Quién duda de la mayor implicación afectiva que tienen hoy los padres en el núcleo familiar? ¿Y quién puede dudar, además, que estas paternidades emocionalmente inteligentes están siendo atravesadas por la tecnología? Son realidades que confluyen en el presente histórico.
Pantallas multiformato, redes que tejen entramados y modifican los modos de relación, de diálogo, de encuentro. Vivencias que van de la mano de la creación de otras representaciones de la paternidad, que dan cuenta de los cambios sociales y culturales producidos en los últimos años. Y todo ello en consonancia, por una parte, con el desarrollo exponencial de las tecnologías de la información y la comunicación, y, por la otra, con el redescubrimiento del peso de las emociones en la vida cotidiana. Nos referiremos aquí, entonces, a algunas de las características de esta flamante generación de padres “tecnoafectivos”: los padres 3.0.
Se insertan como participantes activos en un ambiente de instagrammers, likes y hashtags virales, valiéndose de la comunicación mediada y de recursos y apoyos colaborativos. Habitan espacios donde lo privado y lo público muestran fronteras porosas. Sincronizan una profusión de accesos y dispositivos: celulares, tablets, relojes, consolas. Así pues, la paternidad 3.0 convive con estos artefactos en un nuevo ecosistema.
Lo cierto es que los padres 3.0, preocupados por ser competentes en sus funciones, deben salir en busca del esquivo equilibrio entre vida laboral y familiar, porque se descubren en un ejercicio parental constante y proactivo que se imbrica con sus actividades. Una paternidad 24/7. El imperativo es el rendimiento, nos alerta el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, y esto también resulta aplicable a ellos. Habituados al multitasking y la atención distribuida, los padres 3.0 observan extrañados los vestigios del antiguo régimen en sus lugares de trabajo. Abrir paso en las instituciones a estas configuraciones familiares más flexibles, en las que mujeres y varones deben aprender sí o sí a conciliar, es un pendiente que urge resolver.
En otro orden de ideas, así como la web comporta hoy una experiencia superadora, también la paternidad ha evolucionado. Y es que el vínculo de los humanos con la tecnología es ceñido, de mutuo condicionamiento y permanente retroalimentación. Se registra un viraje hacia la anulación de estereotipos y la redistribución de funciones en el seno de la familia. Son solo algunos de los signos visibles del cambio de paradigma en proceso: los padres actuales abrazan, nutren, consuelan, empatizan, en un pie de igualdad con las madres.
Así, la mayor o menor expresión emocional parecería no estar ligada ya a un determinado rol, sino que se presenta como una manifestación genuina de las cualidades propias de cada persona, de cada ser individual. Hay una marcada apertura y una percepción más afinada en las paternidades actuales, como también una mayor complicidad afectiva y una proximidad fáctica que les permite a ellos, los padres 3.0, captar a sus hijos, reconocerlos y estar atentos a lo que verdaderamente necesitan. La paternidad de hoy es receptiva a las demandas y atributos propios de cada hijo, como la web lo es de sus usuarios.
Y esta personalización progresiva, que se verifica on y offline, subraya el valor insustituible de los vínculos interpersonales más allá del tipo de mediación existente.
En un universo de aplicaciones que disponen soluciones para todo, cabe preguntarse, finalmente, ¿qué guardarán estos padres en sus nubes? ¿Qué recursos almacenarán en ese espacio misterioso y ubicuo, abigarrado de objetos de diferente condición? Acaso miles de imágenes que evidencian que la emoción es también cosa de padres. De padres 3.0: afectivamente comprometidos, hiperconectados con su rol, influencers presentes y reales en la vida de sus hijos.
*Directora de la Licenciatura en Orientación Familiar del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral.