No soy ingenuo.
Arsenal de Sarandí es el club fundado por Julio Humberto Grondona y familia, con todo lo que ello significa. Con apenas un puñado de hinchas y pocos socios, llegó a Primera División. En sus primeras tres temporadas en la máxima categoría, le expulsaron sólo 7 jugadores. De estos 7, a 4 los echó Horacio Elizondo. Tiene un presupuesto que, por lo visto, le alcanza para renovar su plantel cuantas veces lo necesite; para que técnicos cotizados se queden; para que jugadores importantes prefieran Arsenal a algún grande como Independiente, Racing o San Lorenzo; para que sponsors notables pongan plata. En 2004 estrenó su estadio de cemento –conocido por muchos como una nueva versión de “La pista de Anillaco”–, construido en tiempo récord y con una solvencia económica digna de cualquier país desarrollado, como Suiza, por ejemplo. La repetición de árbitros y jueces de línea fue una constante en 2002 y 2003, justo cuando Arsenal recién llegaba a Primera y tenía que sumar puntos para ajustar el promedio.
No soy ingenuo, insisto. Y detesto que crean que lo soy.
Pero este Arsenal Campeón de la Copa Sudamericana 2007 es irreprochable. Los arbitrajes de Ricardo Grance en México y Oscar Ruiz en Avellaneda fueron pésimos, pero no modificaron la historia. Arsenal eliminó a San Lorenzo, Goiás, Chivas y River de visitante y, en igual condición, le ganó la primera final al América. De todos, el único partido que mereció perder fue el del Monumental. Tal vez esa noche de River, y el haber sobrevivido los primeros veinte minutos del Azteca con sólo un gol en contra son las señales más claras que el cuadro del Viaducto recibió de los dioses futboleros.
Gustavo Alfaro estuvo a punto de irse en agosto, después de tres derrotas consecutivas en el Apertura. Julio Ricardo Grondona (“Julito”, presidente de Arsenal, hijo del Grondona “vicepresidente del mundo”) lo impidió y fue un gran acierto. Luego de ese respaldo, Alfaro y su cuadro ganaron cuatro partidos de continuado. Dos de ellos fueron contra San Lorenzo, a quien Arsenal le metió 7 goles en dos partidos: tres de ellos por la Sudamericana; los otros cuatro llegaron en un partido de arbitraje escandaloso.
Lo curioso es que, mientras Arsenal no daba pie con bola en nuestro medio ponía en fila y se sacaba de encima a sus rivales internacionales. Y también llama la atención que, por ejemplo, la formación que cayó ante Tigre 0-2 el 19 de octubre fue casi la misma que dio la vuelta olímpica el miércoles en la cancha de Racing.
Hubo una buena elección de jugadores. Cuenca, el arquero, tiene mucha experiencia. A Gandolfi lo dejaron ir de River después de haberlo formado y de haberle dado rodaje en Primera. Matellán es un “chico Bianchi”, fue el sucesor de Samuel. Casteglione es un joven cacique, el colombiano Mosquera cabecea todo lo que tiene a su alcance. Podríamos seguir con Villar, Garnier, Damonte, Cristian Díaz (que también ganó el ascenso con Huracán a mitad de año). Deberíamos hacer una escala en Andrés San Martín, volante central, motor y cerebro –según convenga– de Arsenal 2007. Adelante, Calderón tiene casi 38 años (los cumple el próximo 24 de enero) y fue de suma utilidad, lo mismo que Alejandro Gómez, jugador de enorme futuro y clave en la épica victoria en México al convertir dos goles. Ulloa, Raymonda, Andrizzi, Yacuzzi, Leo Biagini… Como se ve, hay nombres importantes, de esos que Arsenal trae todos los años. Pero también hay trabajo, preocupación por cada partido y entrega, como si cada vez que sale a la cancha fuera la última.
Estamos ante un nuevo orden, parece. Aquella tradición de “grandes equipos grandes” está en franca decadencia. Incluso, el Boca que ganó la Libertadores no es un equipo inolvidable como lo fue, por ejemplo, algún Boca de Bianchi o del Toto Lorenzo. Aquellos Racing, Independiente, Estudiantes o River que ganaron Libertadores e Intercontinental ya no están. No están ellos ni hay equivalentes.
Arsenal representa esta modernidad. No es un gran equipo, hace lo justo y necesario, y se le elogia su practicidad y los resultados que consiguió. La Copa Sudamericana no tiene el relieve de la UEFA. Pero para Arsenal es como ganar la Champions. Porque, si bien cada cosa que haga, cada árbitro que se equivoque a su favor invitará a la sospecha de que Grondona levantó un teléfono para dar “instrucciones”, justo es decir que el plantel y el cuerpo técnico de Arsenal trabajaron con la seriedad que le exigimos al fútbol argentino en su conjunto.
El apellido Grondona aparece en ambos casos. El de Julio Humberto, en la crisis terminal del fútbol argentino. El de Julio Ricardo (a quien su padre prepara para el sillón de la AFA) en la hora más gloriosa de Arsenal.
Esperemos que cuando le toque a Julito conducir la AFA (porque va a llegar a eso, no tengan dudas) las cosas funcionen como parece que funcionan en Arsenal.
En ese caso, juro no quejarme más.