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REALITY SHOW

Corona de espinas

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Escándalo. Gerard Piqué se lo relaciona con el cobro de comisiones en la Copa del Rey. | shutterstock

El príncipe Andrés solucionó su problema judicial por la vía directa. Su madre, la reina Isabel, le quitó una serie de títulos militares de cara a la galería y se hizo cargo, económicamente, del costo de un arreglo que impidió el juicio por la demanda civil por agresión sexual que le interpuso Virginia Giuffre. El príncipe, obviamente, negó todo, pero ante la inminente convocatoria del tribunal le presentó a este una carta en la que se informa de un acuerdo con la acusación, donde además de la “donación económica” reconoció el sufrimiento de la víctima ante el abuso. Es decir, el príncipe asumió los hechos y la reina pagó los gastos. Fin de la historia.  

Al igual que le sucediera en su día a Pinochet, el rey Juan Carlos debe ahora enfrentar una demanda en los tribunales de Gran Bretaña. Sus abogados han alegado que por su condición de “soberano” goza aún de inmunidad, pero ha quedado abierta la puerta a un juicio por acoso a Corinna Larsen.

Nadie espera que la reina Isabel o el gobierno de Boris Johnson den alguna señal pública si, como es de esperar, el juicio sigue adelante.

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En 1988 Juan Carlos acompañó a Isabel II en su visita al Museo del Prado. Jorge Semprún, entonces ministro de Cultura, cuenta que, ante Las meninas, la reina preguntó si el cuadro había sido restaurado recientemente. El director del Prado improvisó una explicación y, según dice Semprún, la reina lo interrumpió exclamando: “¿Por qué cada vez que se toca uno de mis gainsboroughs se deshace en pedazos y pueden tratarse impunemente las telas de vuestros velázquez?”.

Los españoles, a diferencia de los ingleses y franceses, no decapitaron a ningún rey, los pintaron, sentencia Semprún. De allí vendrá, quizás, la impericia británica para conservar los lienzos, pero también su capacidad para restaurar la erosión de la corona.

El rey español, residente en Abu Dabi, por otra parte, da señas de una rara orfandad porque no hay explicación posible a los últimos gestos suyos que llegan desde el exilio. Como es público y notorio, hace ya una década, cuando sufrió un accidente en Botsuana, durante un safari, razón por la que se hizo público aquel viaje privado, se interrumpió el relato oficial, bajo control, propio de su rango como jefe de Estado para pasar, por corte y no por un suave fundido, a la producción de contenidos de un reality show sin solución de continuidad, en el que se han ido alternando capítulos de corrupción con las pinceladas de frivolidad propias del formato.

La voz y la palabra de los integrantes de la Casa Real están en poder de esta, y el principal vehículo de comunicación son la gestualidad y el silencio. Nunca un miembro de la familia concede una entrevista. Eso es común a todas las monarquías bajo marco parlamentario. Tanto Diana Spencer en su día, a través de la BBC, como su hijo Harry y su esposa Meghan Markle ante Oprah Winfrey, lo hicieron como outsiders y no por el cauce oficial. Esta semana, Juan Carlos emitió un mensaje que recordó el estruendo con el que sonó el “¿Por qué no te callas?” a Hugo Chávez durante la Cumbre Iberoamericana de 2007.

Hace unos días se ha hecho público un escándalo que involucra, entre otros, al presidente de la Real Federación Española de Fútbol y al jugador Gerard Piqué en un cobro de comisiones por la organización de la final de la Copa del Rey en Arabia Saudita. En uno de los programas matinales de televisión con mayor audiencia, la presentadora informó de un pedido por parte de Piqué al monarca para que intercediera en favor de la concreción de este evento. A los pocos minutos, la periodista enseñó su celular al aire y dijo que el rey Juan Carlos, quien estaba viendo la emisión en directo desde Abu Dabi, le acababa de enviar un mensaje que decía: “¡Desmiéntelo!”.

Los medios trataron con la máxima cautela esta salida de tono y la lógica (o no) indiscreción de la periodista.

Los reality shows se caracterizan por carecer de guion y de final: se sabe cuándo empiezan, pero no cómo avanzan ni cómo terminan. Lo mismo ocurre con el rey emérito español.

*Escritor y periodista.