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Almorzando con Lavagna el día del FMI

Ex ministro. A Roberto Lavagna le tocó negociar con el Fondo en 2002.
Ex ministro. A Roberto Lavagna le tocó negociar con el Fondo en 2002. | Marcelo Aballay

“Si la realidad no coincide con mis palabras, peor para la realidad.” 
(John Locke)

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El destino quiso que Roberto Lavagna nos invitara a almorzar a Gustavo González y mí justo el viernes en que se anunció el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. La fecha fue combinada el 9 de diciembre, pocos días antes del evento en la Bolsa de Valores por el Premio Fortuna de la revista de economía de Editorial Perfil del que el ex ministro se había excusado de participar tratando de alejarse cada vez más de la exposición pública. Probablemente su invitación haya sido resultado de la culpa que le producen nuestras continuas invitaciones.

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El experto con más horas de vuelo en sufrir a los técnicos del Fondo Monetario Internacional

A pesar de que tiene la misma edad del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, se siente definitivamente retirado de cualquier función pública: ya en 2019 rechazó el ofrecimiento de presidir un Consejo Económico y Social al estilo de los europeos constituido por ley con mandato irrevocable del Congreso más allá de un período presidencial.

De modales refinados, a Lavagna no le gusta el tono de la discusión pública en los medios, incluso no se sintió cómodo en los dos debates presidenciales en los que tuvo que participar en 2019 cuando fue uno de los candidatos. Irónico, desliza comentarios sobre cómo mejora el debate en los medios durante enero, cuando muchos están de vacaciones.

Sobre los comentarios que se generaron en ciertos sectores tras el anuncio del acuerdo con el FMI, mencionó su sorpresa por quienes, desde una vereda crítica al Gobierno, en lugar de destacar que se haya podido alcanzar un entendimiento recalcan como si fuera una derrota que no se hayan podido conseguir veinte años de plazo en lugar de diez. Mayor debió haber sido su sorpresa al leer los títulos de tapa de los diarios del día siguiente al anuncio, donde coincidieron hasta con el mismo término al decir que el Gobierno “aceptó la baja del déficit” que le imponía el FMI.

Para Lavagna, que el Fondo Monetario Internacional haya aceptado un déficit primario de 2,5% del PBI para 2022 es una gran concesión del organismo internacional (“antes el déficit que contaba era el total”).Cree se le abre al Gobierno una enorme oportunidad porque significa poco más de medio punto del producto bruto lo que tendrá que mejorar en 2022 sobre 2021, en el contexto de una tendencia de aumento de la recaudación por mayor crecimiento al esperado, que de continuar su inercia en 2022 podría no hacer imposible lograr la meta con el FMI sin bajar en términos absolutos el gasto.

Lavagna piensa que el Fondo Monetario Internacional tenía que darle una salida extraordinaria a un crédito totalmente extraordinario, como el que se le otorgó al gobierno anterior en 2018 desembolsando 44 mil millones de dólares todos juntos y no como es habitual, por tramos sujeto a cumplimientos. Para él ese crédito no fue inusual por la relación de Mauricio Macri con Donald Trump sino porque Estados Unidos presionó al FMI para que prestara a Argentina para que los fondos de inversión con capital preferentemente norteamericano pudieran salir de nuestro mercado reduciendo la pérdida que nuestra crisis económica les generaba.

Lavagna fue parte de las últimas generaciones de economistas recibidos en la Universidad de Buenos Aires cuando la carrera se llamaba Economía Política. La dictadura hizo omitir la palabra Política y quedó Economía a secas.  El ex ministro de Economía de Duhalde y Néstor Kirchner nunca deja de incluir en sus análisis económicos los condicionantes y las consecuencias políticas de cada decisión. Coincidía con Gustavo González durante el almuerzo sobre la antigüedad del prejuicio sobre Rusia y China puesto de manifiesto nuevamente ante el viaje de Alberto Fernández a esos dos países, al igual que hace un año con las vacunas del covid.

Lavagna, junto a Domingo Cavallo y Vital Sourrouille, integra el podio de los tres ministros de Economía con más poder que tuvo Argentina desde la recuperación democrática, pero fue Lavagna quien consiguió los mejores resultados porque los exitosos planes de los otros terminaron en crisis mientras que Lavagna dejó una economía en crecimiento bastantes años después de su salida.

Es conocida la afinidad de PERFIL con Lavagna: en un endorsement al estilo de los medios norteamericanos este diario hizo público mi apoyo a su candidatura. Más allá de cuestiones ideológicas, la coincidencia es cultural, pues compartimos el mismo diagnóstico sobre cuál es el mal originario, la causa irreductible, de nuestra decadencia: la grieta entendida como patología de la polarización. Desde hace años recorremos juntos la tercera vía con capacidad crítica tanto de una coalición como de la otra: fue Lavagna quien bautizó la corrupción kirchnerista con su célebre frase de “capitalismo de amigos”; y también fue crítico desde el comienzo de la economía de Macri. Además se enfrentó electoralmente como candidato del radicalismo a Cristina Kirchner y luego a Macri cuando la UCR se alió 
al PRO.

Un duro: durante su gestión como ministro no se pagó a ningún acreedor externo

Con esa libertad de criterio cree que la economía argentina tiene posibilidades de varios años de crecimiento al 5%, como le tocó a él mismo, más en su caso, siendo ministro entre 2002 y 2006, y que Alberto Fernández vuelve a tener la suerte golpeando a su puerta con la incertidumbre sobre su posibilidad de aprovecharla. En esta edición se publica un extenso reportaje al presidente del Banco Central, Miguel Ángel Pesce, quien directamente sostiene que tras el acuerdo con el FMI el Gobierno “tiene chances de que el presidente sea reelecto en 2023”.

Volviendo a la cita inicial del filósofo inglés John Locke, padre del liberalismo clásico en el siglo XVII, tanto el kirchnerismo duro marginal como los halcones de la coalición opositora y los libertarios ponen el foco en aspectos negativos del acuerdo con el FMI; si los datos de la realidad no coinciden con los deseos que la grieta precisa para ser enriquecida, peor para la realidad.