Un refugiado es alguien que tiene poco que perder. Perdió su hogar, su sustento y su tierra. A menudo, también perdió su país. Eso es lo que les sucedió a los aproximadamente 5 millones de palestinos registrados como refugiados por las Naciones Unidas.
Ahora la administración Trump está tratando de privar a los palestinos de dos de las pocas cosas que la mayoría de los refugiados tienen: asistencia humanitaria y su estatus legal como refugiados. Según informes, el yerno y consejero especial del presidente Donald Trump para el Medio Oriente, Jared Kushner, trata de redefinir la existencia de casi la totalidad de los refugiados palestinos, afirmando que solo aquellos que fueron desplazados personalmente en las guerras árabe-israelíes de 1947-48 y 1967 pueden considerarse refugiados, pese a que el conflicto subyacente sigue sin resolverse.
La administración de Trump ya ha cancelado todo el financiamiento futuro de Estados Unidos a la agencia de la ONU que se preocupa de los refugiados palestinos y está instando a su eliminación, mientras presiona a Jordania para que le quite el estatus de refugiados a los 2 millones de palestinos que se encuentran en dicho país.
Si la Casa Blanca se sale con la suya, casi todos los refugiados palestinos ya no serían clasificados como tal y perderían la agencia y el financiamiento que les proporciona niveles básicos de salud, educación y otros servicios esenciales.
Esto es cruel, pero es el siguiente paso lógico del proceso que comenzó en diciembre, cuando Trump reconoció a Jerusalén como la capital de Israel. Además de reforzar el apoyo de sus aliados políticos cristiano-evangélicos, el efecto principal de esa acción fue intentar, como Trump sigue insistiendo, "sacar a Jerusalén de la mesa" en las negociaciones. "No tenemos que hablar más de eso", insistió recientemente.
Al sentar las bases para una propuesta de paz prometida, Kushner y los suyos están demoliendo la base diplomática, legal y lógica de las negociaciones palestino-israelíes y tratando de desmantelar los principales argumentos que los palestinos pueden usar como ventaja en las conversaciones con Israel.
Desde 1993, las negociaciones se han basado en un conjunto de asuntos mutuamente aceptados que se resolverían solo por acuerdo y sin perjuicio de ninguna de las partes: fronteras y asentamientos, seguridad, refugiados y Jerusalén.
Israel ha manifestado en repetidas ocasiones su incomodidad con los dos últimos.
En particular, Israel no quiere ceder Jerusalén, a la que se refiere como su "capital eterna e indivisa". Sin embargo, el resto del mundo reconoció unánimemente a Jerusalén Oriental como un territorio bajo ocupación extranjera, después de que Israel se apoderara de ella en la guerra de 1967, y ha insistido en que su futuro se determine a través de negociaciones.
Trump ha cambiado todo eso al reconocer unilateralmente las pretensiones de Israel sobre Jerusalén y no hacer ninguna distinción entre la zona oriente y occidente.
Y ahora, al presionar para redefinir el estatus de casi la totalidad de los refugiados palestinos, Kushner también está tratando de eliminar el problema de los refugiados. Eso evitaría que los palestinos usen concesiones sobre Jerusalén o sobre los refugiados para obtener concesiones recíprocas israelíes en fronteras, asentamientos y otros asuntos. De hecho, tratar de sacar a Jerusalén y los refugiados "de la mesa" efectivamente deja a los palestinos con poco poder de negociación más allá del hecho de su propia existencia, quitándoles incluso el poder de decir que "no".
Este debilitamiento sistemático de su ya deficiente fuerza, parece estar dirigido a obligar a los palestinos a acceder a un conjunto oneroso de condiciones que siempre han considerado inaceptables. El objetivo final parece ser la eliminación de la ecuación de cualquier Estado palestino verdaderamente independiente y soberano.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha sugerido que lo máximo que Israel permitiría a los palestinos es una condición indefinida de “Estado menos” y principalmente una "paz económica". Desde el comienzo de su presidencia, Trump omitió cualquier referencia al objetivo tradicional de una "solución de dos Estados".
Ahora están surgiendo indicios de lo que la administración respalda como una alternativa. Según los informes, el presidente palestino, Mahmoud Abbas, afirmó que Trump le ofreció un acuerdo de paz basado en una de las ideas más antiguas y desacreditadas del libro de estrategias del proceso de paz: la fantasía israelí de una "confederación" palestina con Jordania.
Esta idea, más conocida como la "opción jordana", ha sido una ambición israelí desde la conquista de los territorios ocupados en 1967. Los israelíes han esperado desde hace mucho tiempo lograr un mejor trato de Jordania que de los palestinos, para retener los territorios ocupados que quieren anexar y evitar la creación de un Estado palestino.
Pero no hay posibilidad de que los palestinos consideren esta idea. La mayoría lo consideraría como la etapa final de privarlos de sus derechos humanos y nacionales y de sus aspiraciones, y de enviarlos a un estatus permanente de segunda clase.
Los jordanos tampoco lo considerarán a menos que los palestinos primero tengan su propio Estado independiente.
Egipto, siempre temeroso de los esfuerzos israelíes por volver a tomar a El Cairo como responsable de la empobrecida e inquieta Franja de Gaza, probablemente también intente asegurarse de que esta noción de zombis nunca se haga realidad. Y los países del Golfo no tienen interés en adoptar una fórmula impracticable e intentar convencer o coaccionar a los palestinos o jordanos para que la contemplen.
Abbas tiene razón en que la confederación es, en realidad, una idea interesante para agregar a las conversaciones de paz, pero solo si involucra a Israel. El conflicto, después de todo, es entre los palestinos e Israel, no con Jordania.
Una confederación palestino-israelí podría permitir una presencia conjunta en el territorio y, al mismo tiempo, permitir que tanto israelíes como palestinos ejerzan la autodeterminación y el autogobierno, compartiendo algunas responsabilidades y manteniendo otras individualmente.
Si los israelíes y los palestinos pudieran hacer que ese arreglo funcione, Jordania también podría querer unirse a él. Eso realmente podría ayudar a poner fin a un conflicto, fomentar la cooperación y unir, en lugar de forzar, a los pueblos. Pero, en este caso, son los israelíes quienes no escucharán la propuesta.
Si Trump y Kushner realmente imaginan que despojar a los palestinos de sus reclamos sobre Jerusalén y los refugiados los obligarán a abandonar cualquier aspiración de independencia y ciudadanía de primera clase, se sorprenderán.
Pero si solo están tratando de establecer un pretexto para reprender a los palestinos como la parte que "dijo no a la paz", es una estratagema sensata.
La única pregunta sería, ¿cuánto daño se ha hecho a las perspectivas a largo plazo de paz, y a la calma y estabilidad a corto plazo solo para señalar con el dedo como culpable a la parte más débil y más vulnerable?
Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.