La única verdad es la realidad”, dijo Aristóteles y el general Perón hizo propias estas palabras, a las que el imaginario popular dio status de verdad indiscutida. La frase, de indudable cuño tautológico, también fue evocada por el filósofo prusiano, considerado por muchos el pensador más influyente de la era moderna, Immanuel Kant, casi 170 años antes que la hiciera suya el fundador del Justicialismo. Quizás, sin saberlo, Perón adhería a la escuela del idealismo trascendental alemán, aunque la frasecita la usó en 1948 para justificar el aumento del precio de los productos exportables en la Argentina de posguerra.
Lo más probable es que Perón tuviese más en cuenta a Otto Eduard, más conocido cómo príncipe de Bismarck, que a Kant cuando convirtió en nac & pop esta consigna. Concretamente se refería a la Realpolitik del Canciller de Hierro. Este acuñó el término al cumplir la petición del príncipe Von Metternich para encontrar una forma de equilibrar los poderes de los imperios europeos a fines del siglo XIX. Bismarck logró la reunificación alemana (con la Confederación Alemana del Norte) bajo el mando de Prusia sin anexar al territorio austrohúngaro después de la Guerra de las Siete Semanas en 1866. Entonces los alemanes vencieron a los austríacos en la batalla de Sadowa, y de esta forma Bismarck impidió que la Guerra de las Siete Semanas se convirtiera en la de los Siete Años.
La expresión ha perdido la connotación antibelicista que le había otorgado el Canciller de Hierro, quien, según Eric Hobsbawm, dedicó los últimos años de su gestión a mantener la paz entre las potencias europeas mientras Alemania se consolidaba como imperio. En nuestro medio, la frasecita se ha convertido en sinónimo de la concesión de los principios de un partido para obtener ventajas sobre sus contrincantes. ¿De qué forma? Una vez más nos remitimos a Bismarck, quien asemejaba la política a las salchichas: “Es mejor no ver cómo se hacen”.
El peronismo fue desde sus comienzos el non plus ultra de la Realpolitik. De la ultraizquierda a la ultraderecha en vuelo non stop.
Valiéndose de la Realpolitik, el peronismo fagocitó al laborismo, al socialismo, a parte del yrigoyenismo, al nacionalismo, a parte del conservadurismo, al neoliberalismo (o algo que se le parecía), a la izquierda revolucionaria… y siga usted poniendo “ismos” en este puchero criollo, que gracias a su versatilidad se ha convertido en una aceitada máquina de ganar elecciones y triturar a sus enemigos sin piedad.
El kirchnerismo ha sido un esmerado alumno del General (aunque no exalte la figura de Perón –como contaba Antonio Cafiero – y sí la belicosidad de la señora Eva Duarte). Del General han copiado la flexibilidad de la Realpolitik y la estructuración del relato siguiendo la prédica del inefable Raúl Apold, digno sucesor de Goebbels y su política comunicacional.
Al igual que el General, el kirchnerismo bien sabe que está en retirada, porque soldado que huye sirve para otra batalla, aunque deban sacrificar parte de la tropa propia. ¿Será Boudou la víctima propiciatoria? ¿Acaso Amado, al verse sin apoyo, pretenderá llevarse un compañero de aventuras a su viaje por el averno?
Nada es seguro, pero se respiran nuevos aires entre las miasmas hediondas de la cacocracia. Lázaro, Jaime, De Vido, Feletti, Granero. ¿Quién más será sacrificado en el altar de la lealtad peronista?
“La única verdad es la realidad”, dijo el General usando el concepto de Aristóteles, quien, con esta afirmación, se alejaba del idealismo de Platón, su maestro, cuya filosofía alimentó ideologías utópicas a lo largo de siglos. Quizás esta evocación de los sabios griegos sea too much para este sainete criollo, pero nunca está de más volver a los clásicos que siempre albergan la ambiciosa pretensión de evitar que nos tropecemos con la misma piedra.
Vano esfuerzo; la frase ya tiene 2.300 años.
*Médico e historiador.