“Todo comienza como mística pero acaba como política” es una cita del filósofo francés del siglo XIX Charles Péguy, que se aplica perfectamente a los “fervores de guerra” que despierta la lucha contra el coronavirus y describió el sociólogo y fundador de Poliarquía Eduardo Fidanza.
Con los años, Péguy pudo comprobar el acierto de su frase porque él mismo terminó muerto en la batalla del Marne durante la Primera Guerra Mundial. Quien tomó la frase de Péguy como presentación en su cuenta de Twitter es Federico Aurelio, conductor de Aresco, la consultora política más antigua y que cuenta con datos de aprobación de presidentes desde hace cuarenta años y puede comparar la popularidad de Alberto Fernández no solo con la de sus predecesores de las últimas dos décadas sino desde el comienzo mismo de la recuperación democrática.
En otra de las conversaciones para el ciclo de podcast y Radio Perfil, “Pensando el coronavirus”, Federico Aurelio (https://bit.ly/2VVz8UL) amplió los datos de Fidanza y Poliarquía publicados en la columna previa, coincidiendo en el 80% de aprobación que recibe hoy el Presidente, pero aclarando que si bien es el porcentaje más alto de los últimos 15 años, otros tres presidentes también lo lograron: Alfonsín durante diez meses, entre septiembre de 1984 y junio de 1985; Carlos Menem brevemente en septiembre de 1989, a poco de asumir anticipadamente su primer mandato tras la crisis de hiperinflación de Alfonsín, y Néstor Kirchner, quien mantuvo una aprobación superior al 80% durante 13 meses, entre febrero de 2004 y marzo de 2005, y por 11 meses entre febrero de 2006 y enero de 2007.
¿Cuánto le durará el angelamiento a Alberto Angel Fernández? Con Menem, la popularidad inicial fue efímera porque la crisis económica –aunque fuera heredada– también lo golpeó durante un año y medio, hasta que el 1º de abril de 1991 encontró en el Plan de Convertibilidad la forma de comenzar a remontar. ¿Será ese el ejemplo aplicable a Alberto Fernández cuando la crisis económica que produce el Covid-19 comience a mostrar más letalidad que el propio virus? ¿O se parecerá más a la de Alfonsín, que –a pesar de la crisis económica– con el Juicio a la Juntas de los ex comandantes de la dictadura logró sostener alta aprobación incluso antes de que llegara el inicialmente exitoso Plan Austral? Néstor Kirchner es un caso aparte porque gozó de una situación de crecimiento económico que no tenía precedente en la Argentina del último medio siglo, situación que no tendrá Alberto Fernández ni difícilmente se le vuelva a repetir a ningún otro presidente: “No fue magia”, como repetía Cristina, es cierto. Fue el aumento del precio de las materias primas, que impulsó con crecimientos similares a la mayoría de nuestros vecinos (Brasil llegó a ser la sexta mayor economía del planeta y hoy volvió a clasificar recién entre los veinte primeros).
Otro ejemplo que lo hace más comparable con el caso de Alfonsín –cosechar aprobación con crisis económica– reside en el libramiento de una guerra simbólica: en la actualidad, contra un virus, y al regreso de la democracia, como definió Aurelio, una “guerra contra la guerra”, contra la guerra sucia de la represión ilegal y la guerra perdida en Malvinas.
Que Alberto Fernández pueda mantener niveles altos de aprobación aun cuando la crisis económica muestre sus consecuencias más duras dependerá de cuánto dure “la guerra contra el coronavirus”. Si fuera por 11 meses, le permitiría llegar con fuerza suficiente para influir determinantemente en la construcción de las listas de candidatos a las elecciones de octubre de 2021 que se definirán en marzo previo. En ese cálculo ponen mucho énfasis quienes no solo perciben un gobierno con dos cabezas sino que imaginan que necesariamente una de las dos devorará a la otra y ahora perciben una búsqueda del kirchnerismo por recuperar protagonismo en el impuesto extraordinario a las grandes fortunas promovido por Máximo Kirchner y la polémica de Cristina Kirchner con la Corte Suprema por que sesione el Senado para aprobar ese impuesto.
Otras perspectivas avanzan aún más allá de la teoría de la mutua disuasión que operó entre las dos potencias nucleares en el pasado inhibiendo sus instintos agresivos, y cree factible en una acción mutuamente colaborativa entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner.
Como sostenía Charles Péguy, la lucha contra el coronavirus comenzó como mística y habrá que ver cómo se transforma en política. El dato más favorable para el Presidente no es solo su aprobación, sino que su imagen negativa descendió de 51% hace un año al 19% de hoy (mientras que Cristina Kirchner mantiene el 52% de imagen negativa). Alberto Fernández logró salir de la grieta. ¿Podrá mantenerse allí?
Continuará.