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reclamo del agro

Apenas un conflicto más

El gesto de Cristina el pasado martes de acercarse ella misma a la mesa de discusión con los representantes de los segmentos agrofinancieros fue ciertamente muy adecuado.

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El gesto de Cristina el pasado martes de acercarse ella misma a la mesa de discusión con los representantes de los segmentos agrofinancieros fue ciertamente muy adecuado. Marcó el comienzo de una nueva etapa del conflicto que, es de esperar, conduzca a una solución seguramente relativa e insatisfactoria que sin embargo suponga un paso adelante. Pero al mismo tiempo la presencia presidencial señaló el fin como conflicto excluyente de la sociedad argentina.

Más no se puede avanzar en el gesto de asignar relevancia a un conflicto de partes. A partir de ahora, el canal de negociación deberá ser estrictamente sectorial, y por la dinámica de la crisis internacional y su acelerado despliegue local, ya muy notable en el comportamiento de indicadores económicos y sociales múltiples, paulatina pero inexorablemente este conflicto con el sector agropecuario será uno más y, probablemente, ni siquiera el más importante que se instalará en el horizonte nacional.

La fuerte caída en los niveles de actividad económica en el conjunto de los sectores económicos y el inexorable crecimiento del desempleo, con la crisis de ingresos familiares que sobrevendrá en consecuencia, pondrán en juego rápidamente a otros actores sectoriales, representantes de diversos segmentos sociales, muchos de ellos fuertemente organizados que desplazarán en preponderancia, por su capacidad de presión y de promover conflicto ya probado históricamente, al hasta hoy hegemónico “nuevo sujeto agrario”. En esta perspectiva, el Gobierno hace muy bien en acelerar un nuevo escenario de relacionamiento sectorial, dejando atrás los más duros métodos anteriores de negociación. Es de puro sentido común en las circunstancias actuales. En esta nueva etapa, los acuerdos parciales deberán ser aceptados como parte de un proceso probablemente sin solución definitiva a la vista y harían bien el Gobierno y el sector agropecuario en adecuarse rápidamente a esta nueva realidad. En este sentido, tras la agotadora jornada del pasado martes con la presencia presidencial, por Radio del Plata, en el programa del periodista Ronen Swarc y al enterarse del rechazo de Alfredo de Angeli a los acuerdos parciales, Eduardo Buzzi sostuvo que “me tienen hinchado las pelotas actitudes como ésta”. Más allá del colorido de la frase, mostraba el amigazo –que no ata los perros con chorizos– de manera transparente que, aun para los dirigentes del sector más macanudos y encumbrados, la persistencia del reclamo desairado del ya indisimulable energúmeno de Gualeguaychú parece responder a una etapa que va quedando atrás: la etapa de centralidad absoluta del conflicto agropecuario, definitiva y crecientemente pérdida no solamente en términos de opinión pública, ya estragada y de manera creciente por el horizonte cada día más cercano de la crisis social y económica, sino en términos productivos y políticos.

En este sentido, indigna observar a una parte de la oposición política, pretender estirar sine díe el conflicto entre el Gobierno y el sector agropecuario y mantenerlo además en su punto de máxima conflictividad, para no perder ellos visibilidad mediática y entonces diluirse como alternativa electoral de cara a las elecciones parlamentarias de octubre. En este sentido, es paradigmático el reiterado espectáculo televisivo de Elisa Carrió reclamando sostener la tasa de ganancia de los segmentos agrofinancieros, promoviendo alegremente las viejas y ruinosas recetas de déficit fiscal con endeudamiento externo y, como los neoliberales en los años noventa, pronosticando calamidades de todo tipo si esto no ocurriera.

Todos sabemos –y los que aún no lo sepan, lo averiguarán pronto– que el sector agropecuario no es ni nunca fue el de peores condiciones de producción y beneficios existente en Argentina y, mucho menos, el de perspectivas más sombrías en un país con 30% de pobres y 40% de informalidad laboral no al finalizar, sino en el inicio de una megacrisis social y económica de escala planetaria.


*Director de la consultora Equis.