Con la compañía del volcán Malacara y de vientos que pueden superar los 130 kilómetros por hora, los ingenieros y técnicos argentinos de la estación mendocina de seguimiento de satélites de la Agencia Espacial Europea (ESA) –ubicada a 40 kilómetros de Malargüe– trabajan desde hace meses para que la antena y los equipos de comunicación estén listos para el próximo lanzamiento de BepiColombo, con destino a Mercurio.
La primera misión de la ESA al planeta más cercano al Sol mantendrá el vínculo con la Tierra durante su viaje de más siete años –y una vez en la órbita de Mercurio–, a través de las tres antenas de Espacio Profundo ubicadas en Argentina, Australia y España. “Desde todas las estaciones que componen la red se establecen canales de telecomando y de telemetría para saber el estado del satélite y recibir la información cuando esté haciendo ciencia en el destino”, explicó a PERFIL durante la visita a la estación de Malargüe Diego Pazos, director de operaciones satelitales de Telespazio, empresa que le brinda el servicio a la ESA.
Una vez realizado el lanzamiento de BepiColombo desde la Guayana Francesa, previsto para el 20 de octubre, Malargüe entrará en comunicación con la nave cuatro horas después, ya que las estaciones se van rotando en función de la posición. La coordinación se realizará desde el Centro Europeo de Operaciones Espaciales, ubicado en Alemania.
Equipo. En la cartelera de la cocina de la estación donde las cargadas por los equipos de fútbol son frecuentes, al igual que por los partidos de paddle fuera del trabajo, se puede leer: “Sin ingeniería la ciencia es solo filosofía” y, más allá del debate, la frase se confirma en el espíritu del grupo. “Nuestro trabajo es que la estación esté disponible siempre –aseguró Pazos– y tenemos que estar muy concentrados”. La estación se destaca por el orden y porque todo sistema o equipo se repite al menos una vez; si falla hay reemplazo.
A pesar de las distintas misiones que pasan por sus manos –y que estudian Marte, Venus, estrellas y cometas–, las mentes están ocupadas en que no haya inconvenientes en la estación. “Nosotros garantizamos la comunicación, todo lo demás es secundario”, aclaró Pazos. Es por eso que cuando hay problemas no dudan en recorrer lo más rápido posible un camino peligroso sin pavimentar para llegar a la estación y solucionarlo, aunque sea de noche o nieve. Para ello cuentan con un sistema de guardia pasiva en el que todos los días uno de ellos se lleva el teléfono, ya que en caso de haber problemas recibirá una llamada desde Alemania.
“Cuando llaman suele ser por algo grave pero hemos resuelto problemas complejos con mucha creatividad argentina que llevó al reconocimiento de la ESA”, recordó Juan Pablo Varela, ingeniero a cargo de la parte de radiofrecuencia.
En la estación el viento es un compañero fiel por lo cual es mejor tenerlo de aliado, cuentan los expertos. Aun cuando en una oportunidad su fuerza impedía que la antena se moviera hacia donde tenía que apuntar. No faltó el ingenio y con un giro hacia el lado contrario la fuerza natural del viento llevó a la antena de 35 metros de diámetro y 40 de alto a la posición indicada.
La estación brindará comunicación a los dos satélites de BepiColombo: el Orbitador Magnetosférico de Mercurio, de la agencia espacial japonesa, y el Orbitador Planetario de Mercurio, de la ESA, que viajarán juntos como una sola nave hasta llegar a destino, donde se separarán. Con ellos estudiarán el origen del campo magnético del planeta, la magnetosfera y su interacción con el viento solar y la composición química de la superficie.
Hasta llegar, la nave sobrevolará una vez la Tierra, dos Venus y seis veces Mercurio. “Tenemos que asegurar que el equipo de la estación esté funcionando correctamente para no perder datos y saber cuál es la posición precisa de la nave para determinar si está en la órbita adecuada. Hay mucho riesgo, si no están bien hechos los cálculos el satélite puede pasar de largo”, contó el ingeniero Augusto De Nevrezé, que espera el lanzamiento con la expectativa propia de quien lo vivirá por primera vez.