de los consumidores.
Le ahorraré los detalles y diré que algunos de los argumentos de Spotify son válidos, aunque también hizo afirmaciones que son falsas o irrelevantes. Lo que Spotify no aclaró es por qué pasó a la ofensiva en esta disputa prolongada en este momento en particular.
Debe ser que la compañía ve algún camino para obtener concesiones de Apple. Los reguladores europeos y algunos políticos estadounidenses como Elizabeth Warren han criticado la facultad de grandes compañías tecnológicas de inclinar las reglas a su favor. Otros poderosos creadores de aplicaciones también se han quejado en el último tiempo sobre los términos de las tiendas de aplicaciones móviles.
Dado todo esto, Spotify puede creer que tiene poder negociador para presionar ahora porque la opinión y los vientos políticos soplan a su favor, o tal vez quiere subir sus precios y culpar a Apple.
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En lugar de una respuesta a la pregunta obvia --¿por qué ahora, Spotify?-- solo tenemos los golpes a la mesa del máximo ejecutivo, Daniel Ek, que usó una metáfora y aseguró que Apple es como alguien que hace trampa en el tenis de mesa.
Empatizo con algunas de las quejas de Spotify. Me parece muy hostil que Apple no deje que los creadores de aplicaciones le digan a la gente cómo comprar suscripciones si, como Spotify, Amazon y Netflix, no venden productos digitales dentro de sus aplicaciones para iPhone y iPad a fin de evitar tener que ceder parte de sus ingresos a Apple.
La gente razonable puede estar en desacuerdo sobre si Apple recibe demasiado por lo que hace en su tienda de aplicaciones. Redujo a la mitad sus comisiones por suscripciones a mayor plazo hace varios años en respuesta al descontento de los desarrolladores. Pero Spotify perdió toda la benevolencia que yo tenía al ocultar sus motivaciones.
Del mismo modo, algunos de los contraargumentos de Apple fueron insinceros. Apple comenzó su réplica hablando de "la ingenuidad y creatividad humana" y afirmó que Spotify, cuyos ingresos anuales son 40 veces menos frente a Apple, es el bravucón.
Apple tiene un historial de retratar desacuerdos de negocios como si fueran cruzadas morales. Lo hizo con Samsung Electronics, a la cual acusó de copiar el iPhone, y con la fabricante de chips Qualcomm, que a su juicio fija reglas injustas sobre sus productos.
Apple tuvo desacuerdos válidos con Samsung y Qualcomm y los que mantiene con Spotify también lo son, pero Apple ignora sus propios intereses. No quiere ceder un centímetro y arriesga dañar un negocio altamente lucrativo. Apple probablemente está vendiendo menos iPhones y necesita ingresos de aplicaciones y otros servicios relacionados con internet para llenar ese vacío. También hay un posible conflicto en el papel de Apple como importante distribuidor de servicios de video y música digital de otras compañías y operador de sus propias versiones de estas herramientas al mismo tiempo.
Sería bueno que Apple y en particular Spotify fueran honestos en vez de afirmar tener superioridad moral basada en verdades a medias.
¿Qué pasaría si Spotify dijera: ’siempre hemos creído que las comisiones de Apple son muy elevadas y ahora creemos que podemos obligar a Apple a ceder porque los temas regulatorios están en el centro de atención’? ¿Qué pasaría si Apple dijera: ’amasamos cientos de millones de usuarios leales del iPhone y diseñamos un sistema de pago digital para ayudarlos y necesitamos que no paguen por ese producto tan valuable’?
Como a los niños que arman escándalos, debemos ignorar a Apple y Spotify hasta que resuelvan esta disputa por su cuenta. Y como los padres de niños que arman escándalos, no quiero escuchar nada más hasta que Spotify y Apple hablen sobre el tema de manera racional y honesta.
Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.