“Vas a desenfundar”, la frase pronunciada por la ministra de Seguridad nacional, Sabina Frederic, que marcó la polémica entre ella y el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, podría haber sido dicha por Horacio Rodríguez Larreta a Alberto Fernández. Era inevitable que en algún momento “desenfundara”, solo faltaba saber cuándo sería el momento, y la crisis de la Policía Bonaerense fue solo –literalmente– un disparador. En El arte de la guerra, Sun Tzu sostenía que parte de las tácticas de un general exitoso consistía en ser quien elegía el momento en el que llevar a su rival al campo de batalla.
Polarizar es la estrategia electoral de la impotencia: si no hay soluciones, que haya culpables
Si Alberto Fernández habrá elegido o no el mejor momento será una discusión, pero no le queda mucho más tiempo para seguir estirando el comienzo de la pospandemia. Confirmado que habrá PASO en 2021, a partir de marzo tiene que comenzar a definir las candidaturas y la estrategia electoral: un mes de mayo Cristina Kirchner anunció que sería candidata a vicepresidenta y Alberto Fernández, quien encabezaría la fórmula que luego triunfó en las PASO de agosto.
Pero la forma intempestiva como Alberto Fernández instrumentó el inicio de hostilidades pareció estar guiada más por la necesidad de resolver el conflicto sindical con la Policía Bonaerense, situación que amenazaba con destruir la autoridad de Kicillof y la suya propia con el patético espectáculo de móviles policiales rodeando la Quinta de Olivos escenificando una manifestación pueblerina que demostraba la incapacidad simbólica de los manifestantes y el bajísimo nivel intelectual de quienes tienen la responsabilidad de cuidar la seguridad del 40% de la población argentina. Previamente, uno de los policías se había subido a una antena para amenazar con tirarse si no tenían respuesta los pedidos de aumento de sueldo, reflejando una capacidad de discernimiento inadecuada para quien podría tener que decidir por las vidas de otros. Quienes podían recordar los levantamientos de los carapintadas en la época de Rico y Seineldín pudieron haber pensado que era preferible enfrentar la amenaza de los malos que la de los torpes.
Al romper abruptamente el entendimiento con Rodríguez Larreta, Alberto Fernández logró cambiar la agenda desplazando el tema del conflicto con la policía al conflicto con la oposición. Pero corre también riesgo de entregarle a Rodríguez Larreta el monopolio de mesura que tanta aprobación cosechó al comienzo de las cuarentenas.
Podría haber obtenido el mismo punto de coparticipación sobre el producto bruto que ahora le arrancó negociando para 2021, partir diferencias con los más de dos puntos que le había transferido Macri a la Ciudad y mantener su imagen de equilibrio.
Pero optó por asumir una estrategia electoral para la coalición gobernante no muy distinta a la de Mauricio Macri y Patricia Bullrich: azuzar la grieta. La polarización es una técnica electoral básica que no pocas veces solapa la carencia de planes e ideas para solucionar los problemas: si no hay soluciones por lo menos que haya culpables sobre los que descargar la impotencia.
Cristina gana cuando se “albertiza”, cuando Alberto se cristiniza, pierden los dos
En la estrategia electoral de la coalición gobernante estaría también implícito el objetivo de llamar a la confrontación a los más beligerantes de la coalición opositora: Patricia Bullrich y Mauricio Macri, a quienes la grieta les resulta su territorio natural, buscando opacar a Rodríguez Larreta. Pero con consecuencias imprevisibles: sesenta por ciento de la población se manifiesta en contra de la polarización y a favor del diálogo entre oficialismo y oposición. Como ya demostró Cristina Kirchner en 2019 corriéndose al centro detrás de Alberto Fernández: gana las elecciones quien logra sumar más que los propios. Simplificadamente: Cristina gana cuando se “albertiza”. Cuando Alberto se cristiniza, pierden los dos. Lo que ya comienza a suceder en la coalición opositora: Rodríguez Larreta crece cuando se aleja de Macri, a quien supera ampliamente en las encuestas.
Llegó la pospandemia.
Continúa mañana: La vieja normalidad