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Cine y pueblo

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C omo veníamos diciendo la semana pasada, Peuples exposés, peuples figurants, de Georges Didi-Huberman (Les Editions de Minuit, París, 2012, 261 páginas) es uno de los libros intelectualmente más ambiciosos que leí en el último tiempo. Hasta donde sé –que por supuesto no es mucho–, todavía no está traducido al castellano, por lo que debemos aprovechar que aún estamos autorizados a comprarlo por courrier en alguna gran librería francesa. No obstante, a modo de tentempié, la porteña editorial Eterna Cadencia anuncia para este año la aparición de ¿Qué es el pueblo? (Qu’est ce qu’un peuple), compilación de varios autores contemporáneos en torno al tema, que incluye un ensayo del propio Didi-Huberman. Peuples exposés… (cuarto tomo de un proyecto llamado L’oeil de l’histoire) parte de una pregunta sencilla y a la vez radical: ¿cómo se representa el pueblo en el arte? Para pensar a partir de esa cuestión, Didi-Huberman lleva al extremo, como nunca antes en su obra, el procedimiento teórico que lo caracteriza, que bien podríamos llamar “eclecticismo teórico”, o tal vez, más ajustadamente, “collage teórico”. La prosa de Didi-Huberman avanza a través de un mundo de citas de tradiciones diversas y muchas veces antagónicas (Arendt y Aby Warburg, Foucault y Benjamin) en busca de una cita que nunca funciona como legitimadora de un saber –nunca es una cita de autoridad– sino que le permite avanzar hacia una complejidad mayor, fugarse hacia delante en un afán no de crear nuevos conceptos, sino en busca de una constelación de ideas, un étoilment, para decirlo en sus propios términos.

Didi-Huberman parte de una premisa: en la actualidad, como jamás antes, los pueblos están sobreexpuestos a las imágenes, a la sociedad del espectáculo. Pero a la vez, ellos mismos están subexpuestos, censurados, obturados, desplazados al rol de extras, de figurante. Están expuestos a la desaparición. Todo el libro puede leerse bajo esta tensión, que supera la estética, o que, mejor dicho, la profundiza, hasta convertirla en política. Peuples exposés… es un gran texto de estética política, escrito bajo el mandato benjaminiano no de estetizar la política, sino de politizar el arte.
En el capítulo 4 (Poèmes de peuples) Didi-Huberman ingresa en un territorio poco frecuentado en él: el cine. En el lugar del pueblo en el cine, en la forma en que el pueblo suele aparecer como extra, como telón de fondo, como decorado viviente. Es la escena originaria que funda al cine: los obreros saliendo de la fábrica de Lumière. El ojo de Peuples exposés… pasa luego por Eisenstein, Godard, Pasolini, hasta llegar al presente. Sobre Aki Kaurismaki escribe: “En cada plano vemos su ternura, su respeto e incluso su admiración por el menor extra”. Sobre George Romero, comenta: “Las arcaicas jaurías de muertos-vivos aparecen como una alternativa política al consternante populismo de los vivos-demasiado-vivos que se agitan, de manera perfectamente intercambiable y alienada, en las pantallas de las sitcom”. No es casual el uso del término “populismo” en Didi-Huberman. Finalmente la pregunta que recorre el libro es la de saber si todavía se puede pensar en el pueblo como categoría política, como utopía emancipatoria, como una escena que se opone a ser manipulada, lejos o, más aun, opuesta y refractaria a todo populismo.

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