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Banda tributo

Esta gestión podría ser descripta como una banda tributo al primer kirchnerismo, en el que el Presidente y sus ministros representan arquetípicamente aquello que alguna vez fue pasión multitudinaria.

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Ella y él. Cristina centró su discurso en mensajes políticos, mientras Alberto abundó en anécdotas de su función. | telam

Ella lo mira mientras habla, lo mira todo el tiempo y asiente. Él mira fijo hacia adelante, serio, aburrido, ajeno y pensativo. El gobernador de la provincia de Buenos Aires combina su tiempo en el escenario para hablar de sus clásicos tópicos, que se pueden fácilmente describir como las problemáticas del neoliberalismo, las operaciones de prensa, el Covid y la tierra arrasada que dejó Vidal, transformando una provincia próspera y desarrollada en un antro infernal; todo frente a la misma dirigencia que gobierna las intendencias del Conurbano hace décadas. Y el gobernador la mira a ella para ver si asiente, porque vive para recibir su felicidad. Así, entre miradas atentas y perdidas, la clase política dirigente muestra sus tensiones a través de un espectáculo.

Este no ha sido el año de los discursos de Cristina Fernández, sino el de los gestos y comentarios en el Senado, y el de las denominadas cartas. Con esos pocos materiales públicos el análisis se centraba en la búsqueda de pistas que permitieran confirmar una situación de dominación sobre el Presidente y una crítica a su gestión.

Siempre ha sido llamativo que se sostengan al mismo tiempo ambas cosas, ya que si la dominación hacía referencia a una suerte de conducción remota, la crítica sería en realidad una redundancia sobre sí misma. Se debe buscar la tensión en las distancias y los gestos, mucho más que en la dominación.

Los oradores y oradoras eran seis, y podría indicarse esto como demasiada gente para buscar su momento de gloria. Magario primero, Máximo Kirchner después, a continuación Sergio Massa y posteriormente el gobernador Kicillof, luego de un video informativo de su gestión 2020, ocupando cada uno sus respectivos turnos.

Con el cierre de su discurso se podía divisar que hacía prácticamente una hora que los presentes arriba del escenario habían abandonado el tapaboca. El turno de Cristina Fernández modificó esa situación haciendo de esos gestos toda una simbología. A los segundos del inicio de su alocución, todos ya ocultaban sus rostros, evidenciando que su discurso necesita siempre de bocas tapadas. Podría haber sonado de fondo Confortably Numb de Pink Floyd, habría quedado impecable.

El Presidente llega a fin de año enrollado en discursos zigzagueantes. Las idas y vueltas de sus declaraciones y decisiones hacen recordar al Zelig de Woody Allen, cuyo personaje poseía una capacidad enorme de adaptarse a todo tipo de contextos, inclusive modificando su aspecto físico y el color de su piel, hasta convertirse en lo mismo que los otros aceptaban.

Sin embargo, en el acto de la unión, en el momento en que todos se vuelven a encontrar, ¿cuál es el personaje que debería adoptar? Kicillof reúne una combinación imposible de soportar para Alberto Fernández, ya que esas diferencias, todas en simultáneo, hacen que su transformación sea totalmente inviable.

Su alocución llegó última. Su discurso se escuchaba cansado y desnudo, sin creatividad. Cuando habló, volvió a recorrer el año del Covid como si allí todavía habría algo para decir y reivindicar, aunque probablemente sea lo más sencillo y a mano para expresar.

Detrás de él, Cristina hablaba con Kicillof sin prestar atención a sus comentarios, aunque ejerciendo una presión sostenida a sus espaldas, una que lo perforaba en su supuesto juicio contrario, hasta que se convirtió en insoportable y tuvo que girar hacia ella dejando para la posteridad una frase única: “Yo hice lo que me mandaste”.

Los enojos en este año de Cristina Fernández deberían tomar con cuidado esa declaración desesperada de obediencia. No se trata de un reconocimiento de quien sigue órdenes, sino una afirmación de aquel que trata de defenderse ante una evaluación negativa de un jefe. En realidad, significa que lo que le pidieron que haga no fue hecho.

Su arenga se llenó de anécdotas, mientras que la de Cristina se rodeó de una mirada general del mundo, la justicia, los poderes y los sistemas de gobierno. En un caso se habló del mundo y la forma en que se debe luchar para conseguir los objetivos que se plantean; en el otro se rememoraban ocasiones de quienes alguna u otra vez lo fueron a ver, como quien busca anécdotas para ejemplificar la manera en que sí siguió las órdenes. Desde “con Axel bromeamos a ver si estaba en la letra chica”, pasando por “ahí está Fernando, que no me deja mentir”, o “ahí lo veo a Daniel Gollán”, y hasta “vino un día Kato y me dijo: ¡che!”, y ya que está también una mención a los sindicalistas con “bueno, allá lo veo a Hugo, a Plaini, lo veo al amigo Caló”, completando una secuencia de anécdotas de quien recuerda su paso por el poder en el momento de una despedida.

Para el futuro, para los próximos tres años, se debe esperar un mandatario en proceso constante de adaptación. Podría describirse desde el punto de vista de la verdad o la mentira, pero eso no estaría siempre a mano de comprobaciones, y es posible que una verdad en un momento se exponga posteriormente a escenarios diversos haciendo que esa condición de realidad deba ser modificada.

Lo que se puede estar seguro, de lo que no hay duda, es que el Presidente tiene un perfil que se siente cómodo solo en los momentos en que puede adoptar las formas que los interlocutores de turno le ofrecen. Si la expectativa es vacunarse en 2020, este año estarán las vacunas, si lo que se pide es un ajuste del Estado, habrá oferta de ajuste, y si se pide seguir órdenes, se ofrecerá obediencia.

Con el ingreso a edades mayores y a los fallecimientos de históricas figuras del rock, las últimas décadas han hecho muy comunes a las denominadas bandas tributo. Allí, como una imitación, el público puede experimentar ver a Led Zeppelin, los Beatles o a Kiss, en representaciones estupendas de aquello que ya no es. Sin embargo, sus protagonistas ofrecen su vida a ser otros y convierten eso en una forma de vida. Esta gestión podría ser descripta como una banda tributo al primer kirchnerismo, en el que el Presidente y sus ministros representan arquetípicamente aquello que alguna vez fue pasión multitudinaria.

De eso se trata: de darle al público lo que el público quiere y que se olvide de que lo que está observando es solo una representación de aquello que se ilusiona, todavía en existencia.

*Sociólogo.