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‘Clarín’ y ‘La Nación’: monos vestidos de seda

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Envases. Cambios de diseño que no alcanzan a disimular posturas inmodificables. | Reproduccion
Se arranca con un prurito, o una salvedad. Acaso no corresponda que el jefe de Redacción y editor responsable de un diario, como es mi caso en PERFIL, analice lo que hacen medios colegas, con los cuales intentamos competir.  Semejante “pecado” puede invalidar la crítica, al ser considerada interesada. Salvo que uno sea honesto, profesional, respetuoso, políticamente incorrecto y anticorporativo, valores que este diario trata de aplicar con todos: políticos, sindicalistas, jueces, deportistas, artistas, sacerdotes y, obviamente, periodistas. Fin de la cita.
Empecemos.

En los últimos días asistimos a la curiosa coincidencia de que los dos principales periódicos argentinos cambiaron presentaciones gráficas y ciertos contenidos en pos de adaptarse a los nuevos tiempos. En el caso de Clarín, con su enésimo rediseño que lo hizo más amigable y ordenado visualmente, además de buscar temáticas con tendencias menos populares pero más ABC1. La Nación, en cambio, revolucionó su tradición de tamaño sábana para adaptarse a un formato tabloide de lunes a viernes, con resultados iniciales muy auspiciosos a la vista y al hojeado.

Estas modificaciones también implican recargar las ediciones del fin de semana. No es antojadizo: los lectores y la publicidad (ingresos sobre los que se sostienen los medios periodísticos profesionales) se concentran cada vez más los sábados y domingos.

Vayan desde aquí aplauso, medalla y beso a los interesantes cambios de nuestros colegas. Beneficioso para ellos y para todos los que estamos en el mercado, ya que nos obliga a ser cada día mejores para permanecer y crecer.

Sin embargo, esta suerte de refreshing de diseños no logra evitar algo evidente, la ausencia de cambios de fondo, no sólo de forma. Con todos los espejitos de colores, Clarín sigue privilegiando sus intereses políticos y económicos en sus páginas, mientras La Nación promueve posturas más propias del siglo XIX que del siglo XXI, pese a sus sumarios fashion.
Repasemos sólo algunas de las ediciones coincidentes con sus rediseños.

Clarín continúa su guerra santa contra todo lo que sea o parezca kirchnerista, en la que resulta imprescindible o funcional un guerrero experimentado como Lanata. Escasa crítica al macrismo. Notas direccionadas o sin firma sobre ventas y adquisiciones de medios. Y prolongan el blindaje sobre protagonistas de la era K pero amigos entrañables de la casa, como el caso del inefable ex jefe de Gabinete Alberto Fernández.

Modernizado y todo, La Nación insiste en dar rienda suelta nada menos que en sus editoriales, autotituladas tribunas de doctrina, posiciones que orillan lo ultramontano. Sólo en los últimos diez días denostó el asistencialismo social, repitió que la alegórica cifra de 30 mil desaparecidos es “un símbolo emblemático de la mentira” propio de Maquiavelo y Goebbels, promovió el uso de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el delito y el narcotráfico y defendió la marcha atrás de Vidal con el protocolo sanitario para abortos.
Aunque los vistan de seda, monos quedan. Qué pena.