COLUMNISTAS
diferentes ejes

Cultura (política) argentina

Del centro a la izquierda y del centro a la derecha: el estrecho sendero donde Alberto Fernández parece sentirse más cómodo.

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Animal político. | Pablo Temes

El fin de semana anterior desde este espacio se trazó un mapa político aproximado de la Argentina actual en torno a dos ejes: el vertical que iba de “Izquierda a Derecha” y el horizontal que se expresaba de “(Neo)liberalismo a Estatismo” (https://bit.ly/victoria-tactica).

Ampliaciones. En esos cuadrantes se ubicaron algunas de las formaciones políticas mayoritarias a nivel nacional. En este mapa, el espacio Izquierda-Estatismo lo hegemoniza el kirchnerismo y el espacio Derecha-(Neo)liberalismo el macrismo. El “volumen” de los círculos no se refirieron tanto a la cantidad de votos (fluctuante), sino a matices ideológicos y diferencias de posturas internas. Demás está decir que izquierda-derecha implica una diferenciación arbitraria pero que genera ideas fácilmente reconocibles. Por el otro lado, el eje (Neo)liberalismo/Estatismo envuelve una discusión actual, aunque se trata de una confrontación que atraviesa la historia argentina.

Quizás el término (Neo)liberalismo se podría cambiar por “Posiciones promercado” lo que podría involucrar una lógica más económica que una dimensión ideológica. Luego, el prefijo “neo” cambia el concepto político a uno con contenidos más culturales: una forma de comportarse en el mundo se acuerdo con las reglas de los mercados globalizados. El gráfico citado intentó mostrar un camino vacante en ese mapa. Un espacio que puede pendularmente del centro a la izquierda y del centro a la derecha. Ese es el estrecho sendero donde Alberto Fernández parece sentirse más cómodo, aunque tensionado por los sectores más radicalizados del Frente de Todos y también por una clase media disconforme. No obstante, el área de la moderación presenta dificultades para la construcción de narratividades, para usar el término del fenomenólogo estadounidense David Carr, básicamente porque no ofrece un “otro” para confrontar.  

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Sin embargo, la disposición de esos dos ejes está lejos de completar el mapa de posiciones políticas de Argentina que no sólo es multidimensional sino muy dinámico. Pero vale la pena revisar algunos otros elementos relevantes:

• Meritocracia-inclusión. La discusión sobre cómo obtener los recursos necesarios para la reproducción de la vida fue central en la oposición macrismo-kirchnerismo. Para los primeros quien tiene derecho prioritario a obtener recursos es quien han generado algún intercambio, Desde allí el eterno cuestionamiento a los planes sociales. De desde este punto de vista el espacio óptimo para la realización de intercambios es el mercado, y que impone los precios según la lógica de la oferta y demanda. Desde el cuadrante opuesto los partidarios del “inclusionismo” creen que la desigualdad es estructural y sólo puede ser subsanada con el accionar de un agente por fuera de la lucha social: el Estado. Sin embargo, los argumentos de los meritócratas son poderosos ya que se plantan desde la acción individual.

• Mano dura-garantismo. El debate sobre cómo tratar la seguridad urbana es uno de los impulsores de la grieta política, y es fundacional para la nueva derecha argentina. Sin embargo, tanto la doctrina Chocobar como el garantismo (la comprensión social de la delincuencia y el planteo de soluciones no represivas) prohijaron una “subgrieta” dentro de las fuerzas políticas mayoritarias, como hoy se observa en el debate Berni-Frederick, pero también entre quienes en Cambiemos no comulgan con las posturas duras de Patricia Bullrich.

• Abortismo-antiabortismo. La generación de nuevos derechos sociales y su institucionalización en las estructuras estatales son discutidas en muchos niveles de la política y la sociedad y que van desde la posible obligación de escribir en leguaje inclusivo hasta la existencia de un Dirección de Masculinidades en el gobierno de la Provincia de Buenos Aires. No obstante, la mayor confrontación se da alrededor de la posible futura regulación y legalización del aborto que también provoca realineamientos dentro de las fuerzas políticas.

Otro enfoque. Más allá de esas y otras dicotomías pensables hay un aporte clave que realiza el politólogo quebequense Pierre Ostiguy, investigador del caso argentino, con la construcción de un eje vertical de polarización no estrictamente ideológico sino de tinte cultural y que se resume en Alto-Bajo. Para el autor lo Alto se puede referenciar con lo “fino” y lo “bien educado”, por el contrario, lo bajo a lo culturalmente popular, muchas veces caracterizado como “grasa” o “chabacano”. También se observa una tensión que se refleja en posiciones políticas entre la valoración de lo cosmopolita del Alto (ser-parte-del-mundo) o la pertenencia localista en el Bajo, la vinculación al territorio próximo, lo barrial. Este punto es relevante cuando se piensa en Carlos Menem y su obsesión por el primer mundo, e incluso en la derecha tradicionalista de un siglo atrás. Desde ya, en lo alto se dibuja la presencia de una elite, y en el bajo el “pueblo”. Cuando este eje se rompe, surgen las fases populistas.

El eje Alto-Bajo trabaja en las identidades de los votantes y cómo la política los interpela no sólo con palabras sino con construcciones estéticas, modos, gestualidades, vestimentas, hasta la clásica comunicación gubernamental. En este sentido también hay dinámicas y transformaciones como por ejemplo la diferencia entre la primera Cristina Kirchner cuyo capital escénico se asentaba en el Congreso y la última hablando a los jóvenes al interior de la Casa Rosada, con un discurso más cerca de Eva que de Perón. Mauricio Macri también apostó a su adaptación (sus bailes y sus gritos de ¡no se inunda más!) a pesar de sus evidentes dificultades para oratoria emotiva (expertise de Cristina).

También en el eje Alto-Bajo Alberto Fernández busca colocarse en el centro, aunque presumiblemente un par de centímetros arriba. Su proveniencia de un hogar de clase media porteña, cuyo padre era juez, su estilo profesoral muy de la Facultad de Derecho de la UBA, (donde aún se mantiene cierta distancia con los interlocutores) y donde llevar traje y corbatas es la regla efectivamente lo emparenta a cierto ideal de clase media de los años dorados de la Argentina.

 

*Sociólogo (@cfdeangelis).