COLUMNISTAS
Defensor de los Lectores

Ciertos comunicadores y el marxismo de Groucho

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Saltimbanquis. Las vueltas en el aire son malas para conservar la confiabilidad. | cedoc

En estos días turbulentos que hemos pasado los argentinos tras la detonante victoria de la principal alianza de oposición en las PASO, con porcentajes que asombraron a uno y otro lado de la grieta, una frase que parece no tener que ver se instaló en este ombudsman como un retintín: “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”. En verdad, mi interés apuntaba a caracterizar, en buena medida, las asombrosas (en casos, no tanto) volteretas en el aire de connotados periodistas que pasaron de transmitir a sus audiencias y lectores una mirada aquiescente (cuando no cómplice) sobre los actos y personajes del Gobierno a una postura cada vez más proclive a aceptar, respaldar y publicitar actos y personajes de la oposición ganadora.

En definitiva, no es extraño que la atención de este ombudsman se haya dirigido hacia allí: su función es aportar a los lectores de este diario un adecuado diagnóstico sobre el periodismo en general y sobre el que se ejerce PERFIL en particular. No registro que haya habido un cambio de camiseta en los habituales columnistas (cuya diversidad de opiniones se mantiene, en un saludable ejercicio de la diversidad). Tampoco en los integrantes del staff de redacción.

De tal modo, aquella frase atribuida a Groucho Marx (en verdad, incluida en la película Sopa de ganso, probablemente fruto de la creación del coguionista Arthur Sheekman) les cupo a varios de los más notorios comentaristas, opinólogos y operadores con roles protagónicos en los medios de comunicación, en particular los televisivos y radiales. El más evidente –porque él mismo lo definió como un acto de arrepentimiento por haber confiado en exceso en dichos y hechos del Gobierno– fue el de Luis Majul, con papel protagónico en un canal de televisión y como columnista en gráfica. Como él, otros varios comenzaron a cambiar de ubicación su velamen porque los vientos parecen estar virando abruptamente.

Es grave cuando las audiencias son sometidas a tales variantes, que llevan a la desorientación y a cierto grado de angustia enfocada en el futuro.

El medio (y la tecnología) es el mensaje, parafraseando a McLuhan y agregando la cuota contemporánea a tal definición. Pero el medio es también quien lo utiliza para transmitir ideas, información u opiniones aprovechando una cuota más o menos importante de rating. De hecho, cuanto mayor es el nivel de audiencia o la cantidad de lectores, más abrupto es el patético salto de una postura a la opuesta. El televidente, el oyente, el lector, acaban por rechazar tanta labilidad intelectual y pierden la confianza en sus  fuentes. Este ombudsman escribió hace unos tres años en su columna que la calidad de los textos de algunos periodistas connotados decrecía a medida que aumentaba su popularidad. Estamos, hoy, ante un escenario similar.

Dos lectores. Respondo al señor Gabriel Wolf, cuya carta encabeza el Correo de hoy: agradezco su consejo pero no pienso hacerle caso. El título al que califica como violatorio de la veda electoral pisó, en verdad, el límite entre lo legal y lo que no lo es. Estimo que no alcanza para su calificación de violatorio, porque lo principal era dar información cierta: los mercados, a conciencia o por opción, “compraron” ese viernes el optimismo y las encuestas en ese sentido. En cuanto a la entrevista a Bullrich, no surge nada en ella que pueda ser entendido como un acto de campaña.

También le contesto al señor De Simone, cuya carta se publica en esta misma página. Saludo su frondicismo explícito y reconozco haber cometido un horror al escribir “1978” cuando debió ser “2018”, año en el que su criticado Berensztein hizo referencia –entre otras notas– al desarrollismo frondicista y la política de Macri. Y no, no opinaré sobre lo que me pide.