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Castillo de naipes

Milei Temes
La falta de pericia política y el impacto de las reformas económicas empiezan a complicar al gobierno de Milei. | Pablo Temes

Pocos días antes de que se iniciara el histórico balotaje, que terminaría gestando la inverosímil presidencia de Javier Milei, un encumbrado empresario anticipaba su apoyo al libertario entre miradas incrédulas del resto del selecto grupo de representantes del establishment que participaba de la tertulia. No había, sin embargo, emoción en la confesión del hombre de negocios que suele codearse con el poder de la Argentina desde hace al menos tres décadas. Había recato. “Lo voto sin alegría, lo voto con temor. Lo que más temor me genera es no saber, si en lugar de estar votando a un nuevo Menem, estaré votando a un nuevo Castillo”, susurró.  

Dos antecedentes, que se verificaron esta semana, parecen anticipar el recelo puesto en aquella confidencia ante el círculo rojo sobre la frustrada presidencia del peruano José Pedro Castillo Terrones. El primero es de índole político. Y se refiere a la pírrica victoria de Milei sobre la ruinosa sanción en general de la Ley Ómnibus, que a decir verdad, a esta altura debería trocar su nombre a Ley Uber, luego de la poda que sufrió en las últimas horas: el proyecto de Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos tenía 665 artículos y quedaron 386. Mientras que el segundo dato es del orden de la opinión pública. Y se manifiesta en la aparición de un par de encuestas que alertaron a la Casa Rosada al difundir el crecimiento de la imagen negativa de Milei en menos de dos meses de gestión. El fantasma de Castillo irrumpió en las últimas horas en el horizonte de La Libertad Avanza. Y lo hizo, hay que decirlo, de forma (demasiado) anticipada.

La articulación en el Congreso de la ley impulsada por el Gobierno erosionó el ya muy erosionado músculo político que Milei podía ostentar ante los legisladores. El diálogo con la oposición, sobre todo con la oposición “dialoguista”, quedó muy lesionado. Publicación de carpetazos, violación de la intimidad y acoso en redes del ejército digital libertario. El cóctel de amenazas a los diputados aliados que no respaldaran el proyecto de ley fue muy significativo. Nicolás Massot representó, por caso, un ejemplo emblemático: el ex jefe de diputados del PRO durante el macrismo fue uno de los primeros en colaborar con el proyecto de Milei pero luego, cansado de los aprietes denunció la jugada. “Están enceguecidos y no distinguen matices. Para el Gobierno, todo el que disiente es casta. Así va a ser muy difícil”, sintetizó.

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Destrato del ministro de Economía, Luis Caputo. Impericia del presidente de la Cámara Baja, Martín Menem. Arrogancia del devenido oficialista, diputado José Luis Espert. Desaire del influyente asesor presidencial Santiago Caputo. Y pasos en falso del ministro del Interior, Guillermo Francos. Demasiada falta de profesionalismo para un Gobierno que solo cuenta con menos del 15% de las bancas en Diputados y con menos del 10% en el Senado. Un dato sirve para mostrar la escenografía evidenciada esta semana en el Congreso: Miguel Ángel Pichetto anuncia que ha hecho demasiado para ayudar a este gobierno y Pichetto es un hombre que viene haciendo demasiado para ayudar a todos los gobiernos.

La victoria pírrica de la Ley Ómnibus erosionó el erosionado músculo político oficialista.

Pero la tensión política no es la única inquietud para el padre de hijitos-de-cuatro-patas. Dos encuestas que se difundieron esta semana parecen confirmar que los apoyos que Milei cosechó hace tan solo 76 días en las urnas podrían estar desdibujándose, a medida de que los votantes del libertario comprueban que la motosierra tronó muy cerca de la base electoral y muy lejos de los privilegios de la política. “Los límites del consenso”, se titula el estudio realizado por la consultora Zuban-Córdoba, una de las encuestadoras que más temprano vislumbró el boom que iba a lograr Milei en 2023. El informe muestra que se habrían invertido los porcentajes que logró el Presidente en la elección de noviembre: el 54,4% está ahora en contra de las medidas del Gobierno y solo el 42,3% se muestra a favor. Mientras que el 65% sostiene que el ajuste no lo está pagando la casta.

