Como un déja vu en modo continuo, el radicalismo vuelve a dejar expuestas ante la sociedad sus contradicciones flagrantes, su docilidad para el doblez. Ahora con el bochornoso giro de 180 grados de parte de sus legisladores, que le permitirá a la gestión de Javier Milei mantener el veto a la movilidad jubilatoria que impulsó la propia UCR y validó el Congreso.
Como suele pasar ante estos hechos recurrentes en su historia reciente, la dirigencia radical que puebla con entusiasmo los múltiples órganos partidarios se indigna y clama por el castigo a los traidores. Es una anécdota. Otra más. Acaso su reiteración explique por qué el alcance del apoyo electoral que cosechó en lo que va de este siglo se limite al ámbito provincial, municipal o universitario.
Tal vez la particularidad de este nuevo episodio sea su brutalidad. Con el mismo ahínco con el que defendieron hace un mes mejorar las condiciones de los jubilados, este grupo de diputados radicales ahora da marcha atrás en nombre de cuidar los números fiscales. La casta que ama el planeta libertario.
La crueldad política se completó con la asistencia de cinco de esos legisladores (son más los que metieron reversa) a la Casa Rosada, donde fueron recibidos por el Presidente y la hermanísima Karina. El momento se inmortalizó en una imagen.
¿Se habrán sentido honrados de conocer a Milei, a quien nunca habían visto en persona y que en sus nueve meses de mandato jamás había hablado con legisladores radicales? Probablemente querían demostrarle que se equivoca el jefe de Estado cuando los engloba siempre a los radicales como “ratas”, ubica la llegada a la presidencia de Hipólito Yrigoyen en 1916 como el inicio del declive argentino o califica a Raúl Alfonsín como el peor presidente de la democracia.
Quiénes son los diputados radicales que podrían salvar el veto de Milei
Por estas horas cunden las versiones en torno a qué estímulos o presiones han recibido los diputados del partido centenario para la súbita voltereta. Sin pruebas, pongamos que podríamos considerar genuino el argumento del superávit fiscal. O que siguen el interés de gobernadores aliados a la Nación. O que buscan un poco de sol antes de que el año próximo se les venzan sus mandatos. O que alguno aceptó renunciar a la banca para asumir en un carguito binacional con sueldo en dólares.
“Lo que pasa en el radicalismo se puede explicar a partir de la falta de capacidad de disciplinamiento desde arriba y la falta de principios desde abajo”, describe con crudeza el reconocido politólogo Andrés Malamud, cercano críticamente al ideario del partido.
La disgregación radical no es novedosa y ha sido aprovechada por el resto de las fuerzas políticas. Lo hizo hace casi dos décadas el kirchnerismo (“Cristina, Cobos y vos”, ¿se acuerdan?). Luego Mauricio Macri y su Cambiemos con la UCR como accesorio al PRO. Y ahora Milei.
Es cierto que mutaciones similares han sido moneda corriente en la historia reciente de todos los partidos y sus dirigentes. Pero lo llamativo es que, al revés de los demás, el radicalismo lo hace como furgón de cola de otros proyectos de poder. Atrás, en vez de adelante, como les marca su marcha partidaria. Así les va.
LT