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Economía

Trump adopta táctica de Bill Clinton para atacar investigación

Donald Trump no fue el primero en atacar la investigación de un fiscal independiente sobre un presidente estadounidense en ejercicio y tildarla de “corrupta” y “caza de brujas”.

Trump Embraces Bill Clinton's Deny-Attack Model to Combat Probes
Trump Embraces Bill Clinton's Deny-Attack Model to Combat Probes | Bloomberg

Donald Trump no fue el primero en atacar la investigación de un fiscal independiente sobre un presidente estadounidense en ejercicio y tildarla de “corrupta” y “caza de brujas”.

El estratega político demócrata Paul Begala usó esas palabras hace 20 años para condenar la investigación de Kenneth Starr sobre Bill Clinton, pocas semanas después de que se reveló la aventura amorosa del por entonces presidente con Monica Lewinsky.

Ya sea ante el libro revelador de una exasesora o una investigación federal, Trump vuelve una y otra vez a la estrategia de defensa aplicada por la familia política a la que derrotó para llegar a la presidencia: el modelo de la Casa Blanca de Clinton de negar, atacar y polarizar.

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Este mes, Trump desestimó a Omarosa Manigault Newman y la tildó de “escoria loca y llorona” tras su retrato poco halagador del interior de su Gobierno, tal como en un comienzo aliados anónimos de Clinton retrataron a Lewinsky como una acosadora inestable obsesionada con el presidente.

El abogado de Trump, Rudy Giuliani, destrozó al exsolucionador de problemas del presidente, Michael Cohen, y lo calificó de “mentiroso” y “sinvergüenza” luego de que este reveló que había grabado conversaciones con el presidente. De Stormy Daniels, quien afirma que Trump le pagó para ocultar una aventura sexual, Giuliani dijo: “Lo lamento, no respeto a una estrella porno como respeto a una mujer de carrera o a una íntegra”.

Similitudes y diferencias

El contenido de los escándalos que rodearon a las dos Casas Blancas varía y también sus estilos. Trump se queja en público, muchas veces en Twitter, del fiscal especial Robert Mueller y su investigación. Clinton se mantuvo casi siempre al margen mientras dos estrategas políticos estrechamente alineados —Begala y James Carville— se transformaron en los dos enemigos públicos más manifiestos de Starr y sus críticas eran amplificadas por una red de sustitutos.

Pero la base de la estrategia es la misma. El éxito o el fracaso dependen de vilipendiar a testigos e investigadores y no parar de plantear el tema como una mera pelea partidaria.

Sin embargo, seguir esa estrategia les reportaba a los defensores de Clinton ventajas de las que Trump carece. Starr era un republicano conservador y cristiano nombrado a cargos destacados por presidentes anteriores del Partido Republicano: Ronald Reagan lo nombró juez de un tribunal de apelaciones y George H.W. Bush, procurador general. Pintar al equipo de Mueller como demócratas parciales es más difícil porque el fiscal especial está registrado como republicano y fue nombrado director del FBI por George W. Bush.

Las acusaciones del juicio político contra Clinton giraban en torno a ocultar un escándalo sexual y su esposa lo defendió enérgicamente. La investigación sobre Trump se trata de los esfuerzos de una potencia extranjera para interferir en elecciones presidenciales de EE.UU. y en si algún miembro del círculo de Trump conspiró en la interferencia. Su esposa no ha dicho nada sobre las acusaciones de aventuras amorosas que fueron surgiendo.

Los asesores de Trump dicen que sus embestidas reflejan los instintos del presidente, refinados tras años de negociaciones comerciales implacables y de defenderse en el mundo de los tabloides de Nueva York.

“La estrategia legal refleja la táctica del presidente. No es alguien que reciba golpes sin devolverlos”, dijo Joe diGenova, asesor legal informal de Trump.