Pero la verdadera alarma la encendió Fixer, que fue la consultora que acertó el triunfo de Milei en el balotaje. En los números de Fixer, el Presidente combina en enero un 46% de imagen positiva y un 50% de imagen negativa. En diciembre, esa relación era inversa: 49% de positiva y 40% de negativa. El segundo dato que arroja este estudio señala una preocupación aún mayor para los libertarios: entre los votantes de La Libertad Avanza, el 13% rechaza el DNU y el 6% le atribuye al oficialismo la responsabilidad sobre el nivel de inflación actual. ¿Empieza a ponerse en duda el 30% de base electoral que consagró a Milei? Es un escenario muy prematuro para responder. Pero se trata del interrogante que más inquieta a la Casa Rosada. Viva la libertad, Carajo. Sí. Pero atención con la historia de Castillo.

La trayectoria del “maestro del pueblo”, así se lo conoce a Castillo en Perú, tiene mucha semejanzas con el fenómeno de Milei. Castillo también es un outsider que llegó al poder en forma meteórica, luego de liderar una protesta gremial de docentes y gracias a un inflamado discurso antipolítica y el rápido conocimiento que obtuvo en televisión por ser una figura muy mediática: siempre calzando un colorido sombrero y provisto de un gran lápiz escolar. Pero luego de una fugaz presidencia, de tan solo dieciocho meses, Castillo terminó en prisión acusado de “permanente incapacidad moral”.

Una mezcla de campesinos que se sentían representados por su discurso contra los privilegios de la elite política de Lima y una importante parte de la clase trabajadora, a la que interpeló con su retórica anticapitalista, hicieron que este hombre desconocido dos años antes, se convirtiera en el político más votado en la primera vuelta electoral de 2021, en gran parte, gracias al fundamental apoyo que obtuvo de los jóvenes, que lo empezaron a impulsar en sus redes sociales hasta convertirlo en el candidato que más creció en plataformas digitales durante la campaña.

La historia de Castillo puede ser leída en clave Milei: outsiders que lograron un sorprendente triunfo.

La historia de Castillo puede ser leída en clave Milei. Ambos iniciaron su carrera a medida que aumentaban los errores del gobierno en la gestión de la pandemia. Y ambos son figuras extrañas en el status quo de la política. Es interesante advertir que esa condición de rara avis, que les dio fortaleza entre el electorado por la novedad que representaban, es también, a su vez, lo terminaría complicando sus presidencias una vez que asumieron el poder y se vieron obligados a negociar acuerdos para avanzar en su gestión.

En Perú, cuatro décadas de contienda popular, el politólogo peruano Moisés Arce analizó los antecedentes de Castillo, que hoy se asemejan demasiado a los de Milei: “Castillo es un outsider en un sentido más complejo y multidimensional. No sólo carece de experiencia política, sino que tampoco pertenece a los círculos de poder económico, social, o cultural del país. Proviene de la periferia del poder en el Perú en sentido amplio. Entender este carácter multidimensional de la condición periférica de Castillo resulta importante para comprender su performance errática en el poder y su ausencia de aliados sólidos desde el inicio de su mandato”. Durante su efímero gobierno, la tensión entre Ejecutivo y Legislativo marcó la presidencia de Castillo. Se trata de una historia que debería ser atendida en su real magnitud por estas horas en Buenos Aires.

El discurso de Castillo durante las elecciones estuvo fuertemente marcado por una retórica populista. El establishment político peruano, corrupto y desinteresado por el país, era el principal adversario del “pueblo”, representado por el candidato antisistema. Sin embargo, en diciembre de 2022, el mandato de Castillo terminó tras una tentativa fallida de disolución del Congreso y de decreto del estado de emergencia. En respuesta, los legisladores destituyeron al presidente y nombraron en su lugar a su vicepresidenta, Dina Boluarte.

Quizá por ese antecedente, el poder argentino mira ahora con perpleja curiosidad la agenda propia que construye Victoria Villaruel en forma autónoma del Presidente. Y quizá también por ese precedente se le presta especial atención a la decisión de Mauricio Macri de presidir el PRO: el ex presidente empieza a dar señales de mostrarse agazapado para cogobernar en primera persona.

“Es fácil ser candidato y llegar a ser presidente. Pero es difícil gobernar”. La sentencia de Castillo todavía resuena en Perú. Es una frase que Milei debería tener muy presente. Incluso para reconfigurarla. Porque es muy fácil ser panelista de Animales Sueltos. Pero es muy difícil ser presidente en una Argentina en crisis crónica. Las fuerzas del cielo deberían estar atentas. Antes de que el poder se derrame como un castillo de naipes.