Vélez y Huracán empezaron a mirarse con recelo hace 38 años. Fue el 3 de octubre de 1971, en el estadio José Amalfitani, el mismo escenario en el que mañana definirán el título del Clausura. Parece mentira que haya pasado tanto tiempo, que los dos hayan modificado su historia en este lapso. Pero sucedió. Huracán pareció despegar hacia un futuro dichoso. Hizo un excelente año en 1972 (con un estruendoso 5-1 a Boca en el Ducó) y en 1973 se despachó con la obtención del Metropolitano, su primer título en la era profesional, que jamás repitió. Y no sólo eso: llegaron años de ostracismo, de descensos inesperados (basta recordar la derrota por penales de la Promoción de 1986 con Italiano), de largas temporadas en la B Nacional y de campañas en Primera que mucho distaron de la gloria que cargaron en Parque de los Patricios tipos como Herminio Masantonio, Emilio Baldonedo, Miguel Brindisi, Carlitos Babington y el Loco Houseman. Una de estas glorias, Babington –zurdo, rubio, pintón, finísimo, el 10 en la espalda–, es hoy el presidente e ideólogo de esta campaña de Huracán. Decidió apostar al fútbol que le reclama el hincha. Trajo a uno de sus más claros exponentes, Angel Cappa, y le salió todo bordado. Huracán, que lleva ya muchos años sin ganar un título, con ese estilo de juego está al borde de la gloria.
Aquella tarde de 1971 nació la rivalidad acérrima entre Vélez y Huracán. Vélez tenía un equipazo; el Gato Marín, Luis Gregorio Gallo, el Pulga Ríos, el Fantasma Benito, el Piloto Bentrón… Y un centrodelantero, Carlitos Bianchi, que fue el goleador del torneo, con 36 goles en 35 partidos. Jugaba un volante central flaco que se llamaba Lapalma. El técnico era el chileno Andrés Prieto, el Chuleta. Aquel equipo era el líder del torneo. Antes de jugarse la última fecha le llevaba un punto a un sólido Independiente dirigido por el inolvidable Vladislao Cap. El conjunto de la V tenía 49 puntos, el de Avellaneda 48. En tiempos de dos puntos al ganador, a Independiente sólo le servía ganar y que Vélez perdiera porque estaba en desventaja por diferencia de goles.
El rival de Vélez era Huracán. El Globo arrancaba la 36ª fecha con 33 puntos (debajo de la mitad de la tabla) y, encima, tenía que ir a Liniers. Repasando la formación del Globo de ese encuentro, uno podría suponer un choque parejo. El arquero era Néstor Hernandorena. Estaban el Coco Basile, el Bambino Veira, el Loco Doval, Carlitos Babington, Miguel Brindisi, Roque Avallay… Jugadores tenía… Un día le pregunté al Bambino qué le faltaba al Huracán del Metro ’71, con los jugadores que tenía… “Dormir, Chavo, nos faltaba dormir.” Debía ser cierto, a juzgar por lo que pasó después… Además, pasó algo insólito. Huracán arrancó la temporada 1971 con Osvaldo Zubeldía como entrenador. A Osvaldo no le fue bien y dejó su cargo. Lo reemplazó César Luis Menotti, su antítesis futbolística. Este equipo de tan floja campaña podría marcarse como la piedra basal del campeón ’73.
Vélez arrancó ganando al minuto, con un gol de un delantero llamado Lamberti, un pibe al que Prieto había promovido desde las inferiores. En Avellaneda no había mucha gente. Que Huracán le ganara a Vélez en Liniers era casi un milagro. Además, en la fecha anterior, Vélez había perdido con Racing (0-1, golazo de Squeo) e Independiente no lo pudo aprovechar, porque había caído en La Paternal con Argentinos Juniors (1-3). Ahora, Vélez recibía a Huracán y parecía todo resuelto al minuto. Independiente, mientras tanto, se puso 1-0 arriba por Eduardo Maglioni.
De pronto, el Rojo empezó a revivir. Un gol de un viejo amigo de la casa, Roque Avallay, puso el 1-1. De todos modos, en el vestuario de Vélez ya se habían armado las mesas para festejar el título.
En la segunda parte, Independiente resolvió el pleito con Gimnasia. El Pato Pastoriza convirtió un golazo y el Rojo se puso 2 a 0. Vélez y Huracán seguían empatando. La cancha del Rojo se empezó a llenar. La voz del Gordo Muñoz sonaba como un parlante en el tenso silencio de la Doble Visera. De repente, la “o” de “gol” empezó a estirarse en la voz del Relator de América. Gol… ¿De Vélez? Que fuera de Huracán parecía una utopía. Un vitalicio de Independiente escuchó claramente “gol de Huracán”. Y fue de Huracán nomás… Lo hizo Luis Giribet, el Oreja Giribet. Vélez 1, Huracán 2.
La cancha de Independiente se llenó. La de Vélez ya estaba llena, pero ahora era puro nervio. Era la impotencia más desesperante del Fortín contra la tranquilidad de la defensa de Huracán. Independiente, por su parte, hacía correr la pelota y el reloj.
Luis Pestarino dijo basta en el Amalfitani. Los jugadores de Huracán levantaron los cuerpos vestidos de azul desparramados por el césped, con las lágrimas mezcladas con el sudor, mientras Independiente festejaba un título impensado.
Huracán le arruinaba a Vélez un campeonato que tenía casi ganado y que merecía con creces. Esta afrenta Vélez jamás la perdonó y mañana tiene la enorme ocasión de lavar una mancha que ni siquiera las conquistas internacionales de los 90 lograron quitar.