Fueron muchos los mails enviados por los lectores para su publicación en el Correo Central de hoy, con contenidos que –en uno u otro sentido– constituirían violaciones a la veda electoral. Por ello –y no por otras razones, menos aún la censura– es que este ombudsman descartó los mensajes vinculados a la política actual.
Lo que nuestros lectores demandan o proponen es, en buena medida, lo que PERFIL reconoce y responde en la mayoría de los casos. Esto lleva a preguntarse en qué medida la influencia de sus opiniones y posturas, favorables o críticas, tiene importancia determinante a la hora de decidir qué editar, cómo hacerlo y cuándo. En la semana que termina, este tema afectó muy fuerte al diario de mayor importancia en el mundo contemporáneo, el estadounidense The New York Times.
Es un episodio muy interesante, que demuestra en qué medida las audiencias motivan o condicionan las políticas de los medios. Los lectores del NYT –en particular los demócratas– reaccionaron de manera virulenta ante lo que consideraron un título claramente favorable al presidente norteamericano: “Trump incita (o urge) a la unidad contra el racismo”, decía el título de tapa del martes 6, citando dichos del presidente sin comentar que los arranques xenófobos y racistas de éste son ya proverbiales. La reacción no se hizo esperar: mientas connotados compradores del diario anunciaban la baja de sus suscripciones, los editores optaron por cambiar el título en la segunda edición y pedir disculpas públicas ante lo que definieron como un error a la hora del cierre. Se rindieron así ante la presión de sus lectores.
La decisión editorial primera, las respuestas de miles de lectores y la final rectificación muestran un notorio cambio de conductas en las relaciones entre los medios y sus seguidores. Hasta no hace mucho tiempo, los procedimientos del medio se subordinaban muy poco (o nada) a la influencia del lector, salvo casos de error flagrante. Hoy, con la irrupción incontenible de las redes sociales y su influencia inmediata sobre la opinión pública, aquellas decisiones omnímodas son cada vez más improbables.
Que esto sea bueno o malo para la calidad del periodismo es cuestión en debate.
Frondizi. Al parecer, el lector y ex embajador en Guatemala Eduardo Lorenzo De Simone (ver su mail en página anterior), se indigna sin razón: afirma que la figura del ex presidente Arturo Frondizi –a quien adjudica la condición de “último estadista de trascendencia y prestigio internacional que ha tenido la República”– está ausente en los textos que suele firmar en PERFIL y en otros medios el politólogo, historiador y docente universitario Sergio Berensztein. No es así: por solo mencionar un ejemplo, Berensztein hizo en julio de 1978 un interesante paralelo entre Mauricio Macri y su lejano antecesor, al atribuir al actual presidente una conducta pendular entre las ideas de Frondizi y la ortodoxia económica liberal.
Confusión. La nota de tapa del suplemento Turismo de ayer puede desorientar a los lectores. Con el título “Far Far West”, se convoca desde la portada a una nota interior que dedica tres páginas a pasear durante 36 horas por Bend, capital de un condado del Estado de Oregon, en los Estados Unidos. El error está en el copete de la portada, que dice: “En Oregon, el condado más lejano del oeste norteamericano, Bend conserva pueblos mineros…”. Oregon no es un condado, sino uno de los Estados del país norteño; Bend es la capital del condado de Deschutes, uno de los 36 territorios en los que está dividido Oregon, cuya capital es Salem.
Omisión. También ayer, en el título de la página 64, Protagonistas, falta una palabra para una adecuada comprensión. Dice allí: “Por primera Ricky Martin mostró a su hija Lucía y fue furor mundial”. La palabra ausente es “vez”, entre “primera y “Ricky”.