Pese a que amplios sectores del círculo rojo no lo terminan de tomar en serio, el hombre más conocido de la Argentina no deja de dar pasos hacia su posible salto hacia un cargo electivo protagónico. Porque a la política se dedica hace varios años.
A poco más de un mes de su teórico regreso a la TV, Marcelo Tinelli difunde más sus actividades proselitistas que la preproducción de su show. Salvo que se pueda interpretar que ambas cosas van de la mano. Dos caras de una misma moneda, si recurrimos a la novedosa dialéctica tinelliana.
Repasemos sus más recientes ritmos. Cruzó al ministro de Producción y Trabajo, Sica. Descalificó al mismo tiempo a Macri y a Cristina. Visitó Tucumán y se fotografió con el gobernador Manzur, aspirante a la reelección. Recibió en su coqueto departamento palermitano a Lavagna, a quien apoyó como presidenciable y podría acompañar como candidato a la gobernación bonaerense.
Su agenda parece lucir cargada, mal que le pese a Suar, su “jefe” en El Trece. Aparecen posibles encuentros con Massa, Uñac (el gobernador sanjuanino que tiene asegurado un segundo mandato) y hasta con Schiaretti, el mandatario cordobés al que la bochornosa ruptura de Cambiemos le allana aún más un nuevo triunfo.
Qué consiguen todos y todas con Tinelli: lo de siempre, visibilidad, repercusión.
Eso explica los coqueteos que intentaron y lograron con más o menos éxito quienes presidieron el país de Menem para acá. Qué consigue Tinelli: salir del mero rol de showman para ser un “influencer”, lo que le abrió puertas para adquirir poder y generar negocios.
Ese camino también tuvo sus oscilaciones y viscosidades. Algún funcionario macrista recopila archivos sobre la asistencia financiera que el kirchnerismo les brindó a obras gestionadas por Tinelli, en general en su ciudad natal, Bolívar. En ellas intervinieron De Vido y José López, por ejemplo. Otra carpeta voluminosa se está armando con su vínculo con Cristóbal López, al que le vendió su productora y obtuvo beneficios millonarios. El conductor se defiende con el argumento de que fue estafado. López, hoy preso, no dice lo mismo. Si va a bailar en la pista electoral, deberá enfrentar pruebas complejas como esas.
Pero esa contraofensiva oficialista va más allá de que Tinelli sea o no candidato. Más bien obedece a la falta de empatía que mutuamente se demuestran con el Presidente, o con su alter ego, Peña. Todo lo contrario de la estrecha relación que construyó con Vidal y, en especial, Rodríguez Larreta. Acaso no quede bien ahora propagarlo mucho, por el intento de instalación tinellista dentro del peronismo alternativo, pero si hay un dirigente con el que Tinelli se reunió más que con ninguno, ese es el actual jefe de Gobierno porteño.