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Defensor de los Lectores

Alerta: hay brutos ejerciendo como que hacen periodismo

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Obedientes. Son necios, incapaces, torpes, obtusos, toscos y hasta violentos. No ejercen este oficio. | cedoc

Como ya la he empleado en columnas previas, recurro hoy a la Real Academia Española. Define así la palabra “bruto” (del latín brutus), en sus diversas acepciones: 1. Necio, incapaz (sinónimos: ignorante, inculto, analfabeto, necio, torpe, obtuso, zopenco). 2. Vicioso, torpe, excesivamente desarreglado en sus costumbres. 3. Violento, rudo, carente de miramiento y civilidad (sinónimos: ordinario, tosco, bestia, salvaje, bárbaro, zafio, brutal).

Aplicando segundos apenas en revisar estas definiciones, es posible caracterizar de esta manera al Gobierno, a sus componentes (desde la cabeza a los pies) y a quienes ejercen conductas afines a tales adjetivos.

Es de necios, tal vez incapaces, torpes, violentos, carentes de miramiento y civilidad, sostener acciones de gobierno que niegan a médicos y asistentes de su tarea un salario que les permita vivir decentemente, como está sucediendo con quienes salvan la vida a niños desde la cuna hasta la adolescencia en el Hospital Garrahan; les cabe también tal caracterización a quienes desprecian los reclamos de jubilados que no llegan a mediados de mes, de padres y madres de niños con variantes del espectro autista y a tantas otras minorías marginadas.

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La lista de los afectados por las políticas vigentes es ya casi interminable. La lista de las mentiras, eufemismos y ocultamientos surgidos del poder, también.

Ah, perdón, lectores de PERFIL: debo dedicar el texto a escribir sobre periodismo, en particular sobre este diario. Más aún cuando ayer fue el Día del Periodista, dedicado a homenajear y celebrar el ejercicio de esta magnífica profesión, barrera natural contra los excesos de quienes ejercen el poder.

Hablemos, entonces, de periodismo, actividad noble cuando se la ejerce con valentía, ética y pasión. ¿Son los periodistas, todos, merecedores de elogios y de festejar el Día del Periodista? No todos. En estos tiempos en los que se mezcla la palabra libertad con la palabra brutalidad, este ombudsman quiere identificar a ciertos amanuenses del poder, subordinados a lo que el Presidente y sus seguidores (en el Gobierno o en las redes sociales) transforman de falsedades a verdades reveladas por una misteriosa fuerza superior, del cielo o de donde fuere.

Son brutos, sí. Y esa brutalidad ejercida en medios alguna vez prestigiosos y hoy cuestionables propone dar por ciertas afirmaciones del Gobierno pese a la información cierta que debiera ser la materia prima de su tarea. Son torpes, necios, violentos muchas veces. Son entrevistadores sin repreguntas, periodistas a medias (o menos), cómplices.

En una disertación que ofreció en octubre de 1966 en Los Ángeles, Gabriel García Márquez dijo, entre muchas otras cosas, que “el periodismo es una pasión insaciable que solo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no la haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir solo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente”.

Hay que ser bruto de toda brutalidad para no entender y compartir estas simples definiciones. Parece difícil lograr que los que sirven de partenaires seudoperiodísticos de Javier Milei y sus subordinados entiendan la esencia de esta profesión. Es triste.