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A mí me gusta acá

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Paisaje urbano | Unsplash | Dan Calderwood

“A mí me gusta acá”. Encuentro o reencuentro esa frase de Federico Manuel Peralta Ramos en El coso, el último documental de Néstor Frenkel, fabuloso como todos los suyos. “A mí me gusta acá”: podría sonar como una declaración de principios, pero prescinde en verdad de la altisonancia del género y la suple con la modestia del tono del que pronuncia apenas una preferencia personal. No hay en esto una moral ni un mandato, ni un “hay que irse” ni un “hay que quedarse”, sino apenas la discreción de un gusto: “A mí me gusta acá”.

“Acá”. No hay nada más concreto que un deíctico, siempre y cuando se lo ponga en contexto; pero no hay nada más difuso que un deíctico, si en cambio se prescinde de él. ¿Acá? ¿Qué acá? ¿Cuál de todos los acá posibles? ¿Un país, como la Argentina? ¿Una ciudad, como Buenos Aires? ¿Un barrio, como Retiro? ¿O un bar, como el Florida Garden, que es donde conversaba alguna vez Peralta Ramos y dio en pronunciar esa frase?

“Acá”. No hay nada más concreto que un deíctico, siempre y cuando se lo ponga en contexto

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Acá es todo eso, o es nada de eso. Acá es ni más ni menos que el lugar donde se está. No suscita un patriotismo, ni de patria grande ni de patria chica, ni algún fervor localista, ni alguna mitología tanguera de barrio o de cafetín. Es apenas la expresión de un apego, sin que importe de apego a qué; es la expresión de una entera felicidad de estar, sin que importe exactamente en dónde. ¿No hay acaso una formulación de malestar esencial que se manifiesta como ganas de irse, sin que haga falta decir adónde? ¿Por qué no podría verificarse entonces una formulación de bienestar esencial que consista ni más ni menos que en el puro gusto de un “acá”?

La frase cobra una fuerza mayor, en cualquier caso, dicha por el que la dijo: Federico Manuel Peralta Ramos. Porque la dijo un Peralta Ramos, estirpe de fundadores, alcurnia de propietarios inmuebles, productores de fijezas. Pero la dijo Federico Manuel, el dislocado, el descarriado, el desencontrado, el genio familiar en extravío, que hasta en la casa familiar (en la que de grande aún seguía viviendo) ocupaba un lugar desplazado, incongruente, lateral.

Ese que dijo: “A mí me gusta acá” tenía el poder de alterar cualquier “acá”, porque vivió fuera de sí, porque era un fuera de serie.