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Adelante radicales, pero no tanto

20190407_1401_politica_CP13 Agencia Na
Selfie. Peña junto al gobernador Cornejo, jefe de la UCR. No todo es lo que parece. | cedoc perfil

Puede resultar paradójico que en medio de dificultades económicas el radicalismo recupere influencia. Máxime si viene de la mano no solo de la posibilidad de sumarse a la fórmula presidencial encabezada por Macri, sino de pesar en algún cambio de la economía. En todo caso, habla más de los errores y de las debilidades de la actual gestión que de los fracasos históricos de la UCR en la problemática.

Hasta el inicio de la crisis hace un año, el radicalismo aceptó de mala gana la original división de tareas y poder en Cambiemos nacional: el PRO gobernaba y la UCR acompañaba como actriz de reparto. Esa alianza desigual (que incluye al sello de Carrió) no estuvo exenta de beneficios, como los triunfos en gobernaciones provinciales (Mendoza, Jujuy y Corrientes), intendencias y legislativas, incluido el triunfo de medio término en 2017.

Ahora que se viene el turno de renovar poderes ejecutivos y las papas queman, la UCR ve que corren serios riesgos las ventajas que obtuvieron a cambio de apoyar todo aquello con lo que no estuvieron de acuerdo y, sobre todo, lo que ni siquiera aceptaron debatir internamente sus socios electorales. Como suele decir un conspicuo dirigente partidario, “no nos podemos tragar tantos sapos gratis”.

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El primero que lo advirtió, tras la primera ola triunfalista 2015, fue Sanz, artífice de la coalición y que rápidamente tomó distancia ante el ninguneo del tándem Macri-Peña. Con estilos distintos, los gobernadores Morales, Valdés (más moderados) y Cornejo (más duro y presidente del partido) fueron acentuando las quejas, al compás del deterioro socioeconómico y de la caída de la imagen presidencial. De hecho, Jujuy y Mendoza adelantaron los comicios provinciales para no arriesgarse a que el desgaste macrista hunda sus chances de victoria local.

Si algo faltaba para envalentonarlos, es el ascenso como posible presidenciable de Lavagna, quien ya llevó al propio Morales como vice en la boleta para presidente de 2007 ante CFK.

Tras la derrota, el ex ministro de Economía “traicionó” a la UCR y volvió a acordar con Néstor Kirchner en Olivos (con armado de primicia a Clarín incluida), pero esa es otra historia que seguramente no se repetirá…

Lavagna tentó a radicales díscolos (como Alfonsín Jr.) para que se sumen a un frente amplio con socialistas y peronistas. Eso le sirvió de excusa perfecta al eterno Coti Nosiglia, viejo amigo del Presidente, para sentarse con Peña y Frigerio en la Casa Rosada y advertirles que si no abren el juego, podría romperse Cambiemos, tal como anticipó el domingo 31 Ezequiel Spillman en PERFIL. La actual fragilidad macrista no da lugar a más riesgos de los que ya hay.

Acaso eso explique por qué la respuesta de la Rosada sobrevino en una sobreactuación no exenta de amagues de desmentidas, luego de que Ignacio Ortelli en Clarín revelara entre semana que se le iba a ofrecer la candidatura a vice a la UCR. De la impostación no escapó la posibilidad de que los radicales impulsen en el Gobierno medidas de reactivación económica y baja de la inflación. No es broma.

Convendría advertirle a la dirigencia radical que no se deje llevar por los cantos de sirena.

En la intimidad de su reducido círculo de confianza, Macri no demuestra convencimiento de que la pata radical le sume algo que no tiene. Desprecia, además y como siempre, los argumentos de “construcción” política. Su álter ego, Peña, coquetea con la seducción pero la UCR le desconfía porque ya los hizo caer en esa trampa varias veces. El más sincero, otra vez, resulta el asesor clave Duran Barba, quien en esta edición de PERFIL asegura que Macri debe llevar en la vicepresidencia a alguien de su confianza y no a un radical.