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Alquimia erótica

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Corazón | Unsplash | Dhaya Eddine Bentaleb

Leída la columna sobre el mago John Dee, me proponen, y gustoso acepto, incluir en mi Catálogo universal de opacidades (que fue ampliado en sus posibilidades para incluir a talentos de primer orden), a Paschal Beverly Randolph (1825-1875), médico estadounidense, escritor y médium que hablaba más con los espíritus de los muertos que con los ángeles del cielo (privilegio reservado al parecer para su precursor Dee), y que se hizo famoso en su momento y luego fue olvidado, como descubridor de los misterios y encantos de la alquimia erótica.

Como todo tiene que ver con todo y nada viene de la nada (excepto el Universo mismo, que surge de una nadería), Paschal Beverly Randolph debe haber concebido esa práctica inédita en el curso de sus viajes como marinero, que empezaron luego de la muerte de Flora Beverly, su madre, puzzle de sangre inglesa, francesa, alemana, americana nativa y africana mixta. En ejercicio de una simpleza lindante con el desdén, a su hijo lo tenían por negro; lo que para la época era un disvalor, más tarde Paschal Beverly Randolph lo convertiría en motivo de orgullo. El caso es que el huérfano se embarcó por hambre y viajó por toda Europa, donde entabló amistad con ocultistas parisinos y londinenses, y ya en Persia se mezcló con los practicantes locales de distintas magias y religiones.

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Paschal Beverly Randolph.

De vuelta en Nueva York, y en involuntaria prefiguración del barón Hirsch, Randolph, convencido de que el negro estaba destinado a la extinción en los Estados Unidos, daba charlas a los afroamericanos tratando de persuadirlos de que emigraran a la India y, entre sesión y sesión de sus facultades mediúmnicas, enseñaba a leer a los esclavos libres de Nueva Orleans. En los tiempos libres que le dejaban estas actividades, se las arregló para escribir unos cincuenta libros sobre magia y medicina y ocultismo y sexualidad, que publicaba en su propia editorial. Fue firme defensor del control de la natalidad, cuando tal práctica estaba penada por la ley. De allí, tal vez, extrajo los rudimentos de su invención, la alquimia erótica. Ya sabemos que el sexo bien ejercido se lleva de patadas con la familia numerosa, que golpea las puertas del cuarto en los momentos menos indicados. No es extraño que Randolph haya usado el término “alquimia”, porque de niño fue criado en la fe proporcionada por la Iglesia de la Transfiguración Episcopal, y la transfiguración, es decir, la conversión de algo en otra cosa (el plomo en oro, el cuerpo en sangre, el dios en  humano, el niño en dios), es el principio básico de toda religión. De allí, digamos, el combo: éxtasis sexual humano-misticismo.

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En 1858 Randolph funda una sociedad, Rosacruz, que es el origen de otra, los Hermanos herméticos de Luxor, que es la fuente a su vez de muchos horrores y misterios. Randolph creía que matrimonio e Iglesia eran instituciones opresivas que serían derrocadas por el poder del amor en una revolución mundial, que Dios era tanto hombre como mujer. Que yo sepa, fue el primero que utilizó el término “personas no binarias”.