Mientras dura el proceso de realización, para el artista la obra es un mundo y él su demiurgo. Después del punto final, y aun con todas sus oscilaciones, rectificaciones y retoques, del pentimento al arrepentimiento, sobreviene el momento del cierre y es la caída: lo hecho se ha vuelto un objeto más, uno entre tantos, algo que se pone en circulación o se retiene avariciosamente para extraer las últimas chispas de esplendor.
Una de las escenas que siempre me vuelve y me acompaña con las variaciones propias de la memoria y el olvido, al punto de que ni siquiera recuerdo si habré escrito alguna vez acerca de ella en estas columnas, es la escena final del Decamerón, filmada por Pasolini y basada en los cuentos populares pavotes y simpáticos de Giovanni Bocaccio. Pasolini nunca me gustó como director, sus películas me aburren, sobre todo las de contenido religioso. Pero esta… Vamos a ella.
En El Decamerón, Pasolini toma el papel de un pintor que va pintando esos cuentos sobre la pared de un convento. Vemos el pincel, la mano del pintor, y la cámara avanza hacia el plano detalle que funde al cuento. Vemos como el cuento toma vida –cine es movimiento.
Cada cuento es parte de un todo, un retablo de pequeñas historias de engaños, infidelidades, mentiras, estafas y traiciones protagonizadas por el simpático no-actor Ninetto Davoli, y al término de cada uno de estos la cámara se retira en zoom para atrás y vemos como va formando parte del fresco sobre el que el pintor-Pasolini continúa avanzando.
Eso sigue así hasta que se cuenta el último. Entonces Pasolini pinta el punto final, da el último retoque, aparta el pincel, y retrocede.
Ese fresco que contemplamos en sucesión ahora se ha detenido y está completo, está fuera del cine porque no se mueve, y sin embargo, está dentro del cine porque su autor se está moviendo. Pasolini está de espaldas al espectador. Luego gira, se vuelve hacia la cámara y nos mira.
Y esa mirada nos dice algo que nunca sabremos o que no terminamos de saber del todo, y quizá sea lo que dije al principio de esta columna, o tal vez se trate de algo terriblemente diferente.