COLUMNISTAS
OPOSICIÓN

Clase media sin paraíso

Al Presidente no le conviene romper con un sector que es su diferencial dentro del Frente de Todos.

20200822_dolar_caida_temes_g
Verde que te quiero verde. | Pablo Temes

Tres meses difíciles esperan al gobierno de Alberto Fernández.

Primero porque sería saludable para su gestión que cuando se evalúe su primer año de gestión, allá por el 10 de diciembre, se haya terminado la cuarentena, y el país se haya encaminado hacia la “nueva normalidad”, lo que sea que esto signifique.

Aperturas. El propio presidente puso la condicionalidad para la apertura total de las actividades a la producción y aplicación de la vacuna. De aquí que las fichas están puestas en los resultados del Joint Venture entre la Universidad de Oxford, la multinacional Astra-Zeneca y la local mAbxience, sobre la que el Estado argentino ya aseguró la compra de cantidades importantes de la vacuna a un precio entre 3 y 4 dólares. Sin embargo, y sin entrar en cuestiones médicas, se sabe que el desarrollo de vacunas suele ser un proceso largo, sobre todo porque su finalidad es la administración a población sana, lo que puede extender los tiempos quizás por seis meses más o incluso un año. Segundo, Fernández necesita mostrar una economía recuperándose en forma veloz y el tiempo es tirano aquí también. Las sesenta medidas anunciadas tardan en aparecer y languidecen en las páginas económicas de los periódicos.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

No hay magia, la economía se reactiva por el crecimiento de alguno (o varios) de los cuatro vectores que organizan el PBI: el consumo de las familias, la inversión de las empresas privadas, la inversión (o gasto) gubernamental y las exportaciones. El consumo de las familias está virtualmente paralizado. El mejor indicador lo dio el Indec una semana atrás en su informe sobre la utilización de la capacidad instalada de la industria: el sector automotor está funcionando apenas al 23% de sus posibilidades. La producción textil, que se nutre en gran parte del consumo popular, solo funciona al 38% de su capacidad. Quienes ven el vaso lleno aquí piensan que se puede aumentar la producción rápidamente con relativamente poca inversión fija por parte de las empresas. Pero es una lucha contra el reloj: es el momento de planificar 2021, lo que no se considere ahora va a ser difícil que cambie luego, sobre todo para las multinacionales. El tercer factor, el gasto gubernamental, como se sabe se ha expandido considerablemente en este año para asistir a los afectados por la pandemia-cuarentena, seguramente se podrá observar algún desarrollo de la obra pública pero lejos de niveles como para impactar en el PBI.

La lucha por el verde. Evidentemente la tabla de salvataje la pueden dar los sectores exportadores. Para esto se trabaja en un plan para expandir las exportaciones del nivel actual de alrededor de 56 mil millones de dólares a 100 mil millones. Sin embargo, surgen dos impedimentos principales por parte de los exportadores. Primero, piden bajas de las retenciones y luego creen que el valor del dólar está bajo. De hecho, las perspectivas devaluatorias hacen que se tienda a postergar la venta de granos. Desde otra perspectiva una objeción al plan megaexportador es que nuevamente apostaría a los alimentos, que hoy explican el 70% de lo que se vende en el exterior, lo que fortalecería la reprimarización del perfil productivo argentino.

El plan para obtener más dólares puede tener éxito en un plazo que no es el cortísimo. De allí que las (bajas) reservas del Banco Central vuelve a ser una preocupación en la atípica normalidad que se vive, y a raíz de esto se comenzaron a plantear alternativas como eliminar o reducir la posibilidad de comprar los 200 dólares mensuales que permite el cepo cambiario, o incluso aumentar el impuesto a los consumos en dólares. Sostener el permiso para los US$ 200 no tuvo ningún costo político para Fernández, ya que la limitación la había puesto Mauricio Macri hacia los finales de su gobierno. Tampoco tuvo costo imponer el Impuesto País para la compra de esos dólares y artículos con tarjeta en moneda extranjera en el marco de la solidaridad exigida a principios del gobierno del Frente de Todos. Sin embargo, ahora parece que se está presenciando un nuevo giro en las percepciones de la clase media, que vio decrecer sus ingresos y su capacidad adquisitiva en estos tiempos. Algunos cálculos privados indican que una cuarta parte de la clase media, quienes tienen ingresos familiares promedio en alrededor de 100 mil pesos (considerada generalmente como C2) pasaría a revistar en la clase media baja (C3) hacia fines de año. La resultante es que estos sectores comienzan a tomar distancia del Gobierno, como se observa en muchas encuestas donde la prohibición total de comprar dólares “oficiales” podría generar una ruptura parecida a la de 2012 de estos sectores con Cristina Kirchner, incluso entre quienes habían aportado al 54% que obtuvo la ex presidenta algunos meses antes.

Movilizados. En este marco se puede interpretar la movilización de lunes 17 de agosto y la fuerte respuesta de Fernández. Es verdad que la marcha, nutrida de los sectores medios y altos, contaba con tantas consignas como asistentes mostrando un caldo laclausiano para el ascenso de un populismo de derechas. Ahora, su común denominador fue que están en contra del Gobierno: en definitiva, la oposición se manifiesta en las calles en plena pandemia. También es cierto que en esta oportunidad algunos dirigentes del PRO intentaron capitalizar el evento, así como Macri envió su saludo desde Suiza, emulando a un Perón en el exilio, lo que facilitó otra contestación peroniana pero dicha por Fernández: “No nos van a doblegar los que gritan, los que gritan suelen no tener razón”. En este sentido se observa el comienzo de una nueva etapa de la polarización con el macrismo. Como siempre acontece en toda movilización la cantidad de personas que participan es escueta en relación al electorado, sin embargo, provoca un efecto para el resto, que pueden acompañar o no mentalmente.

Más allá de su enojo puntual, para Alberto Fernández no es conveniente romper los puentes con los sectores medios-medios, no solo por el importante peso subjetivo que tiene este espacio para un país con aspiraciones, sino porque es el diferencial del Presidente dentro del Frente de Todos: su capacidad para lograr hablarle al fragmento más escurridizo de la sociedad argentina.

*Sociólogo (@cfdeangelis).