“Si tienen que ganar una campaña dividiendo a la gente, no podrán gobernarlos. No podrán unirlos más tarde”. (Barack Obama)
El aumento del dólar y del riesgo país sigue la previsión del cuadro que publicó esta columna hace dos semanas en la medida en que pasa el tiempo y aumenta la incertidumbre electoral.
Algunos analistas hasta creen que el problema de la Argentina sería tanto si ganara Cristina como si ganara Macri, porque cualquiera de los dos enfrentaría el mismo problema de gobernabilidad ante una sociedad, un Congreso y una Justicia divididos.
La verdad es mediación y reconciliación. Estar en orden es armonizar. No hay economía en orden sin armonizar.
La relación entre los verbos latinos spectare y respectare, uno refiriéndose al espectáculo y otro al respeto, refleja la diferencia de una sociedad orientada al escándalo respecto de otra orientada al debate público racional. El costo del entretenimiento lo paga la economía.
Una sociedad del escándalo también lo es de la ira, que impide cualquier diálogo entre los recíprocamente indignados. Ese estado afectivo no engendra futuro ni acción porque es una doble negatividad que se anula mutuamente. Toda la energía se consume en una “tormenta de excrementos” lanzada sobre el otro.
Esa crisis del espíritu impide la creación de algún “nosotros” incluyente de la mayoría de la sociedad. Si un verbo define la historia, este es “actuar”. Para Hannah Arendt, actuar consistía en poner un principio, un nuevo comienzo, hacer algo diferente. En Argentina, desde principio de los años setenta del siglo XX, las estadísticas económicas (y no el uso político de la historia) muestran que comenzó nuestra decadencia, y el país probó políticas de derecha e izquierda, democráticas y autoritarias, pero siempre compartiendo el mismo invariable: la confrontación, la polarización con sus distintas expresiones de grieta. Nuestra artrosis política consiste en seguir haciendo lo mismo cambiando caras y temas. Modificando los significantes pero manteniendo los significados.
Nuestro problema es de inteligencia emocional. La grieta es producto del narcisismo, de la necesidad de construir una identidad remarcando las diferencias. Del miedo a fusionarse con el otro y diluirse, como los adolescentes que, con su yo aún frágil, sobreactúan los comportamientos de la tribu a la que desean pertenecer obteniendo un placer autoerótico. Un nosotros sesgado y parcial propio del miedo y la falta de seguridad.
En el libro del – cada vez más célebre– filósofo coreano Byung-Chul Han En elenjambre, se cuenta que “a principios del siglo XX adquirió fama mundial un caballo alemán. Se le atribuía la capacidad de cálculo. Fue conocido como Hans el Listo. A tareas sencillas de cálculo respondía correctamente con la pezuña o la cabeza. A sí, golpeaba ocho veces el suelo con la pezuña cuando se le preguntaba ‘¿cuánto es tres más cinco?’. Para esclarecer este suceso prodigioso se constituyó una comisión de científicos en la que había también un filósofo. La comisión llegó a la conclusión de que el caballo no sabía calcular, pero estaba en condiciones de interpretar finos matices de la expresión facial y corporal de la persona que tenía ante sí. Registraba con sensibilidad delicada que el público presente adoptaba espontáneamente una actitud tensa ante el golpe decisivo de herradura. Frente a esa tensión perceptible, el caballo dejaba de golpear. Y así daba siempre la respuesta correcta”.
Si cada uno de nuestros “nosotros” se aterroriza por la llegada del otro (o cuatro años más del otro): “Si gana equis me voy del país” es una frase que se volvió a escuchar después de muchos años, cómo el animal spirit de los mercados –al igual que Hans el Listo– no va a traducir en forma de cálculo esa tensión elevando el dólar, una y otra vez, aunque ya no queden muchos pesos. Al punto de que el dólar blue sea un 10% menor que el oficial porque cada vez más gente sale a vender sus “dólares colchón” para poder pagar la tarjeta de crédito, o la pyme, pagar los sueldos, porque ya no le quedaron más pesos.
En otro libro de By ungChul Han, La salvación de lo bello (ambos inspiran esta columna), se sostiene que “la información es una forma pornográfica del saber. Carece de la interioridad que lo caracteriza. El saber tiene una estructura temporal por completo distinta. Se tensa entre el pasado y el futuro. La información, por el contrario, habita un tiempo presente indiferenciado. Es un tiempo sin acontecimiento ni destino”.
La depresión es un narcisismo negativo. En su vacío hace que la información momentánea penetre como presente eterno: si el dólar sube, subirá mañana y pasado mañana. La información, pura percepción del instante, como la de Hans el Listo, no es del ámbito del saber (en el caso del caballo, calcular) sino de la emoción de los sentidos. Yegua, gato, gorila, tantos calificativos animales no hacen más que evidenciar la animalidad que habita en esas emociones. “El sujeto se salvó refugiándose. en la interioridad de la razón”, escribió Kant.
“Desastre” significa etimológicamente sin estrellas, “sin astros”. En Crítica de la razón práctica, Kant volvió a escribir, bellamente: “Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto siempre nuevos y crecientes cuanto más reiterada y persistentemente se ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado que está sobre mí y la ley moral (la razón) que hay en mí”.
Debemos prescribirnos –especialmente los dirigentes– más reflexión y darnos cuenta de que con la grieta nos autoinfligimos el castigo que deseamos al otro. Que armonizar es estar en orden y que no hay orden económico posible sin armonizar.
La idea de totalidad de Hegel no se constituye en un accionar de partes individuales que someten la pluralidad sino como un “equilibrio en reposo de todas las partes (...) el uno que, en sí, conserva vinculadas las partes en su libertad”. La verdad para Hegel es reconciliación y mediación: “Las partes y las oposiciones particu- lares no perseveran unas contra otras en una autonomía y firmezas reales, sino que ya solo tienen vigencia como momentos ideales reconciliados en una consonancia libre”.
Macri no tuvo éxito en política y fracasó en economía: la grieta es su fracaso político, y la economía su metástasis.
La Argentina padece una falta de enlace dialógico. Las emociones son impulsivas, puro presente, y expresan a un sujeto monológico aquejado de “nudismo anímico”. Así estamos, el dólar y la inflación son nuestra fiebre, que bien dijo Macri (y se aplica a su gobierno) es una demostración de alguna forma de incapacidad.
Se dice que Macri fue exitoso en lo que menos se suponía, la política, y no en lo que se esperaba de él, la economía. Probablemente fue falsamente exitoso en política, porque la grieta es una estafa y el fracaso de su economía quizá sea el síntoma de no haber sido exitoso en la política.