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Peronismo, sin calles

El periodista Edi Zunino analizó las alternativas, en medio del próximo 17 de octubre que se avecina.

 Si hay algo que el Gobierno Nacional perdió y no sabe ni cuándo, ni cómo va a recuperar es la calle. La calle, esa dimensión tan esencialmente peronista, por lo menos para el folklore político argentino. Pero no es el Gobierno el único preocupado al ver que se repiten y crecen los banderazos opositores, sino también otros sectores del peronismo y básicamente los que son más protagonistas en la calle. Los movimientos sociales que ven como cobran más protagonismo el Polo Obrero u otros movimientos, en las protestas. Y la propia Confederación General del Trabajo, que ve cómo las comisiones internas y los partidos de izquierda, también van ganando posiciones mientras avanza la crisis. Una crisis que, también hay que decirlo, es de creatividad, porque la solución siempre viene en el peronismo con el 17 de octubre.

La central obrera está dándole vueltas al asunto de hacer algo grande el 17 de octubre, pero no saben bien qué hacer, porque el peronismo completo está preso de las palabras del Presidente. Una movilización masiva podría significar contagios en masa, y no tanto por la eventual concentración al aire libre en sí misma, sino sobre todo por el traslado para convocarla y el regreso. Esa multitud de colectivos y ómnibus que constituye el engranaje central de lo que se llama el aparato, es, desde el punto de vista epidemiológico, peligrosísima, sobre todo pensando en salir y volver a entrar a barrios densamente poblados de la periferia. El remedio podría ser peor que la enfermedad.

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La alternativa es ofrecerle a Alberto la tribuna junto a todos los gobernadores peronistas de las provincias, en un acto cerrado en la sede de la CGT. Pero el riesgo de esta opción sería encerrarse en la sordidez de una liturgia que, a esta altura ya no enamora ni a buena parte de los propios. Otro salvavidas de plomo que, además no es gratis. Los gremios están pidiéndole al Gobierno que suba dos puntos los aportes de las obras sociales por parte de los trabajadores, en un punto y de las empresas, en un punto más, porque hacen agua las obras sociales. Esto no cae bien en el poder económico. Obviamente, la relación con el Gobierno no pasa por su mejor momento. Cómo se ve, para Alberto Fernández, el encierro también resulta demasiado largo y tedioso y lo pone cada día más a la defensiva en un raid televisivo ya casi sin descanso, para explicar, a veces incluso, hasta lo inexplicable.